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Barcelona... reconstruir un imperio donde sólo quedan reliquias

LOS ÁNGELES -- Ruinas. Vestigios. Ese tufo agrio a cadáver que se tragan los sentidos. Eso es hoy el Barcelona. Pero, un imperio en ruinas es aún un imperio porque sobreviven las reliquias.

Tenían que ser los alemanes. 8-2. La derrota se vuelve infinita. El Bayern Munich ejerce la frase del coloso teutón Hans Peter Briegel en el Mundial de 1986: “Mañana (final ante Argentina), el futbol es más importante que la patria porque la patria hace importante el futbol”. Claro, ahí estaba Maradona, y claro, acá, sólo estaba Messi, y no puede haber patria donde no había patriotas.

El Barcelona fue una piltrafa. Debía estar advertido. Los alemanes dan las gracias declarando la guerra: “danke”, y se pronuncia sutilmente “tanque”. Ocho veces inmisericordemente agradecidos. Cataluña sigue con la bandera a media asta.

Los medios españoles agotaron sus lágrimas en los encabezados. “Humillación”. “Vergüenza”. “Deshonra”. Etcétera. Epitafios eternos. Esta acta de defunción será resucitada de entre los archivos en cada edición de la Champions.

Pero, insisto, el imperio existe, porque entre los escombros, entre los anacronismos, sobreviven y regurgitan las memorias. Y el Barcelona, alguna vez, algunas veces, con otros, entendiendo como Briegel, hicieron de su equipo un genuino sentimiento de patria 90 minutos cada semana. Hoy, ¿cuántos de ellos sólo, únicamente, se sienten catalanes al verificar su cuenta bancaria?

Josep María Bartomeu y Quique Setién han vivido horas extras. Tras la masacre, debieron ofrendar sus puestos, desnudarse los pescuezos y entregar sus cabezas, como para reivindicar los hilos de dignidad que como hombres deben arrastrar. ¿Acaso alguno de ellos cree que merece volver a cruzar el umbral de la Ciudad Deportiva Joan Gamper?

Es cierto, ninguno, ni Bartomeu ni Setién, estuvieron dentro de la cancha. Pero, ellos eligieron a muchos de los que no merecían estar dentro de la cancha. Y la bayoneta histórica del Barcelona no se entrega a cualquiera, no se ningunea. Y ambos lo hicieron.

¿Reconstruir el Imperio? Hoy sólo queda un cascote. “Estas ruinas que ves”, diría Ibargüengoitia. Pero, reitero, prevalecen las reliquias.

Detrás del 8-2 y el funeral carnavalesco en el mundo hay gente feliz, y no hablo de Madrid y esos corazones iluminados por la ocho veces rimbombante calamidad ajena. Joan Laporta es uno de esos hombres con el corazón festivo, detrás de su rostro de funeral. Es el momento de regresar.

Laporta ha ganado las elecciones sin necesidad de hacer campaña. El adversario, Bartomeu, se encargó de glorificarlo. Bartomeu está muerto electoralmente. Su discurso es una esquela, un voto necrológico. ¿Cómo explicar que más de 500 millones de euros se han ido a la basura? Alguna de esa basura puede ser reciclable, pero él no.

He visto dos veces el juego, aunque el término “juego” parece un absurdo en este caso. Bien, he visto dos veces el abuso perpetrado por el Bayern Munich, una máquina perfectamente en combustión, por dentro y por fuera. “Danke, Barcelona”.

Y he buscado la sangre del Imperio. No aparece. Esa, la sangre de Puyol, de Iniesta, de Xavi, de Mascherano, de Márquez. Porque Gerard Pique, Sergio Busquets, Jordi Alba, terminaron como abnegadas plañideras de la desgracia propia.

Dice Piqué que está listo para hacerse a un lado. Abanderado de grandes alegrías, ¿ahora es el acobardado en las grandes tragedias? “Danke, Piqué”.

Es más fácil construir un imperio que reconstruir un imperio. Para construirlo, hay que elegir cada piedra y poner piedra sobre piedra. Ahora, entre el cascajo, hay tan poco para elegir. Acaso Lionel Messi, a quien, sin embargo, la tirilla de capitán le amputa el brazo, y el liderazgo. Este viernes regresó a su mundo, a su burbuja, a donde se enclaustra -como con Argentina-, cuando las ráfagas del desastre le alertan de la tragedia.

La Masía prometía ser una leyenda, pero hoy se asemeja más a un mito. La han corrompido sus propios dirigentes. ¿Se cumplirá acaso la condenación que relata Gabriel García Márquez sobre su coronel Aureliano Buendía? “Porque las estirpes malditas no tendrán descendencia”.

Barcelona ha dado golpes mediáticos, que le han ganado portadas, pero no le han redituado trofeos. Antoine Griezmann, Arthur, Ousmane Dembele, Arturo Vidal, y encima Philippe Coutinho, despreciado por el Clan Messi, terminó clavando la octava alcayata sobre el féretro catalán. En total, Bartomeu ha dilapidado más de 500 millones de euros.

Sangre de su sangre. Por ahí debe comenzar. Xavi ha dicho que no está listo para dirigir al equipo, lo cual significa que en realidad ya está listo para dirigir al Barcelona. Cuando dijo que no, dijo que sí, hasta fantaseó con tener a Puyol, Andres Iniesta y a Jordi Cruyff a su lado. Dice que no, pero ya tiene a su séquito.

Porque el Barcelona debe elegir al hombre que sea capaz de imponerse al vestidor y en el vestidor. Pastor y ordeñador de oficio, entrenador por hobby, Quique Setién es un excelente estratega para equipos chicos, con una semblanza táctica poderosa, pero que para el grupo oligarca y perfumado de jugadores azulgranas, en términos de Serrat, “huele a paja, a honrado estiércol y a leche”.

En caso de seguir el camino equivocado, el que ha seguido en los últimos años, ese de deslumbrar en las portadas, y de oscurantismo en la cancha, el Barcelona podrá seguir protagonizando sus guerras civiles con el Real Madrid y el Atlético de Madrid, y redimiéndose al abusar del Alavés, el Real Betis, el Eibar, Girona, Huesca, Cádiz, Celta Vigo, y contando. Pero, ¿Europa? ¡”Danke”!

Así, con este Barcelona en desechos, con los escombros del imperio, hay que puntualizar que un imperio en ruinas es aún un imperio porque sobreviven las reliquias.