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Hugo Sánchez: Le salieron las cosas a México a pesar del terreno hostil
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LOS ANGELES -- Cierto es: ya ninguna camiseta gana sola los partidos, pero, cierto es también que, súbitamente, hay camisetas que pierden solas los partidos.

México asalta el alguna vez temible Cuscatlán: 2-0, goles de Héctor Moreno y Raúl Jiménez en un penalti de obsequio arbitral.

Eran, fueron, tres mastines, cebados, implacables, feroces. Hoy son tres perritos falderos. El Salvador, Honduras y Costa Rica, estos dos últimos con un Aztecazo en su alforja, habían sido, históricamente, guerreros insaciables, temidos cuando enfrentaban a México.

Habitualmente, los tres, salvadoreños, catrachos y ticos, mostraban un fragor, un rigor, un vigor despiadado enfrentando a México. Era impensable que claudicaran, que cedieran. Eran selecciones de alta belicosidad, que no cedían ni concedían, sin embargo, esta versión 2021 de los tres representativos centroamericanos ha sido la más paupérrima de la historia. Gravísimo: son selecciones castradas y las tres, además, con un riesgo muy elevado de quedar fuera de la Copa del Mundo de Catar 2022.

Sólo Panamá, de momento cuarto en el Octagonal, muestra un rostro digno por Centroamérica.

Esa es la dramática realidad actual de Centroamérica. Especialmente, porque esta versión de la selección mexicana no asusta a nadie, pero igual, los tres mencionados, El Salvador, Honduras y Costa Rica, le han jugado asustados.

México se impone 2-0 y de nuevo, una exhibición con altibajos, sin solvencia de futbol que pudiera encender una infeliz llamita de esperanza para la Copa del Mundo de Catar 2022. Se confirma, pues, que el líder del Octagonal, con 14 puntos, está cerca de la visa a Catar, pero, cada vez menos cerca del tan anhelado Quinto Partido.

Otra vez expulsan a un adversario, otra vez al minuto 49, como ante Honduras, y otra vez, la selección mexicana parece ser la más afectada. Se vuelve más errática, apática, distraída.

De hecho, el gol de Héctor Moreno, en un remate de cabeza comodísimo ante la pasividad cómplice de los salvadoreños, impactó negativamente en el equipo mexicano. Redujo la intensidad, redujo la precisión, redujo el ritmo y se convirtió en un peloteo insulso.

Cierto, México tiene una noche accidentada en todos sentidos. Desde jugadores lastimados, errores arbitrales y tonterías propias.

1.- Pierde a dos jugadores por lesión (Alexis Vega y Orbelín Pineda) y obliga a los relevos con Tecatito Corona y Héctor Herrera. En realidad, el equipo siguió en esa parsimonia desconsolada y desconsoladora que mostró la mayor parte del juego y, en general, a lo largo de la eliminatoria.

2.- Así como fue inexistente el penalti al minuto 92 que convierte Raúl Jiménez, antes ya el silbante se había tragado dos faltas en el área salvadoreña y, claro, con la tacañería farisea de la multimillonaria Concacaf, no hay VAR.

3.- Néstor Araujo, en un gesto noble, solidario, gentil con su selección, se gana una tarjeta roja y tal vez libere al Tri de su presencia. La verdad es que Araujo rindió un monumento a la estulticia en esa acción. Parecía intencional, en busca de eludir la convocatoria para la Fecha FIFA de noviembre.

En verdad, poco que abonarle a la selección mexicana. Juega con intención e intensidad sólo unos minutos, pero sus propios goles y hasta las expulsiones del adversario, lo descarrilan.

Por eso, insistimos en el tema de hace semanas: a México no le quita el sueño clasificar a Catar, pero sí se convertirá en una pesadilla el capricho ingobernable del Quinto Partido.

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LOS ÁNGELES -- “¡Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!”. Esa, la bienvenida fatalista de Dante Alighieri al Infierno en La Divina Comedia, debería estar cincelada en la antesala de la tribuna Sol General en el Estadio Cuscatlán de El Salvador.

La llaman Vietnam. Nadie sabe el porqué, pero todos saben los porqués. Es una zona de guerra. Es tierra de nadie, pero es tierra de todo cuscatleco que sangra de fervor por la camiseta de El Salvador. Tierra inhóspita. Tierra hospitalaria para los inhóspitos.

Podrán ellos no ir a la trinchera del Cuscatlán por meses, por años, pero cuando juega La Selecta están ahí, en el Vietnam fragoroso de su propio Vietnam. En especial si el invasor es México. Hay guerras sin declararse, porque hay guerras que no necesitan declararse. Ante el Tri, los tambores y los corazones redoblan roncamente.

Ellos, los vietnamitas celestes, de lealtad extrema, no tienen equipo, no siguen su liga, pero cuando hay que agregarse a la lucha colectiva de ilusionarse con una Copa del Mundo, están ahí, como citados, como convocados, como provocados, por su propio Himno Nacional: “No desmaya en su innata bravura, en cada hombre hay un héroe inmortal”.

“Es la zona de los jodidos”, dicen los perfumados de la zona de plateas. Es territorio convulsivo y convulso. “Somos la verdadera alma de este estadio y de esta selección”, dicen ellos en la despejada e inmensa fortaleza, donde sólo los valientes se atreven. Y permanecen. Y se apostan. Y vigilan. Y despiadadamente castigan.

Ahí, en despoblado, a la intemperie, donde el sol castiga con severidad, o donde la lluvia azota, como deberá azotar la noche de este miércoles, cuando se pronostica tormenta eléctrica, al enfrentarse México y El Salvador dentro del Octagonal Final de Concacaf.

Pero éste es un Infierno cuyas llamas no sofocan ni mitigan los tsunamis de octubre. Porque las hogueras bufan desde dentro de los cuerpos de pasión mefistofélica. Tres horas antes del juego, las posiciones han sido tomadas. Y los mejores sitios son los más altos, lo más lejano posible de la cancha.

Desde las alturas, desde los atalayas más elevados, vuelan mejor los vasos y las bolsas repletos con la fresca tibieza de los orines. El ataque aéreo es tan implacable, como constante y despiadado. El vaso que rápidamente se vacía de cerveza, con igual rapidez se atiborra del fermentado líquido entre amarillo y ocre, según la salud laboriosa de los riñones. El que más mea, ahí, públicamente, sin decoro, sin recato, es visto con respeto. Rambo y Chuck Norris habrían perdido esta guerra ahogados en ácido úrico.

La entrada a este quisquilloso Vietnam es libre. Cada quien elige dónde quiere someter su ancha o escuálida humanidad a la generosa y gratuita orinoterapia. Sólo hay un requisito, un salvoconducto, porque es la diferencia entre ser rehén o cómplice: vestir de azul o de blanco. Vestir de La Selecta es vestir de gala. Cualquier otro color, es un masoquista acto de provocación, un desafío, una insurrección, un suicidio.

Ahí, han dejado desnudos a imprudentes invasores, a cándidos usurpadores, y no de la manera más afectuosa, sino a jalones y empujones, a golpes, o con un diluvio tibio y dorado. La piel expuesta es el segundo uniforme permitido. Mejor vivir encuerado que morir con una estrambótica y lujosa chaqueta bermellón.

El 2 de septiembre de 2016, este reportero se atrevió a esa zona prohibida. México visitaba a El Salvador. San Salvador estaba colapsada. Todos los caminos llevaban al Cuscatlán. Una marabunta azul, cadenciosa, estruendosa, festiva, ilusionada. “El Salvador, El Salvador, El Salvador”, regurgitaban las constipadas arterias

Kervin González, militante de la seguridad del estadio, advierte: “No se meta ahí, no le conviene. Pero mándenos a (David) Faitelson. A ése si lo atendemos bien, ja, ja, ja, ja”.

Pero, había que husmear, había que vivirlo para entenderlo, para sentirlo, para explicarlo, para contarlo. Apenas en el quicio inexistente del acceso final a la tribuna, asomaba la cabeza. La indumentaria no ayudaba: una camiseta verde claro con el logo de ESPN, y con la acreditación colgada al pescuezo, llamaban la atención. La computadora estaba al otro extremo del estadio, en manos de Tom Marshall, reportero de ESPNFC.

“Vámonos, no quiero que me castiguen si le pasa algo”, insiste Kervin, tomando del brazo al reportero. Pero, el espectáculo ya era alucinante, hipnotizante. La cerveza y los cánticos regateaban enjundiosos espacios en cada una de las miles de gargantas. “El Salvador, El Salvador, El Salvador”, en un oleaje frenético de voces y coreografía, mientras las banderas aletean violentas y apergolladas a manos incansables.

El Vietnam del Cuscatlán. Para algunos es El Pequeño Vietnam. Apenas en la calistenia furiosa, en espera de que salten La Selecta y el repudiado adversario. “No sabemos bien el porqué”, explica Kervin, “pero a México lo odiamos en la cancha, desde siempre, desde niños. No sabemos porqué ni preguntamos tampoco”.

La simbiosis misteriosa y pagana del futbol. Las televisoras y la radio se llenaban de programas y de artistas mexicanos. El salvadoreño ama cada manifestación de México pero desprecia a su selección nacional. El Tri es como un ente ajeno, distinto, maligno. Veneran al Hugo Sánchez del Real Madrid, pero detestan al Hugo Sánchez del Tri, a ése, al que según ellos les dijo que jugaban con pelota cuadrada.

Un desliz de prudencia me hace obedecer a Kervin y recular en mis intenciones de ver el primer tiempo en el epicentro vietnamita. “Le digo que hay salvadoreños que nunca han entrado y nunca van a entrar al Vietnam. Este lugar no es para cualquiera”, insiste.

En el Cuscatlán no encontramos espacio en el palco de prensa. El supuesto cubículo estaba atiborrado. Había mujeres con labial en mano, y niños con videojuegos. Junto con Tom Marshall encontramos un sitio perfecto: a unos metros de los baños, y frente a un puesto de crepitante carne asada. De ahí podíamos observar todo y comer de todo. El dueño del puesto ambulante nos prestó una mesa pequeñita, y saqueamos dos sillas de las oficinas del estadio. Frente a nosotros, al otro lado de la tribuna, el Vietnam cuscatleco, vibrante, intenso, infatigable, beligerante.

Un primer tiempo con un México desconocido, errático, inquieto, nervioso, desconfiado. “Se te mete debajo de la piel. Crees que has visto y vivido todo como jugador, pero lo que sentías en esa tribuna era muy intenso”, relataría después Miguel Layún.

Alexander Larín haría el 1-0 al ’23. A lo Panenka, mientras Guillermo Ochoa se zambulle a la izquierda en el engatusamiento. México reaccionaria en el segundo tiempo: Héctor Moreno, Ángel Sepélveda y Raúl Jiménez revocarían la desgracia.

¿Pesará sobre la Selección Mexicana el Vietnam, ese reducto implacable de la tribuna de Sol General este miércoles por la noche? ¿Habrá pánico escénico? Difícilmente. Saltarán jugadores con mundiales a cuestas, o con torneos internacionales, como copa Oro o Juegos Olímpicos. Y saltarán expertos en clásicos, en México y algunos en Europa. Pero ese Vietnam se “mete debajo de la piel”.

¿Será el Pequeño Vietnam el Gran Waterloo de Gerardo Martino y de la Selección Mexicana?

El Tri marcha invicto y líder general del Octagonal Final de la Concacaf. Y evidentemente salta como el favorito, especialmente cuando El Salvador llega golpeado. Le ganaba 1-0 a Costa Rica como visitante con gol de Jairo Henríquez, y le hurtaron la ilusión: 2-1, con goles cargados de canas de Bryan Ruiz y Celso Borges.

Pero, insisto, en la antepuerta del Cuscatlán, antes de las escalinatas que conducen a Sol General, al Vietnam, debería inscribirse la envenenada bienvenida de Dante Alighieri en la antesala del Infierno, en su Divina Comedia: “¡Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!”.

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LOS ÁNGELES -- Honduras vela paciente sus armas. Dejará seguramente entre Catar y Panamá la encerrona con México, que se clasifica como líder del Grupo A, a los Cuartos de Final de la Copa Oro. 1-0 sobre El Salvador, en un trámite complicado, embrollado, con penurias en el segundo tiempo.

Como líder del Grupo D, pero aún con una peligrosa cita pendiente ante los cataríes, Honduras seguramente mantendrá la posición de mando tras el último juego de la Fase de Grupos, calibrando la posibilidad de aplazar el que parece inevitable choque ante México, que se daría ya sólo en la Final.

Aunque, después de ver el segundo tiempo de escalofríos de México ante El Salvador, posiblemente el equipo de Fabián Coito, debe haberle bajado en densidad al respeto hacia el Tri de Gerardo Martino.

Aunque, ciertísimo, la figura de la noche fue el arquero Mario González Martínez, quien atajó toda la artillería del Tri, toda vez que el gol se origina de un balón desviado por un compañero.

El Tri resolvió transpirando, sin llegar al sufrimiento extremo en el primer tiempo. El Salvador fue un equipo serio e intenso, decidido. Complicó los primeros minutos a México, a pesar de que Tecatito Corona y Orbelín Pineda se dedicaron a hacer travesuras.

Sin embargo, un enorme trabajo de sacrificio físico --no futbolístico--, y recorridos en las marcas, entre Joaquín Rivas y Joshua Pérez, desde el frente, para hacer marcación alterna sobre Héctor Herrera, principalmente, impedían la organización en media cancha de México.

Con 45,792 mil apasionados en la tribuna del Cotton Bowl, con un aparente dominio salvadoreño en la festiva jornada, el encuentro mantuvo la algidez en la cancha y en el tendido. El encuentro nutría perfectamente las expectativas generadas en el enfrentamiento entre quienes marchaban invictos, y con el pent-house bajo disputa.

Bajo esa implacable intensidad, México encontró el gol que aplacó momentáneamente no sólo a La Selecta sino también a la efervescente multitud en la tribuna.

Desperdicios de Rogelio Funes Mori y Orbelín Pineda, más una noche soberbia del arquero Mario González, mantenían el 0-0 en el marcador, hasta que descuidos en la marca de Larín y Gómez, con un desplazamiento de engaño del mismo Orbelín, permitieron a Herrera y a Chaka Rodríguez, generar la jugada del gol.

El Zorrillo encuentra una planicie entre la zaga salvadoreña, sirve el balón impecable a la llegada de Chaka, quien amaga, recorta, y define cruzado, con la pierna de un Judas, pues el balón se enreda y rebota en la pierna de un adversario. 1-0.

Los minutos subsiguientes insinuaban un marcador más amplio. El Salvador se vio consternado, perturbado, tras la desventaja, y ese silencio futbolístico encontró eco en la tribuna, cuya fogosidad se vino abajo.

La selección de Martino cerró el primer tiempo con el control del juego, asumiendo el mando, el ritmo, y hasta arrimándose a la portería salvadoreña. Pero, sin alterar el 1-0.

Sin embargo, en el complemento, El Salvador sometió a México, espiritual y futbolísticamente. El Tri no tenía capacidad de respuesta. Le robaron el balón, la cancha, las ideas, y el control del partido.

Lejos de reaccionar como el supuesto Gigante de la Concacaf, el enanismo temperamental, táctico y competitivo, hizo presa de México. Y padeció, con balones en los postes o disparos apenas desviados del arco de Alfredo Talavera.

En esa segunda parte, El Salvador lo rebasó, no sólo por la precisión futbolística, sino por una desbordada testosterona, demostrando que se plantaba con más personalidad y hambre que su adversario. Sin embargo, a pesar de ese dominio intenso y abrumador, La Selecta no encontró las redes, y debió cargar con el segundo sitio del Grupo A, a espera del adversario.

¿México? Tal vez el partido en la era del Tata Martino en el que se vio al equipo más apocado, gris, huidizo y atemorizado, tomando como referencia esa segunda mitad, cuando el gato salvadoreño acorraló al roedor tricolor.

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LOS ÁNGELES -- En horas, Juan Carlos Osorio develará la nómina de la Selección Mexicana. Y con ella revelará algo más que nombres. Revelará aprendizajes, lecciones, desafíos. Y los vestigios de fe.

Objetivos: El Salvador y Honduras. Pero el reto es reconstruir, tras el cisma y el sismo de 7.0 grados en la escala de Chile.

Más allá de esa petulancia ulcerante de México, para mirar desde el nicho de la arrogancia a sus adversarios inmediatos en la fase de grupos de Concacaf, seguramente esta convocatoria de Juan Carlos Osorio es la que despierta más curiosidad... o morbo... o desazón.

Con la sobrecarga obscena de "ser campeones de la Copa América Centenario", la sacudida ante Chile colocó a todos los responsables bajo un clima azaroso de desconfianza.

La pregunta no debe ser reprimida: ¿Quién se sintió más traicionado? ¿Osorio por los jugadores? ¿Osorio por los directivos? ¿Los jugadores por la falta de reacción en la banca?

Todos buscaron un santuario de sanación. Los jugadores en las vacaciones y en la formalidad de su trabajo, con su club. Los directivos a buscar en el espejo de su inexperiencia --o incpompetencia--, explicaciones.

Osorio fue más allá. Reveló sus encerronas con Marcelo Bielsa. Y además se acercó a otros entrenadores con tragedias deportivas similares a la que sufrió.

Porque, es válido reiterarlo, más allá del abominable marcador, la neurosis es más violenta porque se construyeron tantos castillos en el aire. Se vendieron espejitos impunemente.

No hay catarsis posible cuando se promueven espejismos colectivos. Multitudinaria, esta mentira de "ser campeones de América", se convirtió en pandemia.

El técnico colombiano asume la responsabilidad de manera directa. En ese vía crucis de sanación quiso encontrar respuestas en vivencias ajenas. Pero, debe entender que no hay mejor medicina que el mea culpa propio.

Es riesgosa, peligrosa y hasta contraproducente, esta pretensión de Osorio de ponerse a sudar calenturas ajenas. De nada sirven los llantos de viudas ajenas.

Por eso, hay expectación y expectativas hacia la nueva nómina de Osorio para enfrentar a El Salvador y Honduras, en el cierre de la fase de grupos, la cual domina el Tri con la comodidad de ser Rey Tuerto en Tierra de Ciegos, especialmente ante la transición interesante de los catrachos con Jorge Luis Pinto.

1.- Puede prescindir de los europeos, esa base que ya también, con el 'Chepo' de la Torre, dejó al Tri en la fase de desahucio, y gracias más a EE.UU. que a Tena y Vucetich, terminó llegando al purgatorio de la repesca ante Nueva Zelanda.

Es decir, no es la primera vez que los flamantes europeos dejan en terapia intensiva a su Selección Nacional.

2.- Puede incluso, Osorio, exponer que para darles reposo a los europeos, se decide a enfrentar a El Salvador y a Honduras con una base de la Liga MX y de la olímpica, tomando en cuenta que ya está clasificado al Hexagonal Final de la Concacaf.

3.- O puede citar al colectivo de la Copa América. Lo cual reflejaría su compromiso de limar asperezas, de darse una oportunidad compartida y de asumir una responsabilidad colectiva.

A final de cuentas, queda claro, tanto él como los desahuciados por Chile, tienen el compromiso de dar nuevamente la cara.

4.- Porque marginar de la cita a algunos de los europeos, implicaría, además, exhibirlos como responsables puntuales de la misérrima actuación en Copa América Centenario. Y de ese camino drástico de rompimiento, ya no habrá retorno.

Por eso, esta lista de Osorio, debe ser la más lista de todas, para que no haya, como hubo ante Chile, algunos que se quieran pasar de listos.

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CONCACAF rumbo a Rusia 2018

FECHA
26/03
2016
por ESPN Stats & Information
 

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