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No, Osorio no es mucho collar para tan poco perro

LOS ÁNGELES -- Había sido referido en anterior Blog. El aficionado colombiano al futbol otea cuidadosa y apasionadamente el horizonte de la selección mexicana.

Y se agudizó más ese asomarse al balcón ajeno después de la segunda goleada en dos torneos oficiales, que recibe el equipo tricolor del colombiano Juan Carlos Osorio. Después del 7-0 ante Chile, este 4-1 ante Alemania.

En redes sociales, ese coliseo inofensivo, inmune, divertido, para quien sabe surfear en él, sin ahogarse en el intento, la discusión se volvió encarnizada. Una mayoría de la afición mexicana invita a Osorio a regresar a Colombia, mientras los paisanos del técnico del Tri, le ponen un cuello ortopédico para rescatar ese pescuezo tambaleante.

Admirador --¿quién no?-- de García Márquez, me convertí además en un apasionado lector de otro colombiano, Fernando Vallejo, poco querido por un sector de sus paisanos. Muy distinto de El Gabo, pero también de una tremenda exquisitez literaria.

Y Vallejo, avecindado por mucho tiempo en México, escribió alguna vez: "Colombia tiene la perversión de creer que lo grave no es matar sino que se diga".

Más allá de la crudeza y crueldad de semejante contemplación, es aplicable al caso de Osorio. Lo grave no es que prepare un genocidio de la pasión mexicana por el Tri, sino que se diga.

Estoy lejos, muy lejos, de llevar este escenario a un conflicto entre dos naciones que podrían mirarse al espejo y confundirse, vamos desde las sanguinarias lacras sociales y políticas que le aquejan hasta en el aspecto de lectura por habitante por año: 2.2 por cada colombiano y 2.9 por cada mexicano.

Estuve 45 días en Colombia, antes, durante y después de la Copa América. Días inolvidables. Incluso aún recuerdo que tiré mi ropa en el hotel y regresé con las maletas llenas de ediciones de García Márquez que no se conseguían en México y una fantástica colección del Grupo Niche.

De hecho, platicando con el decano del periodismo colombiano, Óscar Restrepo, pilar de sabiduría en Raza Deportiva de ESPNDeportes, concluimos que a miles de kilómetros, pero con el mismo barro, se habrían moldeado mexicanos y colombianos. Por lo que uno suspira en Cali, se puede suspirar en Sinaloa.

En sus argumentos, los aficionados cafeteros, aseguran que Osorio es mucho collar para tan poco perro, es decir, el Tri. Aseguran que el técnico puede consolidar un proyecto en el futbol mexicano, pero que no hay materia prima entre los jugadores.

Y esto lleva a varias consideraciones, entendiendo, y aclarando, que discutir en Twitter, por ejemplo, circunscribe a la tacañería de 140 caracteres la dimensión de la disertación.

1.- México ha ganado dos Mundiales Sub 17, una Copa Confederaciones y una medalla de oro en Juegos Olímpicos. Además, jugó finales de la Copa América, e incluso una de ellas la perdió ante Colombia, y mejor no recordar los artilugios de Conmebol en Semifinales y la misma Final.

2.- Cuando converso con colombianos, aficionados o dentro de los medios, son puntualmente coincidentes: prefieren a Reinaldo Rueda antes que a Osorio para sustituir en un año y días, a José Néstor Pékerman. ¿Entonces? O, es como decimos en México, "que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre".

3.- En lo personal, he tenido dos charlas extensas con Juan Carlos Osorio. Insisto: es un buen hombre bueno. Un caballero. Trabajador en extremo, minucioso, devoto de su oficio y con una historia de vida que podría seducir a un guionista hollywoodense. Perseverancia, es el resumen.

4.- Pero, y lo ratifico a muerte, porque se lo dije al mismo Osorio: llegó a una de las federaciones más perfectamente corruptas del futbol mundial. Tan astuta la FMF que ni Loretta Lynch le encontró un centavo manchado de corrupción. ¡Ja! Sus muertitos los tiene bien enterraditos.

5.- Es decir, Osorio se metió a la cueva de hienas más peligrosa del balompié mundial. ¿Cuántas federaciones en el mundo tienen 14 anunciantes de su selección en un país y otras 14 distintas en otro como EEUU? ¿Cuántas federaciones en el mundo facturan más de 650 millones de dólares en un ciclo mundialista? De América, sólo Brasil, y ninguna más. Osorio es, pues, un dígito entre semejante fortuna para la FMF.

5.- Y reitero: Osorio emprendería un magnífico proyecto en un club mexicano, en un club serio, y no un vodevil de corrupción como el Puebla, el cual le pagó incluso apenas la mitad del finiquito debido, y al estilo de Las 24 Horas de Lemans: a 30, 60 y 90 vueltas de sus abogados ante el juzgado. El técnico colombiano, por ejemplo, en dos años rompería esa sequía de 20 años sin título de Cruz Azul.

Y es necesario explicar algo: gran parte del aficionado mexicano, ese que seguramente tendrá más de 25 mil emisarios en Rusia 2018, como tuvo 30 y 35 mil en Francia 98, Alemania 2006 y Brasil 2014, organiza su vida social y financiera, para cada cuatro años enarbolar la bandera del ilusionismo, y regresar con la bandera de la frustración.

Por, eso, el futbol polariza en México, porque la Tierra Prometida del Quinto Partido tal vez sólo la conozcan el Día del Juicio Final, y por la tardecita, si Dios lo permite.

Así, creo, el aficionado colombiano puede entender que el futbol mexicano si tiene futbolistas, hoy mismo incluso, para no sufrir humillaciones históricas e histéricas como ante Chile o AlemaniaB/C, pero necesita a un entrenador que los convenza y los comprometa.

Prueba de la falta de discurso de Osorio, como le ocurrió a Sven-Goran Eriksson también, es que se consideró necesario buscar a un "gerenciador" como Imanol Ibarrondo, para que les musitara al oído su presunta grandeza y escuchar las cuitas de los traumas de los jugadores.

Esa arenga no se consigue en la pulcritud de la palabra, menos aún en el jugador mexicano, que en su mayoría agradece más una amigable pero sincera mentada de madre, o un discurso cargado de cinco o seis estallidos soeces, que del arrullo de sirenas que tienen Osorio e Ibarrondo.

Terminado este texto, que seguramente será refutado, repelado, rebatido, maltratado y desdeñado, me preparo un cafecito de la zona de Urrao en Antioquia, que bien podría confundir con nuestro café chiapaneco o veracruzano, en espera de una Bandeja Paisa.