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México y el alucinógeno 3-1 a Irlanda

LOS ÁNGELES -- El fanático prefiere vivir en el País de las Maravillas, con Alicia y sin Alicia, mientras no falte el alucinógeno gato bodeguero con la sedosa piel a la moda de Jorge Campos, desafiando la acrofobia de sus genes, trepado en un árbol.

Al fanático del Tri, ese compadecido peregrino que cada cuatro años, regularmente, acude a la Meca de la FIFA, en busca del milagro mundialista, para regresar en la procesión marchita y calamitosa de la realidad conkakafkiana (diría Guillermo Chao), es difícil explicarle las alucinaciones de un 3-1 sobre una Irlanda que aún puede ir a la Copa del Mundo Rusia 2018.

Más complicado es cuando algunos, no todos, de los heraldos mediáticos se empeñan en regodearse en el inescrupuloso resultado, como verdad absoluta. Y después, cuando el oropel se desgasta...

Vanagloriada como el artificio supremo de la competencia, la victoria también tiene la perversidad del engaño, especialmente cuando tiene el beneplácito de la complicidad de la muchedumbre que elige la catarsis del resultado.

Fácil sería decir que México fue un tsunami esmeralda sobre los despojos irlandeses en la cancha del MetLife, cuya tribuna reporta más de 42 mil asistentes, y uno se pregunta porqué no entraron todos al estadio si tenían boleto pagado. Hasta en esas cifras hay una manipulación.

Unirse a la fiesta y condecorar a un buen jugador como el Burrito Hernández como el diamante en bruto que México estaba esperando y que no sabía que ahí lo tenía, o cobijarse bajo el techo de la especulación de "les hicimos tres pero pudieron ser ocho", desencadena violentamente suposiciones.

Este Blog debió entregarse la noche del jueves y no la madrugada del viernes. Hay una explicación. Con el partido grabado y poder verlo nuevamente -suplicios inminentes del oficio--, fraccionado y en detalle, permite sacar conclusiones menos festivas.

Los irlandeses, a diferencia de los croatas en el Coliseo de Los Ángeles, salieron a desperdiciar el partido. Cierto, la brutalidad del jet lag, la confusión biológica de los ritmos circadianos, y la flemática indiferencia, equivalente al mexicanísimo valemadrismo, esquematizaron una irrealidad para el Tri.

En los goles, y en las acciones ofensivas de México, es tan evidente ese segundo de reacción tardía, ese segundo para tratar de salir de letargo muscular y emocional, que permite, desde deficiencias en la marca, como en las coberturas, como en la reacción con el balón directamente en juego.

Rescatables, gratificantes y ratificantes, sin duda, dos situaciones del juego: el portento de jugador que es Carlos Vela, quien llegó un momento en que hizo gala de displicencia, y en su arsenal de cualidades se dedicó a tratar de bobalicones a los adversarios.

La otra postal valiosa: Raúl Jiménez, quien dicho en el círculo íntimo del mismo Juan Carlos Osorio, será su centro delantero titular en la Copa del Mundo Rusia 2018, y deberá dar pistas de ello en la Copa Confederaciones.

Evidentemente, de esa modorra integral de Irlanda, poca culpa tiene México. Pero, por eso subrayábamos que cuando se embelesa miopemente el lado perverso de la victoria, se construyen nichos frágiles.

Ese segundo y esos metros que encontró México ante Irlanda, para juguetear con el adversario serían un hallazgo al enfrentar a Honduras y a Estados Unidos en el Estadio Azteca.

Ciertamente México es favorito ante catrachos y estadounidenses. Pero, quien piense en ese sobrepoblado País de las Maravillas del ¿alucinante? 3-1 ante Irlanda, que Honduras no ha evolucionado de la mano de Jorge Luis Pinto, o que Estados Unidos no será muy distinto ahora con Bruce Arena, no llegará a la hora del té.

El Tri puede, debe, quiere, amarrar el pase al Mundial de Rusia 2018 en esta doble jornada en el Estadio Azteca. Pero, el equipo necesita inocularse ante esa epidemia de exitismo, de euforia extrema, del 3-1 ante los sonámbulos irlandeses.

Y sin olvidar, como desde hace año y medio insistimos, a Juan Carlos Osorio no se le buscó para tratar de seguir siendo el campeón de casi todos los torneos moleros que le organiza SUM al Tri, ni para llegar al Mundial, sino para tratar al menos, por ejemplo, de emular a EEUU y Costa Rica, que ya saborearon la circunstancia del quinto partido.

E insistir: ni Osorio es el primer culpable del 7-0 ni tampoco el supremo responsable de la victoria en Columbus para romper el dominio del padrastro estadounidense.

Los jugadores, ellos, especialmente los pomposamente llamados europeos, son, recalco de nuevo, son los genuinos hijos bastardos del 7-0 y los genuinos patriarcas de la invasión a Columbus. Por eso, ellos y sólo ellos decidirán en el Estadio Azteca.