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Messi-as, nazareno del Juicio Final en UCL

SAO PAULO -- ¿Quién eligió a Rakitic para jugar en los dominios de Messi? ¿Quién eligió a Messi para jugar en los dominios de Rakitic? ¿Fue Messi o fue Luis Enrique? No importa, la ecuación funcionó. Barcelona, de nuevo, campeón de Europa.

Hoy no hizo gol. Hoy no tuvo fantasías. Hoy no dio asistencias -aunque es suyo el disparo que rechaza Buffon-. Hoy Messi no existe en las estadísticas fulgurantes de la Final de la Liga de Campeones de Europa. Hoy nadie dirá que Messi hizo campeón al Barcelona, pero nadie puede negar que Messi hoy hizo ganar al Barcelona, que no es lo mismo.

Hoy Lionel jugó en las penumbras. Hoy fue el mejor jugador para el equipo sin pretender ser el mejor jugador del equipo, pero al final, por eso mismo terminó siendo el mejor jugador de su equipo. Y en un sutil anonimato porque siempre vive en la pasarela de la ansiedad universal.

Hoy, este sábado de gloria barcelonista, Messi huyó de los reflectores para no huir de sus responsabilidades. Peleó balones, estorbó, robó, luchó contra el músculo y contra la clase. No siempre ganó, pero siempre ayudó. Y claro, porque lo lleva en los genes, atacó cuando Rakitic se olvidaba de su nueva asignación.

Y después del Messi de hoy, millones en Argentina sonríen ilusionados. Y después del Messi de hoy, Di María y Mascherano ya saben que el líder que aguardaron en Brasil 2014, finalmente, apareció.

Sí, el Messi-as que ansía la albiceleste, responsable de sus obligaciones reales y periféricas, apareció el día del Juicio Final de la Champions. Y a sólo unos días de la Copa América.

Se fue de año sabático en 2014. Se reconstruyó de entre sus frustraciones acumuladas, como errar dos goles clarísimos ante Alemania en la Final mundialista, e incluyendo, claro, ver que el Balón de Oro no llegó a su colección.

Ante Juventus, Messi -o Luis Enrique, nunca se sabrá- empujó a Rakitic a que por momentos jugara delante de él. Inesperadamente, la Juve se fracturaba tratando de encontrar al argentino, que empezó a transitar libremente desde zonas insospechadas.

El gol de Rakitic, el 1-0, se origina con Messi, pero el balón fue tan sobado al aceitar la jugada, entre Neymar e Iniesta, que desapareció la huella de Lio de la monografía del gol.

Incluso, en los momentos de anestesiar la pelota, de narcotizar a la Juve sin permitirle posesión del balón, Messi reclamaba la entrega y la entretenía, y la protegía, y desesperaba.

Más pendular que nunca, con recorridos más largos que nunca, más encimoso que nunca, al final Leo terminó siendo el colaborador más activo para desactivar a los italianos, dentro de ese grupo que parece tener como única consigna ejecutar al adversario.

Cierto, a la Juve le roban un penalti, en la falta de Alves sobre Pogba, e incluso hay una asustadiza tolerancia arbitral sobre los excesos de Dani Alves, quien bien pudo irse expulsado por los insultos al silbante, pero todo pudo contrarrestarlo la Vecchia Signora si Tévez hubiera habilitado su espíritu asesino, o si Pirlo hubiera estado milímetros más exacto en los venenosos servicios. Pero, ya se sabe, el hubiera es ese limbo donde se instala el Muro de los Lamentos para quienes fracasan.

Cada vez menos guardiolista, cada vez menos exquisito, al Barcelona lo hacen superlativo las habilidades sobrenaturales de sus tres atacantes, más allá de que, lamentablemente, Neymar y Luis Suárez mantengan haciendo de los lloriqueos uno de sus recursos. En ese sentido, podrían aprender de Messi. Hoy chilla menos y juega mucho más.

Con el triplete en su caudal del año, redondearán con SuperCopas y con el Mundial de Clubes, mientras sus víctimas empezarán a preguntarse cómo destruir esa alianza que parece capaz de sobrevivir sin Xavi y sin Iniesta.

Al final, ya se ha dicho en este espacio para molestia y escepticismo de algunos: para enfrentar al vulgo de la Liga de España, le basta con ocho obreros y tres sobrenaturales. Y para el resto de Europa, en este Juicio Final de la UCL, la demostró que tiene ocho obreros, dos sobrenaturales y uno que aprendió que los artistas no están reñidos con el overol.

Messi no sólo empujó por el triplete. Mandó además una epístola cifrada, encriptada, en clave, de que Argentina sí puede ilusionarse con la Copa América. Porque Leo, finalmente, ya sabe de qué se trata...