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Un circuito nefasto

BUENOS AIRES -- A los lugares comunes que resurgen tras cada crimen no les falta veracidad. Es más, hay abundancia de oradores y certezas.

"Los dirigentes conocen a los violentos, conviven con ellos, los apañan".
"El problema le pertenece a la sociedad y el fútbol está inmerso en ella".
"La solución pasa por una cuestión política".
"La culpa no es sólo de la dirigencia, pagamos mucha plata en seguridad".
"A la policía le conviene lo que ocurre para justificar grandes operativos".
"Las barras son la fuerza de choque del poder político".
"Los detenidos en la cancha entran por una puerta y salen, inmediatamente, por la otra".
"Los jugadores son también cómplices con su aporte económico".
"Etc, etc, etc..."

Esta lista, amarilla de vieja, roja de sangre y negra de muerte, se engrosará cuando lloremos a otro Emanuel Alvarez, o cuando nos cansemos de repetir en cámara recontralenta feroces peleas internas.

Por suerte, "nuestra sana dirigencia" no tiene contacto con este mundo delictivo, no reconoce a nadie, y le roban o falsifican las entradas por las cuales se pelean los violentos, y le toman las instalaciones para usarlas a voluntad, y le manejan el estadio cuando se lo alquilan a los empresarios del rock, y...

Sí, supuestamente, todos saben que existen y se pelean por botines tan pesados como de obvia procedencia, porque no se cortan los caminos que componen el nefasto circuito. Se interviene cuando se accionan revólveres, cuchillos, manoplas o cinturones y no cuando, por ejemplo, se entregan entradas. Sin beneficios ni posibilidad de rentables negocios quizá no habría puñales.

¿Quiénes son los auténticos líderes de las organizaciones bravas? ¿ Los Di Zeo o los que le sirven el botín sobre la mesa? De vez en cuando las investigaciones alcanzan a los sicarios pero se enceguecen al mirar uno o dos escalones más arriba.

Es cierto que parece de iluso pedirle a los encargados del fútbol que sean ejemplo de un país que lucha por evitar el descenso en cuanto a la percepción de la corrupción. En el ranking que confecciona la Organización Transparencia Internacional, la Argentina, por supuesto afuera del top 100, obtuvo 2,9 puntos sobre 10 posibles. Lejos de los 9,4 de Nueva Zelanda, Dinamarca y Finlandia.

Seguimos en el Reino del Todo Pasa, donde el dueño de la AFA gobierna con paraguas mediático, amparado en el silencio, propio y ajeno. ¿ A nadie le interesa la palabra de Don Julio? ¿Es normal que no opine? ¿Hubiera sido lógico que la presidenta se manejara con boletines de prensa ante la crisis del campo? La filosofía del Todo Pasa es clara: exponerse poco y que el tiempo arrastre preguntas, dudas y críticas.

A lo sumo habrá que conformarse con algún comunicado, redactado por un jefe de prensa que supo ser profundo detractor de la estructura AFA, que se refiera a los negocios emprendidos (circuitos internos de audio y video, tarjetas magnéticas y restricción de tickets, que ha hecho más valiosas a las que los dirigentes les ceden a las barras) a partir de la violencia, pero que no hable de actitud y decisión para desactivarla.