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'Chicharito', la Santísima Trinidad del área

LOS ÁNGELES -- Es inevitable. Pronto mirará por el retrovisor a Jared Borgetti como máximo goleador de la selección.

Y es inevitable. Pronto desplazará a Hugo Sánchez como goleador en varios escenarios del futbol europeo.

Y, ya de hecho ha rebasado a Borgetti y a Hugo, y a muchos otros, en ese carisma, ese encanto indescifrable e inexplicable de los ungidos para caer parados siempre que se tropiecen. Mientras más decepcionan, más se les ama.

Pero Javier 'Chicharito' Hernández nunca rebasará la incertidumbre que lo escolta con más sombría lealtad que su sombra.

Hoy, como desde su debut como chusco superhéroe sin capa en el Manchester United, sigue siendo una trivia complicada con atuendo de futbolista: ¿será héroe, villano o comediante? ¿O la Santísima Trinidad del área?

Ante la Roma, pareció ser el protagonista inclemente capaz de asesinar a la Loba y a Rómulo y Remo, un triunvirato históricamente emblemático en el escudo del equipo italiano.

Pero, incapaz de ser bipolar, Javier Hernández personifica a cambio esa exquisitez cachonda de la Santísima Trinidad del área. El Chaplin del gol.

  • 1.- Desafía sus fantasmas. Confronta sus propios pánicos. Pide la pelota para ridiculizarse o inmortalizarse desde el punto penal. Amaga tanto su disparo, descompone tanto la figura, que el portero ya no sabe si es bluff o verdad, tanto disparate en la forma de cobrarlo. Era engaño y era verdad. Y fue gol. 1-0.

  • 2.- Yerra para magnificar su acierto. Y acierta para magnificar su error. Muere para resucitar. Resucitar para justificar su muerte.

    Veloz, impredecible, astuto, 'Chicharito' amaga a la derecha y se materializa a la izquierda. Marty McFly del segundero. Visto así, confunde la marca. Y aparece solo. Oh, fortuna, con la pelota al pie. Oh, desgracia, con el portero al frente. Y le pega bien, pero el portero se tira mal. Y la compasiva hada madrina del área le regresa el balón. Esta vez Javier le pega mal, y el portero se tira bien. Obvio: 2-0.

    Es la vida de Chicharito: se le atraviesa un gato negro y camina bajo la escalera, y se saca el premio mayor de la lotería. O compra el circo y le crecen los enanos, se depila la mujer barbuda, el león se traga al domador y el tragasables enferma de amigdalitis.

  • 3.- 4-4. Marcador de histeria. Tiempo para hacer historia. Y Chicharito hace lo inesperado. Auxilia fuera del área, toma la pelota, confronta, amaga, elude, se acomoda.

"¡Dios, este chapulinesco mexicano se tragó a Lewansdowski!", debió transpirar la tribuna del Bayer, envidiosa del Bayern. Y Javier le pega cruzado, con el reloj agonizando, con la defensa en un rictus de resignación. La pelota se va a un lado ("Mi caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de John Wayne?", pudo haberle cantado Sabina).

4-4 final. Y la Santísima Trinidad del área cumple: héroe, comediante y villano. Leverkusen entera debe tomar aspirinas para la migraña.

Javier Hernández sale del estadio ovacionado, y en el vecindario afectivo, en la cuna de la idolatría de sus paisanos, le veneran por los dos que hizo y no le condenan, sino que le condonan misericordiosamente por el tercero que falló, ese que pudo ser el 5-4, ese que hubiera cambiado la historia y su historia.

Parecería, incluso, que 'Chicharito' es más acurrucado y arrullado mientras más se mece en esa ilusa, ilusionada e ilusoria fascinación de lo puede llegar a ser algún día, que de la obligada urgencia por ser ya lo que tiene tantos años prometiendo.

Pero, la figura de la Santísima Trinidad en la religión es más una propuesta de fe ciega, de fe a ultranza, de fe más por fe que por certidumbre. Y con Javier Hernández, en esa Santísima Trinidad del área, la fe se divide en la comparecencia anhelada del héroe, el villano, y el comediante. Ninguno existe sin el otro. Trillizos en la gloria y trillizos en la desgracia.

Como sea, para Javier Hernández es relevante que su reloj de arena ya engorda hasta los 90 minutos.

Y lo más relevante: ya no debe rendir tributo a figuras mediáticas, oficiosas, oficiales, ni a divismos.

Acá en Bayer Leverkusen no hay un Wayne Rooney, sino que él debe atreverse a ser Wayne Rooney, guardando las proporciones.

Acá, en el reino de la aspirina, no hay un Cristiano Ronaldo, sino que él debe atreverse a ser Cristiano Ronaldo, guardando aún más las distancias.

Y tal vez eso aún no lo entiende Chicharito: le han entregado su propio reino, de menor envergadura, pero su reino, en el que sólo, lamentablemente, hay un trono, en el que sólo cabe una de sus tres personalidades: el héroe, el villano o el comediante.

Tendrá que decidir. Porque el 4-4 fue un estrujante guión de suspenso. Pero su tribuna ya reclama festejos y no más jaquecas. Las aspirinas se fabrican en Leverkusen para exportarse, no para automedicarse.