<
>

Rafa Márquez, ¿pastor de ovejas... y lobos? en México

LOS ÁNGELES -- -- Rafa Márquez puede, en su oasis personal, citar a William Ernest Henley: "Yo soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma". Porque vive así: tan cerca y tan lejos del Cielo y del Infierno, como él lo decida. El dilema de Dante.

Salta Márquez a agitar la inquietante bandera de la sublevación. Arenga, desde ese distrito de comodidad extrema en el que vive, a que se asocie, se agrupe, se solidarice el futbolista en México. Porque, sí: los ricos de la cancha también lloran.

¿Sabe a qué se enfrenta en realidad Rafa Márquez? Al poder despiadado de promotores que son los principales enemigos y esclavizadores del futbolista. A directivos que se coluden y corrompen con los promotores. Y pretende agrupar a un gremio donde los Judas reptan por los vestuarios.

Atención: Rafa Márquez debe saber elegir a sus aliados, porque, supongo, ha ya decidido elegir a sus enemigos. Y no son más, pero tienen el poder. Rafa podrá tener la navaja, pero el mango de la navaja está en aviesas manos. Manos, además, adiestradas para el crimen.

Irónico, sin embargo: millonarios y multimillonarios del futbol buscan el cobijo de la sindicalización. El futbolista entiende el triste sarcasmo que es, en México, un peón vestido de Armani y a bordo de un Ferrari, pero peón al fin. Labriego de campos sin surcos.

Cierto: hay otros, a quienes el infortunio, la pusilanimidad en la cancha y la torpeza de trato con el balón, los ha recluido en la comuna de los salarios precarios. Para ellos la estigmatización de los lujuriosos y felices pecadores Adán y Eva es un grillete: "ganarás el pan con el sudor de tu frente".

Como sea, en una jungla siempre lujosa, pero a veces con emboscadas, acechanzas y agreste, el futbolista se ve desprotegido en el balompié mexicano. Un gremio en el que las lesiones o la falta de exquisitez con el balón convierte los sueños maradonianos de algunos jugadores, en una cruzada semanal de jornaleros. El salario del hambre.

Porque en la Torre de Babel del futbol, el jugador sabe que la vida es así: hoy al despertar la desigual repartición de talentos nos dice que hay 7,500,000,000 de habitantes en el mundo y sólo un Lionel Messi. Todos hemos sido hechos a la imagen y semejanza de Dios, unos menos, otros más. Lo confirma Juan Villoro: "Dios es redondo".

Así, en esa lucha de clases del futbol mexicano, Rafa Márquez se atreve donde otros se atrevieron pero recularon, se culipandearon. O donde otros ni siquiera osaron. Y también donde muchos se atrevieron, pero sólo saquearon al gremio mismo. Sátrapas de su misma clase.

Rafa Márquez tiene todas las ventajas. No atesora mezquindades y mucho menos las anhela. En el caso de un hombre que tiene una Fundación de apoyo a la niñez desamparada, es insultante referirse a él con la bajeza de los instintos, como decir que tiene fama, dinero, poder, aunque es totalmente cierto.

El hijo epónimo de Zamora y Camécuaro, en Michoacán, es una propiedad aún del museo gentil de la memoria del barcelonismo, y hoy aún se viste de futbolista, y el atuendo le sienta perfecto, con Atlas y hasta con el Tri, más allá de que al llegar al León, muchos le llamaron decrépito. Hoy la cobardía los amordaza a esos detractores.

Con esas referencias, conquistadas por supuesto, ganadas sin duda, merecidas sin cuestionamientos, quiere unir a un gremio que se empeña en vivir desunido, apático, hasta qu, claro, la desgracia abre sus fauces para engullirlos enteros.

En México la figura sindical, o todo lo que se le parezca, está satanizada. México es el paraíso de los sindicatos blancos, esos que pertenecen a las mismas empresas. Y por otro lado, Pemex y la CFE son figuras delictivas y descaradas de cómo la sindicalización es un acto de abuso y de cómo el depredado puede convertirse en depredador.

En México, quien se atreve a musitar la palabra sindicato a oídos de esquiroles morales, se suma de inmediato a la lista de desempleados y sin carta de recomendación. En el mundo laboral de México, las ovejas llevan bozal y las hienas van al odontólogo.

Y Rafa Márquez tendrá que desafiar fuerzas perversamente poderosas. ¿Qué va a ocurrir si Carlos Hurtado o Guillermo Lara, promotores "de su vientre y su sexo", diría Alberto Cortez, y propietarios de voluntades de jugadores en México les prohíben a sus subyugados afiliarse y hasta en un caso extremo, de ser necesario, proceder a un paro?

Si la FIFA no ha logrado meter en cintura al futbol mexicano y acabar con la Multipropiedad, el Pacto de Caballeros, el Tianguis de Piernas, los multicontratos fiscales, entre otras lindezas de la corrupta y dispuesta a corromperse aún más FMF, ¿podrá Rafa Márquez?

Y el mismo jugador del Atlas deberá plantarse masculinamente ante el espejo de su conciencia. ¿Volvería a ser actor pasivo y divertido en la pachanga orgiástica de Monterrey con el Tri, sin ejercer ejemplarmente como líder del mundillo de jugadores?

¿Volvería a pedirle a algún tundeteclas prófugo del alfabetismo que le maquilara una cartita para salvar el pellejo de algunos y forzar la salida de Néstor de la Torre siendo cómplice de la solaz maniobra de Justino Compeán y Decio de María?

Sin embargo, ciertamente Rafa Márquez es el hombre idóneo para esta cruzada. Hay riesgos. Quiere ser pastor de un rebaño confuso y confundido, en el que cohabitan, sin necesariamente relacionarse, lobos y corderos, millonarios y pobres, aburguesados e inconformes, leales e hipócritas.

Y ciertamente, si no es en esta ocasión con Rafa Márquez, las esclusas, los diques del miedo de los acobardados, acomodados y acomodaticios futbolistas seguirán en manos de directivos, promotores y de los oligarcas individualistas de este futbol mexicano.

¿Qué obra leeremos? ¿La rebelión de los colgados de Bruno Traven? ¿O Fuenteovejuna de Lope de Vega? ¿O ambas?

Aunque, y eso debe saberlo Rafa Márquez, siempre habrá el riesgo del bellísimo y trágico desenlace de Walter Whitman: ¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!: "Pero yo, con lúgubre andar/Camino la cubierta donde yace mi Capitán,/Caído, frío y muerto".

Históricamente, en el inventario de los abyectamente poderosos, siempre hay cruces y clavos para premiar a los espontáneos redentores. La historia está llena de ellos.