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Neymar... ¿payaso o estilista del área?

LOS ÁNGELES -- Sobrevalorado. Teatrero. Tramposo. Llorón. Esos son los nuevos apellidos de Neymar. Claro, deben de ir después de Campeón de Copa Confederaciones y JMV de la competencia.

Quienes apenas se solazaron con Neymar a plenitud en la Copa Confederaciones, han enfrentado brutalmente el golpe de maravillarse con un futbolista con notables virtudes y escandalizarse con un payaso de la dramaturgia, por colocar los dos extremos en los que rebotan al delantero brasileño propiedad del Barcelona.

Vayamos a las calamidades de Neymar. Cierto: es un pésimo actor. Merece los peyorativos de farsante y tramposo, cuando de repente, sin contacto físico, es capaz de ejecutar una maniobra farandulera, carnavalesca, en un acto contorsionista digno del Bolshoi o de Cirque du Soleil.

Sin falta de por medio, este saltimbanqui es capaz de escenificar, con lamentables expresiones histriónicas, la muerte de la Madre de Bambi, con escopetazo simulado, aunque la pierna del adversario haya pasado a dos metros de distancia y la miopía arbitral sea cómplice.

Sí, es un transeúnte lamentable de la pirueta engañadora; es un vulgar bodrio de la simulación, pero eso se cura. Se cura a tarjetazos; eso se desinfecta con arbitrajes sin tolerancia y hasta con tolerancia prejuiciada.

Y se lo quitarán a Neymar, como se lo han quitado a otros clavadistas de la fosa profunda del área del embuste, aunque ciertamente hay reincidentes sin remedio, cínicos de parodias de asesinatos sin cadáver, como los casos de Luis Suárez y Niño Torres.

Pero, hasta en terrenos más pueriles, vemos a un Chicharito Hernández que se tiraba ocho clavados en Chivas por partido, y hoy ha aprendido que los farsantes simuladores son destetados y detestados en la Premier.

Y hasta llegar, pro ejemplo, a un escenario más fascinante, como el Balotelli de los desmayos señoriteros a un notable jugador arrogante, rebelde, pero no más un embaucador ventajista.

Sí: esas malas mañas tienen vacuna, pueden ser inoculadas, pero lo que es intocable, innegable y difícil de inmunizar entre los adversarios, es el portento de futbolista que es Neymar.

Hay que marcar un parteaguas en su carrera. Y de manera muy clara. Este Neymar de Scolari es muy diferente al de versiones anteriores.

Los entrenadores de Neymar han tenido un pacto tácito con él: que haga lo que le dé la gana, mientras arrime victorias importantes al equipo o selección.

Eso, en lenguaje común significa jugar con 10, y sólo con 11 cuando Neymar lo desea. El error es evidente.

Con Scolari, Neymar mantiene el protagonismo, pero como eje central de liderazgo, no expuesto el equipo a la eventualidad de su bilirrubina y estados de ánimo.

Alguna vez, el auxiliar técnico del Tri, Yayo de la Torre, espiando a Neymar antes de aquella victoria de México a Brasil en Dallas en amistoso, explicaba que el delantero estaba corriendo con Brasil menos que el Bofo Bautista ante Argentina, quien a su vez había corrido menos que el portero mexicano Óscar 'El Conejo' Pérez.

Otros tiempos, otro entrenador, otra ¿disciplina?, otro discurso, otras actitudes.

Neymar terminó la Copa Confederaciones como el jugador con más faltas en su haber. Simplemente en la fase de grupos cometió 13 faltas en los tres encuentros, ante Japón, México e Italia.

Queda claro que fue también el más acosado por los depredadores, y a esa contabilidad se agregan las faltas que simuló y no existieron, de no ser por una pirueta chaplinesca que engatuzó al juez.

Eso significa que Neymar ya asume un nuevo rol con Brasil: pelea, marca, encima, disputa.

Lo cierto es que así como le marcaron simulaciones, también dejaron de marcarle empujones, zancadillas y jaloneos que sí cometió, y a los que los árbitros no estaban acostumbrados.

Neymar es un futbolista completo: veloz, habilidoso, inteligente, profundo, valiente, encarador, de poderoso arranque y capaz de marcar con las dos piernas. Nada que no se supiera de él.

El mérito de Scolari es que si el juego tiene 90 minutos de duración, la actividad real, eficiente, de Neymar no se limite a cinco minutos efectivos de juego como ocurría antes de su llegada al seleccionado amazónico.

Simplemente en la final ante España, desde el gol que es marcado por su astucia eludiendo el fuera de lugar, hasta dos pases filtrados, uno de diez metros y otro de 30, pusieron en evidencia todas su virtudes con el balón en beneficio del colectivo.

En 2012, Neymar tuvo 27 asistencias para gol y en este momento en 2013 ya lleva 17 a nivel club y selección nacional. Es un realizador y un generador.

¿No es Messi? Seguramente no lo es y nadie puede garantizar que llegue a serlo. ¿No es CR7? Seguramente no lo es y nadie puede garantizar que llegue a serlo.

Para todos habrá un tiempo. Neymar tiene 21 años; Messi, 26, y CR7 suma 28. ¿Mostraban Lio y Cristiano hace cinco y siete años esas facultades del brasileño? Sin duda. Ahora Neymar llega a una academia prodigiosa como el futbol de Europa.

El tiempo dirá de qué está hecho. Y si los apellidos que hoy sus ociosos y oficiosos denostadores le endosan, desaparecen por las buenas... o por las malas.