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Osorio ya sabe: dirige en el infierno, por prometer el cielo

CIUDAD DE MÉXICO -- Equivale a sacarte la rifa del tigre. Como cazar tiburones con un cortauñas. Así de afortunado. El puesto de técnico de la Selección Mexicana debe ser el trabajo más volátil, pero el mejor pagado del mundo.

Y Juan Carlos Osorio, ya sabe, tras la ignominia del 7-0, marcador que se niega a vocalizar, tal vez como un ritual metafísico de sanación, donde vino a meterse.

(Alguna vez, en una de esas charlas privadas, le advertí: "Profe, cuidado, los mexicanos estamos hechos de sustancia distinta a la de todos los demás. Creo que hasta los zoólogos deberían prestarnos atención". Él se carcajeó, escéptico, incrédulo, condescendiente. "Tranquilo", me dijo.)

El técnico de la Selección Mexicana, cualquiera, debería de firmar dos contratos el mismo día. Ineludible e inevitablemente.

1.- Uno donde acepte la misión imposible de satisfacer los caprichos y las ilusiones de 130 millones de mexicanos, que saben, pero por supuesto, muchísimo más que él de futbol.

2.- Ese mismo convenio, donde asuma que debe dirigir a una selección mayor que no ha ganado nunca nada cotizado, respetable, para llevarla a la Dimensión Desconocida del Quinto Partido, y claro más allá, porque la FMF, vendedora de imposibles, garantiza títulos antes de jugarlos.

3.- Una cláusula más: que se comprometa a una metamorfosis absoluta: debe ser amigo, padre, compadre, mascota, domador, comadre, padrino, valet, maestro, paño de lágrimas, motivador, y tirano con cada uno de los jugadores mexicanos, incluyendo a aquellos a quienes los perfumes europeos los han vuelto, a algunos, más delicados. Monsieur, le moi...

4.- Y claro, cargar con el paquete completo de promotores, patrocinadores, directivos advenedizos, y además los familiares de todos ellos, y hasta las novias, esposas, parejas, y concubinas eventuales de todos ellos y de los jugadores.

5.- Y, pero, por supuesto, entonces sí, entrar a negociar audazmente por encima de los dos millones de dólares por año, y un finiquito total si hay rompimiento intempestivo de contrato. Claro, si es una federación de futbol que cotiza 650 millones de dólares en un ciclo mundialista y tiene 14 anunciantes en su país y 14 más, en su país vecino, que pague por semejante desgaste.

6.- Y el otro contrato. El de finiquito. El de renuncia-despido. Ese debe firmarlo en blanco. En todas las áreas, excepto en la cantidad, pero sabiendo que lo pueden hacer efectivo de inmediato. Y claro, guardar silencio y no quejarse.

Seamos claros: en un ámbito exótico, excéntrico, rocambolesco, extravagante como el del seleccionador mexicano, éste debe entender que ha empezado a ser despedido, un segundo después de haber sido contratado.

Insisto, ser técnico del Tri conecta la puerta de entrada con la de salida de manera inmediata.

Si no, recordemos que los dos anteriores procesos mundialistas necesitaron de cuatro entrenadores, y con México en estado de coma. Estaba más cerca de la autopsia que del Mundial.

Juan Carlos Osorio es el tercer técnico de este ciclo mundialista. Y ya ha dado síntomas de nerviosismo.

1.- En la conferencia de prensa previa a El Salvador, estaba más nervioso por demostrar que no estaba nervioso.

2.- Este lunes, aseguró que trabaja para el "próximo cuerpo técnico de la Selección Mexicana, porque va a ocurrir, porque es ley de vida".

3.- Además, dijo que con el 7-0 ante Chile, decayó "la confianza en mi trabajo, aunque no sé en qué porcentaje, pero estamos trabajando en el proceso de recuperarla".

4.- Durante el partido contra El Salvador, se manifestó, como tardía epifanía, un Osorio que nunca habían visto en Colombia, y menos aún en México. Manoteó, se desesperó, gritó, llamó la atención. Fue un mimo de la frustración y rabia, en esos momentos. Y se atrevió al sacrificio público de Torres Nilo, al sacarlo de la cancha, y ese día y este lunes, le clavó otra lanza en el costado al hacer énfasis que ese movimiento significó la modificación victoriosa ante los cuscatlecos.

5.- Este mismo lunes rompió sus cánones habituales. Siempre dedica a los entrenadores rivales una catarata de elogios. Este lunes ni siquiera quiso citar por su nombre a Jorge Luis Pinto, a quien le endilgó un equivalente a "ya sabemos de todo lo que es capaz", luego de pedir cambio de cuerpo arbitral. Se despojó del habitual frac de la elegancia.

Ojo. Insisto: Osorio tiene muchísimas virtudes. Trabajador, detallista, culto, educado, y por encima de todo estudioso profundo del futbol. Pero, algunas de esas virtudes no encajan en un medio grupalmente agreste como el vestidor del Tri.

Por ejemplo, para él, las rotaciones son un ejercicio de igualdad en un clan familiar. Si todos juegan, todos se sentirán parte de la travesía. Todos son hijos y ninguno es entenado.

Ya Guillermo Ochoa lo declaró a la cadena Fox: "Varios jugadores no están contentos ya con las rotaciones". Habló en tercera persona del plural, pero se adivinó que él estaba en el motín.

Me reservo el origen de esta cita. En una de esas reuniones que ha tenido el colombiano con Pep Guardiola, el catalán, le comentó ante un grupo de confidentes: "Tú (Osorio) puedes dirigir en cualquier balompié del mundo... ¡hazlo!".

Pero Osorio quería (quiere) ir a un Mundial. Y eligió a México. La decisión es sin duda acertada. Una federación multimillonaria; clubes con instalaciones envidiables, y jugadores con un prototipo atlético-técnico-competitivo ponderable, más allá de que se equivocó al hablar con ligereza de las fibras 1A y 2B.

Y tal vez aún no lo sabe Osorio, pero ese proceso de credibilidad hacia su trabajo, no lo borrará ni una victoria sobre Honduras, ni tal vez vencer a EE.UU. en Columbus, y acaso, si consigue pisar la Tierra Prometida del Quinto Partido, pero, incluso, ya ahí, este balompié mexicano que no ha ganado nada como adulto, seguramente le pedirá, entonces ser campeón del mundo.

Este lunes, Osorio quiso citar a Borges. Al final distorsionó el pensamiento, que originalmente explica que "hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria", como para justificar que las derrotas, como el 7-0 ante Chile, "nos dejan muchas enseñanzas".

Una frase idealista, romántica, soñadora e inoportuna. Porque un 7-0 no puede ser digno por ninguno de los siete ángulos que se le vea.