<
>

Bochy, un francés camino a Cooperstown

Con hielo en la mirada, Bruce Bochy observa desde el dugout los acontecimientos que se suceden en el terreno, mientras una tormenta de ideas en su cabeza busca adelantar la táctica del rival.

Cuando en el quinto inning del séptimo juego de la Serie Mundial sacó a lanzar de relevo al zurdo Madison Bumgarner, Bochy "les comió la mente" a los Reales de Kansas City y con esa movida magistral aseguró para los Gigantes de San Francisco su tercera corona en los últimos cinco años.

Nacido en un lugar tan ajeno al béisbol como Francia, Bochy está pavimentando a golpes de sabiduría su propio camino hacia el Salón de la Fama de Cooperstown.

En el 2010 le dio a los Gigantes su primer título desde que el equipo se mudó de Nueva York a San Francisco en 1958.

Dos años después consiguió su segundo banderín y completó la tripleta en el 2014, quizás el año en que más necesitó mover sus piezas con la maestría de un campeón de ajedrez.

Las lesiones son siempre golpes bajos en las aspiraciones de deportistas o equipos, que obligan a cambios drásticos en tácticas y estrategias.

Este año los Gigantes perdieron al boricua Angel Pagán, su patrullero central titular, al venezolano Marco Scutaro, proyectado para ser su segunda base de cada día y a Matt Cain, quien debía ser el hombre grande en la rotación de abridores.

Le tocó a Bochy barajar sus opciones para completar el largo calendario de 162 partidos y llegar a la postemporada, donde su estatura de estratega creció al nivel de la leyenda.

"Cuando pasan estas cosas hay que dejar de lado su propia agenda y hacer lo que es mejor para el equipo. Nuestra prioridad siempre es ganar y estos chicos han hecho un gran trabajo. Un montón de ellos han pasado por ahí todos los días y su papel ha cambiado. Todos quieren ser parte del juego, pero sólo hay nueve puestos de titulares. No es fácil aceptar eso, pero los que menos juegan también hacen un gran trabajo, siendo buenos compañeros de equipo y ayudando en lo que puedan", dijo en una reciente entrevista el manager que pasó 12 años dirigiendo a los Padres de San Diego y lleva ahora ocho con San Francisco.

"No sé si estoy dirigiendo de una manera diferente a como lo hacía antes. No creo que haya que armar tanto alboroto con eso. Simplemente se trata de poner a cada muchacho en el lugar y el momento correcto para tratar de ganar el juego".

¿No hay que armar tanto alboroto? Saber qué hacer en cada momento y lograr que la gran mayoría de las jugadas te salgan bien es algo reservado a muy pocos y Bochy es uno de esos bendecidos por los dioses del béisbol.

Si se miran a profundidad las plantillas con las que ganó las Series Mundiales del 2010, 2012 y 2014, no hay muchas estrellas superlativas, de esas que uno sabe de antemano que cinco años después de acabar sus carreras terminarán con una placa en Cooperstown.

Pero Bochy supo sacarle siempre el máximo provecho a cada jugador, más allá de sus nombres. Y por eso ganó.

"Cuando a usted le entregan un club, siempre tiene la esperanza de poder mantener a la gente unida, de lograr buena química. Pero eso no es algo que simplemente sucede. Usted tiene que trabajar en ello todos los días. No es fácil".

Claro que no lo es. Pero ahí entran las otras funciones del manager, más allá de ordenar un toque de bola de sacrificio, un robo de base o un boleto intencional.

Hay que ser un poco padre, psicólogo, maestro, líder, para aunar a un grupo de disímiles caracteres en pos de un solo objetivo.

Sólo cinco managers en la historia han ganado más de las tres Series Mundiales que hoy exhibe el mentor de los Gigantes de San Francisco.

Joe McCarthy y Casey Stengel, ambos con siete, Connie Mack con cinco y Walter Alston y Joe Torre, con cuatro cada uno, ya están inmortalizados en Coopertown.

Con sus tres títulos en clásicos de otoño, Bochy empata en el sexto lugar de todos los tiempos con Sparky Anderson, Miller Huggins, Tony LaRussa y John McGraw.

Y todos ellos también están en el Templo de los Inmortales, esperando a Bochy con los brazos abiertos.