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Gallardo, ¿la opción B de Barcelona?

LOS ÁNGELES -- Barcelona busca el eslabón perdido. Busca su nuevo Pep Guardiola. Sabe que sólo obtendrá un Guardiola versión Xavi Hernández y no un Xavi Hernández versión Guardiola.

La embajada catalana se sentará a negociar estos días ante una de las castas más hábiles para comerciar. Los descendientes de los beduinos han sido capaces de enriquecerse en un páramo. Le extrajeron la sangre negra del petróleo a la aridez.

Ciertamente, Joan Laporta no es un suavecito. Masca vidrio en ayunas y endulza su café con cicuta. Ha sobrevivido al crimen histórico –según el barcelonismo–, al dar un portazo detrás de la compungida y encorvada salida de Lionel Messi.

Laporta sabe que Xavi es apenas el principio. Después sumará a un grupo sólido de trabajo con Andrés Iniesta y Carles Puyol. Y hasta Rafa Márquez suspira por un reencuentro, ahora al lado del campo.

¿Qué espera el Barcelona de Xavi? ¿Qué necesita el Barcelona de Xavi? ¿Qué exige el Barcelona a Xavi? Seguramente ya hay un pentagrama común entre el paladar del técnico y figura legendaria azulgrana, y la directiva catalana.

1.- TÍTULOS...
Barcelona muere de inanición. La Copa del Rey no sana, agrava la enfermedad; no alivia, duele, ampolla.

La última Liga, en 2019, que no alcanzaba a borrar los sonrientes vestigios de la Champions del Real Madrid un año antes, ya parpadeaba en tono ámbar, advirtiendo que todos los ríos de gloria desembocan al océano turbio de las leyendas muertas.

Y claro, seducir a la Champions. Esa que, en acto de perjurio, Messi juramentó una vez, prometió otra, y apenas balbuceó una más, sin cumplir, y que se mantiene lejana, esquiva, desde 2015, en aquella final ante Juventus, con tres héroes en el marcador que ya fueron expulsados de Cataluña: Rakitic, Luis Suárez y Neymar, en los últimos bufidos continentales de Luis Enrique.

2.- PRECIOSISMO...

Claro, al Barcelona no sólo le importa ganar, sino cómo ganar. La victoria no puede vestirse con harapos, ni parcharse con la mezquina mediocridad del “ganar como sea”.

En el Barcelona, los títulos deben ceñirse con vestimenta de gala. Así lo marca su estirpe. Y Xavi lo sabe, porque fue el protagonista de marcar la diferencia entre jugar al futbol y guerrear al futbol, al lado de Iniesta y de Messi.

Con el mismo Luis Enrique, el Barcelona empezó a desangrarse. “Ahora jugamos de punta pa’rriba”, dijo en su momento el mismo Xavi, enemigo de semejante forma usurera de jugar al futbol.

3.- ACADEMIA...
Cuando Guardiola decide irse, la esperanza era Tito Vilanova. Menos obsesivo, pero con el mismo decálogo del barcelonismo. El cáncer cercenó la vida del entrenador y del futuro del Barcelona. No había un heredero pleno. La ubre se secó.

Xavi no sólo es la piedra filosofal del futuro inmediato del Barcelona, sino de futuras generaciones. La cátedra barcelonista de futbol hay que sentirla, hay que vivirla, hay que transpirarla. Leche que no se mama, leche que no se saborea.

Por eso, Laporta pretende reestructurar la escuela de entrenadores del Barcelona, pero sólo con hombres dispuestos a apegarse a una doctrina de juego. Apóstatas, abstenerse.

4.- HEGEMONÍA...
Se entiende que ni el Santos de Pelé fue eterno, ni Maradona hizo eternos a sus equipos. Se entiende que Cruyff instauró la academia holandesa, a partir de Rinus Michels, pero los Países Bajos siguen sin besar una Copa del Mundo.

El imperio barcelonista caducó y nadie entendía que era un fiambre, hasta que empezó a despedir ese tufo a fracaso deportivo. Tarde, siempre tarde. La alarma despierta después del siniestro.

La apuesta de Laporta con Xavi, y tal vez agregando a Iniesta y Puyol, pretende recuperar legítimamente, con un futbol presuntamente espectacular, la omnipresencia que alguna vez tuvo en el universo exigente del futbol.

Porque no era sólo ver a Messi, Iniesta o Xavi, sino contemplar la generosa erupción colectiva del equipo. Se hablaba del Barcelona, y luego se desmembraban los elogios en sus fascinantes actores.

5.- FUTURO...
La caja de caudales del Barcelona parece estar repleta. Ansu Fati, Gavi, Pedri, Riqui Puig, Sergiño Dest, Ronald Araújo, Gayá, Nico y contando, sin descartar que en la ventana de invierno azote una tórrida contratación.

Pero todos son sangre joven que se está cocinando en olla exprés. En el delirio del resultado, en la demencial turbación por el desenlace de un juego, estos mocosos se ven expuestos a la veneración absoluta o al maltrato despiadado.

Yerra Sergiño y lo llevan al patíbulo. Marca Ansu Fati y lo deifican. Todos son dioses y todos son demonios, al amparo o al desamparo de un veredicto futbolero.

Ahí deberá notarse la mano de Xavi. Para poder respaldar a esos mozalbetes en la tormenta y aclimatarlos en la victoria. El carácter, a esas edades, debe templarse a fuego, agua y paciencia, de otra manera, el acero se hace trizas.

En esa inagotable enciclopedia visual que es YouTube, se encuentran disertaciones interesantísimas de varios entrenadores, explicando la compleja sencillez de jugar al futbol.

En uno de ellos, titulado Clase Magistral con Xavi Hernández, el aparentemente futuro técnico del Barcelona hace una feliz disección de la orquesta del Al-Sadd de Catar, pero que es el fundamento de su forma de jugar al futbol.

Obviamente, ante sus mejores maestros, Xavi aprobará con nota sobresaliente al explicar las opciones de ataque, ante cualquier planteamiento del rival. Mueve las fichas con una destreza que envidiarían Karpov, Kasparov y Fischer.

Esas tertulias con saleros, botellas de cátsup y de salsa picante las dicta cualquier merolico. Lo importante es tener la personalidad, la autoridad, la presencia y la jerarquía para convencer a cada jugador de entender, de asimilar, de visualizar y de aplicar la forma en que se deben mover las fichas.

Una referencia cruel. Jordi Cruyff debe saber tanto de futbol como Xavi, pero el hijo del Holandés Volador de 1974 no logra desarrollar ni convencer a sus feligreses del vestuario de la responsabilidad de concentrarse en jugar al futbol 100 minutos. Le faltó cancha o le sobró el apellido paterno.

Por lo pronto, a partir de este jueves, Joan Laporta empezará a conocer la vida más opulenta del futbol, y la más ríspida y hosca forma de negociar, para tratar de convencer a los billonarios cataríes de que le cedan al motor de un Ferrari azulgrana que ha cascabeleado en los últimos años.

No será fácil. Mohammed bin Hamad, el propietario del Al-Sadd y, en cierta medida, del futuro del Barcelona, desprecia los millones de euros. Pozo petrolero mata billete. Él cuenta su fortuna en billones, y si él estornuda, las gasolineras del mundo sufren de pulmonía. Para él, Laporta tiene poco dinero para ofrecer, pero tiene todo el caudal del Barcelona para enriquecer a su club.

Seguramente habrá misioneros del barcelonismo yendo a Catar, y seguramente habrá un partido amistoso en el Estadio Jasimm Bin Hamad, o en alguna sede mundialista de gran capacidad.

Será, sin duda, una transacción a la usanza precolonizadora. Los españoles ofrecerán cuentitas de vidrio y se llevarán el oro, hecho futuro, en la persona de Xavi Hernández.

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