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Del arenal a la gloria...

El Pachuca volvió a una de sus tradicionales noches de pódium, de papelitos en el aire y trofeo sostenido sobre el brazo. El flamante campeón de Concacaf es también un ejemplo perfecto de crecimiento de un club pequeño o mediano que hace poco menos 30 años no tenia nada, ni a nadie. Apareció un hombre audaz con ideas brillantes y muchas ilusiones, su nombre: Jesús Martínez, y a partir de ahí el equipo ha crecido hasta alcanzar una estabilidad y una imagen ganadora que muchos aprecian y otros envidian en el futbol mexicano. Los Tuzos, a su fiel estilo, sin ser favoritos, ante el monarca reinante y una de las nominas más poderosas en la historia del futbol mexicano, son, otra vez, dignos campeones...

LOS ANGELES, CA.- Siempre que veo al Pachuca en el pódium, con el trofeo en los brazos y el grito en el cielo, recuerdo el viejo Estadio Revolución, las tribunas tubulares, los aficionados sentados en el pequeño monte que se asomaba sobre la portería sur, el polvo y los arenales y un club que no tenía ni rumbo, ni estructura, ni infraestructura, ni estabilidad, ni sueños, ni ilusiones, ni nada de nada.

No hay que buscarle demasiado: el modelo de desarrollo a seguir para cualquier club del futbol mexicano que aspire a la grandeza y a la gloria se llama Pachuca.

Los Tuzos volvieron a arremeter en la historia moderna de nuestro futbol justo con el escenario que más agrada a su camiseta y a sus raíces: un panorama donde no eran totalmente favoritos, enfrentaban al campeón reinante y a una de las nóminas más poderosas de todos los tiempos en el futbol mexicano, y lo hicieron bien, muy bien, sin mucho brillo o espectacularidad, pero tomando riesgos y mostrando algunas de las grandes bondades que su futbol ha establecido en la última época.

El Pachuca, Campeón de la Concacaf, es un club perfectamente estructurado. Desde la cabeza, Jesús Martínez, pasando por Andrés Fassi, Marco Garcés y hasta llegar al entrenador Diego Alonso y a sus futbolistas. El Pachuca volvió a utilizar la “vieja fórmula de casa”: jugadores producidos en su cantera, dotados de grandes habilidades técnicas y extranjeros que rinden y dejan todo en el campo de juego.

En medio de esa gran organización, que les ha llevado incluso a tener dominio sobre clubes en el futbol de Chile y en el de Argentina, sobresale la última “joya” producida en la Universidad del Futbol: Hirving “El Chucky” Lozano. Cuando el partido se vuelve tenso, cuando faltan las ideas, cuando no hay demasiada profundidad, Lozano, lleno de patadas y golpes que le dan los rivales, gracias, en parte a su gran habilidad y velocidad, aparece para darle un toque distinto al equipo. Lozano está viviendo sus últimas horas en los Tuzos. Se presume que Jesús Martínez habría llegado ya a un acuerdo con el club español Celta de Vigo para transferir al futbolista en la cantidad más alta jamás registrada en la historia del futbol mexicano. Lozano tendrá que continuar con su desarrollo como futbolista en las ligas europeas, lo cual, seguramente se traducirá en un futbolista de muchas más condiciones que podrá deberá aprovechar la selección mexicana.

Pachuca es un digno y justo Campeón de la Concacaf. Tendrá que preparase a consciencia para tratar de lograr en diciembre el Mundial de Clubes que nunca ha hecho una representación mexicana. Si alguien lo puede hacer, ellos son los Tuzos, porque para cualquier equipo pequeño o mediano, que aspire a crecer y a soñar, los invito a ver la historia de un club forjado en medio del arenal y de las llanuras, donde no había absolutamente nada más que la ilusión y la ambición de uno de unos cuantos emprendedores.

@Faitelson_ESPN