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La herencia de León y Pumas que los necios no quieren ver

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Andrés Lillini: "Acerté estrategicamente. Hoy el futbol nos premió" (2:07)

Las palabras del DT de Pumas luego de la remontada ante Cruz Azul. (2:07)

LOS ÁNGELES -- El futbol mexicano está por recibir una lección útil, generosa, pero que atenta contra los intereses oscuros, y ya ni tan ocultos, que lo dañan cíclicamente.

La Final entre León y Pumas tiene una enseñanza poderosa. Lamentablemente, ha ido quedando relegada ante el colosal remezón provocado por el estrepitoso y escandaloso fracaso de sus víctimas: Chivas, y la #MegaCruzazuleada de La Máquina.

El fallido Guadalajara, del multimillonario despilfarro, y el Cruz Azul apuntando febrilmente a sus Bodas de Plata de la frustración, se llevaron, desde la plancha de autopsias, más atención que el mensaje de León y Pumas.

Ciertamente, ambos finalistas viven en vecindarios distintos, pero con rasgos somáticos similares en su forma de trabajar, que terminan por emparentarlos. Y ambos, tienen un discurso que no debe pasar desapercibido.

Queda claro que ejecutan de manera diametralmente opuesta su sentimiento por el futbol. No hay caminos de privilegio para el éxito. Mientras no haya trampa, será meritorio.

1.- León ha elegido ser espectacular y generoso, y se agradece. Apenas en la Semifinal de Vuelta decidió retocar su manera de jugar. Y fue evidente que no es lo suyo preocuparse por morir antes que por matar al rival.

A la Fiera le cuesta, le enerva, le inquieta jugar agazapada, cuando ha desarrollado semejante instinto asesino. Su hábitat favorito es el área rival.

2.- Pumas ha elegido ser pragmático, tacaño en ocasiones, pero nadie puede ponerle un asterisco en su ruta a la Final del Guard1anes 2020. Juega al límite, expuesto a que un error lo ponga contra las cuerdas.

No puede soslayarse que lo ametrallaron 4-0. Haber recibido cuatro goles en la Ida ante Cruz Azul explica su alto grado de vulnerabilidad, así como el hacerle cuatro en la Vuelta explica el alto grado de devoción para no volver a equivocarse.

¿Lecciones en esta Final de la Liga MX? En ambos clubes hay trabajo ordenado, organizado, llevado a cabo por gente que sabe de futbol, o con gente que delega correctamente en quien sabe de futbol.

No hay dispendio ni gastos demenciales. No hay histeria que los lleve a compras de pánico. O no hay infiltrados que sean compinches en la corrupción con promotores, para llenarse de bultos extranjeros.

Seguramente, la suma de las nóminas de ambos equipos, Pumas y León, en precios y costos reales, no roza ni remotamente lo que ha gastado y gasta un solo equipo de Monterrey. Con los salarios y precios de las cartas de los jugadores, ya sea de Tigres o de Rayados, se pagan los de ambos finalistas.

Y en el caso de Chivas y América podría ocurrir lo mismo. Ningún jugador de Pumas o de León cobra salarios como los de La Chofis López u Oribe Peralta, quienes seguirán un año más amamantándose de la ubre rojiblanca.

En El Nido hay jugadores sobrevalorados y de paupérrimo rendimiento: Roger Martínez (4 millones de dólares), Andrés Ibargüen (3.3 mdd), Nico Benedetti (3.8 mdd), sin contar a los enfermos como Nico Castillo (5.7 mdd) o lesionados como Bruno Valdez (5.9 mdd), de acuerdo con cifras publicadas por medios mexicanos.

Pumas tiene a siete jugadores extranjeros, con Juan Ignacio Dinenno como figura dominante, aunque hay algunos irregulares y, por momentos, hasta conflictivos, como el inestable Juan Iturbe, al que Andrés Lillini parece haber metido en cintura.

León totaliza diez foráneos, de los cuales sólo dos han decepcionado, Nicolás Sosa y Emanuel Gigliotti, y en contraste con el América, tres de sus cuatro jugadores colombianos han sido regulares, y Nacho Ambriz ha sacado lo mejor de ellos.

En el caso de los universitarios, entre el proyecto de Jesús Ramírez, desde el escritorio, y además por la crisis económica del club, se decidió regresar al semillero, alguna vez notable, de sus fuerzas básicas, mientras que el León ha mantenido una base de veteranos, agregando hallazgos de jugadores buenos, bonitos y baratos.

Ambos clubes finalistas contemplan agregar paulatinamente, para el 2021, jugadores de la propia cantera. En especial, Nacho Ambriz ha asegurado que hay ya, en las bases del León, una generación de recambio que paulatinamente deberá facilitar la transición.

Y ya que se habla de costos, los salarios de Nacho Ambriz y Andrés Lillini juntos, se cubren con el sueldo de Ricardo Ferretti. O con lo que ganaba El Turco Mohamed. O lo que cobra Víctor Manuel Vucetich. O lo que percibe Miguel Herrera. Y todos éstos se quedaron en el camino.

Nacho Ambriz marca un punto de referencia sobre la continuidad, aunque es él quien ha dicho que, terminando este torneo, buscará nuevos horizontes, seducido por ese mundo rutilante que conoció como auxiliar técnico de Javier Aguirre, es decir, el futbol europeo.

Ambriz siempre ha tenido el respaldo. En la cancha lo ha justificado, aunque sin llevar el anhelado trofeo a las vitrinas. Dejaría en el León, como legado, supuestamente, una generación de futbolistas en formación bajo una escuela sobre la forma de jugar que debe perdurar en el club.

Y Lillini empieza su proyecto. Chucho Ramírez jugó una carta peligrosa ante la abrupta renuncia del técnico español Míchel González a horas de arrancar el torneo. La sinergia, la identificación de fórmulas de trabajo, entre el entrenador y su presidente, podrán permitir armonía por el par de años pendientes de contrato.

Dentro de cierta lógica, se pensaría que los dos caminos al éxito de jugar una Final, mostrados por Pumas y León, deberían servir de referencia para otros clubes mexicanos. Es decir, que no se precisa del dispendio o del derroche para intentar ser campeones.

Ambas gestiones deberían hacer entender a los propietarios de equipos que no son las contrataciones rimbombantes o escandalosas las que necesariamente garantizan cumplir objetivos. Pero, ya se sabe, por necedad, estulticia o por corruptelas, prefieren seguir con viejas fórmulas.

Como sea, el legado de Pumas y de León es una lección para quien quiera seguirla. Aunque, ya se sabe, en el futbol mexicano, parece que seducen más las formas más rimbombantes y excéntricas del fracaso, que las formas más humildes del éxito.