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Canó no está loco... ¡Loco quién le pague!

Para muchos Canó es el mejor intermedista de todo el béisbol de MLB. AP Photo/David Zalubowski

Robinson Canó quiere un contrato de 305 millones por los próximos diez años.

No, no se trata de una broma ni es 28 de diciembre, Día de los Inocentes.

Canó es para muchos el mejor segunda base de las Grandes Ligas y uno de los jugadores más completos de la actualidad.

Pero ni su combinación ofensiva de tacto y poder, ni su elegancia en el fildeo y su pívot relampagueante en las dobles matanzas valen una cifra tan descabellada.

Semejante pretensión lo pone casi de seguro fuera de los Yankees de Nueva York, cuya gerencia ha adoptado una política de mayor austeridad.

Ya hace dos semanas los Yankees habían dejado entrever la posibilidad de perder en el mercado de agentes libres a su intermedista estrella, a pesar de que el dominicano es ahora mismo su jugador insignia (Derek Jeter ya va de salida), en torno al cual debería reconstruirse esa franquicia.

Quizás los hermanos Steinbrenner y el gerente general Brian Cashman estaban curándose en salud, en espera de un pedido más allá de lo que dicta el sentido común.

Si bien es cierto que el quisqueyano se encuentra en el pico de su carrera, estamos hablando de un hombre que el 22 de octubre cumple 31 años de edad.

Un pacto por diez campañas terminaría cuando Canó tuviera 41 años y las probabilidades de que esa edad tenga un rendimiento similar al de ahora son menos que las de los Cachorros de Chicago de ganar la Serie Mundial alguna vez en los próximos 100 años.

La historia reciente está llena de esos megacontratos a tan largo plazo que terminan en rotundos fracasos.

Los más notables, pero no los únicos, son los de Alex Rodríguez (275 millones con los propios Yankees) y Albert Pujols (240 millones con los Angelinos de Los Angeles), ambos por diez campañas.

A-Rod se desinfló entre tanto escándalo de esteroides y Pujols parece haber entrado en franco declive cuando apenas ha cumplido dos años del contrato.

Y tiempo al tiempo, que en esa misma lista caerán Joey Votto (263 millones con los Rojos de Cincinnati) y Prince Fielder (214 millones con los Tigres de Detroit).

Ahora bien: la locura no está en el pedido de Canó. El sabe que de convertirse en agente libre sería la pieza más codiciada en el próximo invierno y como dice el refrán, lo que no se anuncia, no se vende.

Lo que sería un disparate supremo es si algún equipo decide hipotecar su futuro y lo contrata por esa cifra.

Cuando el entonces propietario de los Vigilantes de Texas, Tom Hicks, sacudió al mundo al firmar a A-Rod por 252 millones en el 2001, tuvo que desprenderse de varias figuras claves del equipo para poder financiar su inversión y la novena entró en una racha perdedora que le duró hasta el 2009.

Un solo equipo parece en estos momentos carecer de cordura y podría pagar lo que pide Canó.

Los nuevos Dodgers de Los Ángeles de Magic Johnson se han convertido en una aspiradora que barre cuanto haya disponible en el mercado y precisamente la intermedia es una de sus pocas posiciones flojas.

El contrato de televisión que los Dodgers firmaron por siete mil millones de dólares con Time Warner Cable les da plata de sobra para gastar sin medir mucho las consecuencias, al punto que muchos los llaman ya los Yankees del Oeste.

Pero el dinero no garantiza títulos. Si no, pregúntenles a los Yankees, que en la pasada década entraron en una espiral de gastos desenfrenados y sólo pudieron ganar la Serie Mundial en el 2009.

Si los Dodgers se vuelven locos y desembolsan 305 millones por Canó, entonces que lo disfrute, porque al que Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga.