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Perogrullo diagnostica al Tri: '¡Ganas de ganar!'

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Gerardo Martino: "Merecimos ganar los tres partidos que jugamos" (1:00)

El Director Técnico de la Selección Nacional hizo un balance de la primera ronda de la Copa Oro para su equipo. (1:00)

LOS ÁNGELES -- Sobada, cacofónica y perogrullesca, pero tan vigente: “¡Ganas de ganar!”. Simplona la frasecita, desfallece de obviedad, sin duda.

¡Ganas de ganar!”. La Selección Mexicana de Gerardo Martino empieza a descubrir el poder fascinante de esa expresión, de esa explosión fonética. Lamentablemente lo hace, lo hará, a través de sus adversarios, más que como una manifestación propia.

Coapa, 1986. Tiempos en los que uno podía interactuar hombro con hombro con Diego Armando Maradona en la concentración de Argentina en la sede del América.

--¿Cuál es la fuerza de este equipo?, le preguntan a Maradona.

--El hambre, el hambre de ganar…--, responde Diego.

--¿Eso es todo, Diego?--, tercia otro reportero.

Maradona detiene su andar rumbo a la cancha de entrenamiento. Mira detenidamente a ese reportero. Lo escudriña de arriba abajo, con cierto desprecio. Y le responde.

--Si no tienes hambre, si no tienes esas ganas de ganar, no mereces salir a la cancha, no mereces jugar un Mundial--, espeta ‘El Pelusa’ molesto, y acelera el paso rumbo a la cancha principal de Coapa.

“¡Ganas de ganar!”. Parece un himno a la obsolescencia. La obviedad yéndose de bruces.

Estados Unidos fue el primer aviso. Guatemala atizó la hoguera. El Salvador se lo restregó en la cara. En su feudo, en su reinecito ‘conkakafkiano’ (dixit Guillermo Chao), donde ejerce con soberbia desde el trono de ‘El Rey Tuerto’, México ya debería haber recordado que es el antipático de la zona, y que su presencia es una invocación y evocación a esas ganas de ganar, a esa hambre de ganarle en su vecindario.

¿Futbolísticamente el Tri fue mejor que Estados Unidos? Sin duda. Pero la victoria fue para quien más enjundia tuvo en la cancha. 3-2 y la Liga de las Naciones se quedó con el anfitrión, cortesía de Andrés Guardado y un cobro bobalicón desde el manchón. Le pegó sin esas cacofónicas “ganas de ganar”.

Guatemala se fortaleció de sus debilidades. Llegó de última hora. Llegó en desbandada. Llegó en la incertidumbre. Llegó con vestigios de bronceador en la piel. Pero, ejerció el derecho a complicarle el partido a México.

Con El Salvador, el marcador de 1-0 cuenta dos mentiras. La victoria tiene una sonrisa torcida. La Selecta merecía más, porque en el segundo tiempo sometió al Tri. No necesitó de dar patadas, sino de enamorar a la pelota con esa maldita perogrullada de “ganas de ganar”. Pero, el marcador no se mueve a golpes de testosterona y de furia, sino de goles.

¿La segunda mentira? Que la figura del partido fue el arquero González Martínez. Hizo uso desde el juanete del pie derecho, hasta la cutícula del meñique izquierdo, para atajar disparos a gol de Funes Mori, Orbelín Pineda, Héctor Herrera y compañía. Sin embargo, ¿por qué fallaron tantos y por qué acertó uno? Sí, el diagnóstico es el que usted se imagina: “¡Ganas de ganar!”.

En la antesala del torneo hay otros, tan o más ansiosos, de cimbrar al favorito para ganar esta Copa Oro. Enliste ahí a Honduras, Costa Rica, Panamá y obviamente a la selección B de Estados Unidos. ¿Por qué? “¡Ganas de ganar!”.

De meterse Catar a Cuartos de Final, tal vez la Selección Mexicana no confronte esa rabia entre los anfitriones de la próxima Copa del Mundo. Sin embargo, obligados y presionados están, porque hay billones de suspiros en torno a ellos. Y no hablo de billones de seres humanos, sino de billetes de dólares con el perfume sacrílego del petróleo.

¿Y cómo andan por casa Gerardo Martino? Ante El Salvador, la diferencia se fue escribiendo por ese gol, percudido por una pierna traicionera (Ronald Rodríguez), a disparo del ‘Chaka’ Rodríguez. Entre un primer tiempo dominante, pasó a un segundo tiempo de angustias y soponcios.

El Salvador había entendido que en el primer tiempo los zarandeó el infortunio de un gol con toda la facha de autogol, pero además se dio cuenta que el poderosísimo Tri era una maqueta engañabobos, y que podía ir a lapidarlo.

Para entonces, México se arrellanó en la soberbia, creyó aquello resuelto. Vio el 1-0 con la fatuidad del todopoderoso. Cuando se dio cuenta de su pecado, su portería estaba bajo asedio.

“¡Ganas de ganar!”. ¿Hay en esta Selección Mexicana un tipo con la autoridad moral y futbolística, para convocar a la rabia y a la dignidad, cuando lo más áspero está por venir? Ciertamente, no.

No se mal entienda: hay tipos con empuje, con ansias, con devoción por el juego, que en lo colectivo pueden provocar una arenga silenciosa y hasta efectiva, tal vez. Pero, alguien que les recuerde que principalmente en la aridez de su zona ‘conkakafiana’, tienen la obligación de, al menos, tener, siempre, ganas de ganar.

¿Voz de mando? ¿Voz de urgencia? ¿Voz de alerta? ¿Voz heroica? Absolutamente ninguno. ¿Héctor Herrera? Debería, por su talento. Tiene en su equipo a un tipo doctorado en soflamar pasiones. Pero, regresan nebulosas las imágenes de él como valet de aquella fiesta premundialista en Las Lomas, y con esa versión quirófano de Nicolás Cage cuesta trabajo creerle.

¿El resto? Carlos Salcedo tiene el temple de un rinoceronte psicópata. ¿Héctor Moreno? El aburguesamiento le hurtó aquella chispa de testosterona que alguna vez mostró en España. Y así, contando, y recontando.

En lo futbolístico, México está capacitado para ganar la Copa Oro. Dicen, quienes siguen al Tri, que hay cierto pesar y asombro en el ‘Tata’ Martino. ¿Cómo lo que se ensaya en la semana se olvida el día del juego?

El jugador mexicano tiene un recalcitrante caso de amnesia en su propio oficio. Bien lo decía Manuel Lapuente: “con el jugador mexicano hay que trabajar todo el día, todos los días y cada día”.

Ya recibieron tres sopapos. Estados Unidos les arrebató un torneo. Guatemala, los inquietó. El Salvador les llenó de pesadillas la noche. Insisto, hay otros desesperadamente ansiosos en espera de una oportunidad: Honduras, Costa Rica y Panamá, además de EEUU.

Y es tan simple, aparentemente. Sí, eso, cacofónico y perogrullesco. “¡Ganas de ganar!”.

Bien lo dijo Diego Maradona: “Si no tienes hambre, si no tienes esas ganas de ganar, no mereces salir a la cancha, no mereces jugar un Mundial”.

Éstos, tal vez, no merezcan entonces, ni jugar una Copa Oro.