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Un brindis por los Indios de Mayagüez

"Ser un campeón te cambia, te deja saber que uno puede lograr todo, que tú puedes ser el mejor en lo que uno hace" Rosa Ortiz/Indios de Mayagüez

Al traer a casa otro campeonato, el éxito de los Indios de Mayagüez esta temporada me trae a la mente un montón de buenos recuerdos. Más allá de la fiesta en el Palacio y los bailes en la calle durante la celebración, sé que esos momentos pasan la prueba del tiempo. Fue casi 20 años atrás que derramé champagne sobre las cabezas de mis compañeros en el camerino... y todavía se siente como si hubiese pasado ayer.

Ser un campeón te cambia, te deja saber que uno puede lograr todo, que tú puedes ser el mejor en lo que haces. Cuando llegué a Mayagüez en 1995, estaba luchando por encontrar mi juego. Había finalizado un año duro en Triple A y estaba en un momento de su carrera en el que hacía o deshacía.

Desde el primer minuto que llegué a Puerto Rico, sabía que mi mánager, Tom Gamboa, creía que yo podía contribuir. También me dí cuenta rápidamente que las cosas estaban a punto de cambiar. Aprendí que ser exitoso va mucho más que mejorar tus herramientas. Es acerca del apoyo, de sentirse en casa y bienvenido, de las relaciones que uno hace, de encontrar un ambiente que te permita creer en ti mismo.

Con esos elementos se hace más fácil, y quizás más que eso, todo se hace posible. Yo nunca imaginé que podía jugar en Puerto Rico y salir con un premio de Jugador Más Valioso y un campeonato. Yo ni siquiera sabía que eso podía ser una meta. En ese momento, pensaba en qué tenía que hacer cada día para mejorar, el panorama general iba a ser el resultado final de las piezas del rompecabezas juntas, un día a la vez.

Encontré que hay una diferencia cuando estás sonriendo de camino al estadio. Hay una diferencia cuando tus fanáticos están dispuestos a pelear por ti o cuando tus compañeros te ofrecen un sitio para ir cenar y una mesa para compartir con ellos en el día de Acción de Gracias, cuando saben que estás lejos de casa.

Cuando regresé a Nueva Jersey luego de mi última temporada en Puerto Rico, estaba en una misión. Ahora no deseaba estar en un equipo de Grandes Ligas; quería ganarme una posición titular. El camino a las Grandes ligas es una escalera de puestos de control y debido a la naturaleza del juego, no es fácil tener una visión de lo que viene adelante. Uno está tan preocupado sobre cada lanzamiento, sobre cada día, que uno olvida que uno tiene que mirar hacia arriba y disfrutar el sueño. Uno tiene que recordar la meta son muchos escalones hacia arriba y que está bien agregar más al ascenso cuando uno gana la confianza de motivarse aún más uno mismo.

Aprendí a mirar hacia arriba en Puerto Rico, a conquistar las dudas, a entender que la persona que más se interponía en mi camino era yo mismo, aún cuando podría culpar a la injusticia, el discrimen, el odio o la incomprensión. Siempre y cuando se me diera el don de ponerme un uniforme y competir, tuve la oportunidad de cambiar las mentes y dar un giro a mi trayectoria.

En Puerto Rico, se me concedió la más poderosa forma de libertad de tener éxito, la libertad personal. El tipo de libertad que viene con la aceptación, con ser capaz de jugar tu juego a tu propio estilo y mirar los hits caer.

La temporada después de mi año de campeonato en Puerto Rico, hice el equipo de las mayores desde el entrenamiento primaveral. Era un Cachorro de Chicago desde el día inaugural hasta el último día de la temporada de ese año, bateando .300 y poniéndome en el mapa como jugador de Grandes Ligas.

La explicación fácil para mi próximo nivel de éxito fue que trabajé en mi swing en la pelota invernal, que mejoré mi enfoque en el plato, que tomé una mejor visión de la zona o que aprendí a cómo usar todo el terreno. Es cierto, pero ninguno de esos ajustes mecánicos puede dar a ningún jugador la confianza de ser validado como un jugador de metas más altas, con esperanzas y sueños desde donde partir para sobrepasar la expectativa anterior. Eso es importante en la ecuación del éxito, tanto como la habilidad de batear una curva o un pitcheo en la esquina adentro.

Así que brindo por Mayagüez esta temporada, porque la ciudad, el equipo, los fanáticos moldearon mi mundo en Puerto Rico. Un mundo que no solo fue para desarrollar habilidades, sino para transformar la posibilidad en realidad. Y no hay nada como una temporada de campeonato para hacer que una gran historia pase la prueba del tiempo.