No pueden quejarse las 145,905 personas que acudieron a los seis juegos en El Petco Park de San Diego, correspondientes a la segunda ronda del Clásico Mundial de Béisbol.
Con la excepción del encuentro entre Puerto Rico y Venezuela, ganado por los boricuas por paliza de 13-2, todos los demás encuentros fueron vibrantes, de esos que mantienen al borde del asiento a media humanidad.
La victoria de los puertorriqueños 3-1 sobre República Dominicana en el choque inicial del grupo, el martes pasado, sentó la tónica de cómo serían los demás enfrentamientos entre las cuatro principales potencias beisboleras del mundo.
Porque no lo pongan en dudas. Los cuatro equipos que se dieron cita en San Diego son la creme de la creme de la pelota en el planeta. No por gusto le llamaron el grupo de la muerte.
Tal es así que entre los eliminados del grupo estuvo el campeón defensor del título, que llegó al Petco Park tras ganar de manera invicta la primera ronda en Miami, y se fue con dos derrotas en tres partidos.
Y Venezuela, el segundo país, después de República Dominicana que más peloteros extranjeros aporta a las Grandes Ligas, también se fue del aire.
Necesitó un juego extra para avanzar a la segunda ronda y tras caer con las botas puestas ante estadounidenses y quisqueyanos, se despidió de la misma manera en que inició el torneo: con una soberana paliza a manos de los boricuas.
En su primer enfrentamiento, en la ronda inicial, los puertorriqueños liquidaron por nocaut de 11-0 en siete entradas.
Para que no quedaran dudas de esa primera vez, Puerto Rico volvió a darle duro a Venezuela, en un partido que ya no revestía ningún interés, con los primeros ya asegurados para las semifinales y los segundos eliminados de toda posibilidad.
El mayor show lo montaron los boricuas, con su cátcher Yadier Molina a la cabeza, para pasar por encima de todos sus rivales y mantener el invicto que arrastraban desde la primera ronda.
Si hubiera que definir la actuación del conjunto puertorriqueño con una sola palabra sería ALEGRÍA, así, en mayúsculas.
Da gusto ver el accionar sobre el terreno del equipo dirigido por Edwin Rodríguez, que ya está a una victoria de igualar su actuación en el clásico anterior, cuando cayeron en la final ante República Dominicana.
Pero a los boricuas no les conformará repetir el segundo lugar de hace cuatro años y tienen hambre de más.
Como también tiene Estados Unidos, aunque no siempre sus peloteros expresen sus sentimientos y emociones tan abiertamente por cuestión de idiosincrasia.
Todos los equipos dejaron la piel sobre el terreno de Petco Park, incluso los venezolanos, que se fueron debilitando gradualmente tras perder por lesiones a Salvador Pérez, Martín Prado y Miguel Cabrera.
Entrega no faltó y casi todas las noches, como dice Ernesto Jerez, el sufrimiento vino incluido.
La asistencia pudo ser mejor, dada la calidad de espectáculo que se ofrecía, pero la polémica eliminación de México en el grupo D en Guadalajara fue un factor que influyó en las bajas concurrencias de los tres primeros partidos, de poco más de 16 mil fanáticos por día.
Los que no fueron se perdieron un espectáculo de lujo, con todo y que puede mejorarse mucho más con detalles como el arbitraje y el uso del video en apelaciones.
Los 145,905 que fueron pueden sentirse satisfechos y retribuidos por cada uno de los centavos que pagaron por sus boletos.