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Leyendas latinas en ruta a la primera boleta de Cooperstown

Cooperstown es la elite más exclusiva del deporte. Sólo unos pocos llegan al Salón de la Fama, y muchísimos menos lo hacen en el primer año de elegibilidad. Salvando los errores crasos de los escritores, ese es un honor reservado para las leyendas incuestionables.

Ciertamente, ha habido sus magnas equivocaciones. A nadie debe quedarle duda que Joe DiMaggio y Roberto Alomar merecieron ser parte de esa elite, pero les tomó dos años, mientras que Juan Marichal tuvo un purgatorio de tres años para ser escogido en 1983. El nuevo miembro de esa lista es Vladimir Guerrero (no entiendo cómo un bateador de .318, .553 de slugging, 449 jonrones, 9 nominaciones al Juego de Estrellas y 7 bates de plata no llega en su primer año), quien se quedó corto con 71.4 por ciento.

El puertorriqueño Iván Rodríguez acaba de unirse a Johnny Bench como los únicos receptores en lograrlo y al dominicano Pedro Martínez y al panameño Rod Carew como los únicos latinoamericanos. Eso, sin contar a Roberto Clemente, quien entró en una elección especial en 1973 sin tener que esperar los cinco años para hacerse elegible.

No obstante, hay otros cinco jugadores latinoamericanos -- tres retirados y dos activos -- que deben haber asegurado sus pasaportes en ese primer año con sus ejecutorias en el mejor béisbol del mundo.

Este quinteto debería unirse a Rodríguez, Carew, Martínez y Clemente cuando les llegue la hora de la inmortalidad, aunque alguno pueda caer en el grupo de Alomar, Guerrero o Marichal. Al lado de sus nombres pongo el año en que va a entrar en la papeleta o un estimado de su elegibilidad, pero desde ya, quizás se pueden ir adelantando unas cuantas placas.

Advertencia: Alrededor de Cooperstown hay muy pocos hoteles disponibles durante ese fin de semana. Por lo que, hasta cierto punto, esto también se convierte en una guía para que vayan haciendo reservaciones.

Omar Vizquel (2018)

Este lugar quizás debió pertenecer a Alex Rodríguez o Manny Ramirez, pero la cacería de brujas de los esteroides y toda la vorágine en la que cayeron al final de sus respectivas carreras ya dejó fuera a Ramírez en su primer año y seguramente dejará a Rodríguez, quien sabe si por siempre. Vizquel, el Ozzie Smith de los latinos, es una selección refrescante en este grupo, pero es quizás la menos probable para una primera papeleta. Aunque tiene méritos de sobra. El venezolano es el tipo de jugador que había que ver para conocer de su grandeza. Pero sus números defensivos están ahí y relatan mucho de lo que vimos: su por ciento de fildeo (.985) es el mejor de la historia para un campocorto con más de mil juegos jugados, es undécimo en asistencias y sexto en outs de todos los tiempos en su posición. Ah, y bateó 2,841 hits, con un promedio de embasamiento de .337, nada mal para un campocorto puramente defensivo. Sus 11 Guantes de Oro le dan mucho impulso para entrar en su primera oportunidad, al igual que Smith y contrario a Luis Aparicio y Bill Mazerozki, otros genios defensivos que tuvieron que esperar que Cooperstown le abriera la puerta. Pero la debe tener un tanto difícil en el primer año de Chipper Jones y de Jim Thome.

Mariano Rivera (2019)

Los escritores son duros con los relevistas y si no pregúntenle a Bruce Sutter, a Trevor Hoffman y a Lee Smith. Sólo Dennis Eckersley entró en su primer año de elegibilidad y de seguro le ayudó que hizo más de la mitad de su carrera como abridor. En el caso del Gran Mariano, debería ser el primer taponero en recibir más del 90 por ciento de los votos. El panameño terminó su gloriosa carrera en 2013 como el mejor relevista de todos los tiempos. Con un solo lanzamiento dominante, la recta cortada, salvó 652 partidos, líder de todos los tiempos y con una minúscula efectividad de 2.21. Si se fuera a escoger a un Jugador Más Valioso de los últimos cuatro títulos de los Yankees entre 1998 y 2009, tendría que ser Mariano. Sus números de octubre lo dicen todo: récord de 8-1, 42 salvados, 0.70 de efectividad. Sencillamente impresionante.

David Ortiz (2022)

Si la votación fuera entre los fans de Boston, entre los que lo vieron acabar con la oposición en la Serie del Caribe, o entre sus pares latinoamericanos, entraría con el 100 por ciento. Es Big Papi, el que dijo "Esta es nuestra j... ciudad" tras los ataques del Maratón de Boston, el que destrozó con su bate la maldición del Bambino y el que no solo le dio uno, sino tres títulos a los Medias Rojas con su liderazgo y su asombroso bateo oportuno. Pero el dominicano tendrá su boleto seguro al Recinto por sus números redondos: 541 jonrones, 1,768 impulsadas, 632 dobles, .553 de slugging y .931 de OPS. Y también por su promedio de .455, con tres jonrones y 14 remolcadas en esas inolvidables Series Mundiales. Y también porque es Big Papi, el querido Big Papi, el único pelotero de los Medias Rojas capaz de ir a abrazar fans en el centro de Manhattan. Su único punto en contra es que jugó la mayor parte de su carrera como bateador designado, pero Edgar Martínez le debe allanar el camino prontamente.

Adrián Beltré (2024)

El antesalista dominicano debe llegar en 2017 a los 3,000 hits y si juega hasta el final de su contrato en 2018, podría terminar su carrera con 500 jonrones, 600 dobles y por encima de 1,500 anotadas y 1,600 anotadas. Fuera de los peloteros salpicados por los esteroides, cualquiera de las marcas redondas de hits y jonrones supone una entrada automática a Cooperstown en la primera boleta. Sus cinco guantes de oro y sus cuatro bates de plata son sólo el complemento de una carrera que ha sido un modelo de consistencia y durabilidad por 19 años.

Albert Pujols (2027)

Aún si se pasan por alto sus años con los Angelinos y lo que le resta por cojear en su carrera, el dominicano es un seguro miembro del Salón de la Fama, más por el dominio que ejerció en su época que por la acumulación de números. En la historia de las Mayores, es el único pelotero que ha producido al menos .300 de promedio, 30 jonrones y 100 empujadas en sus primeras 10 temporadas. Fue sin duda, el jugador más dominante de los años 2000, como lo indica que en sus primeros 11 años de carrera, estuvo entre los primeros diez en la votación de Jugador Más Valioso en todas, y lo ganó tres veces. Un bateador de poder con promedio de bateo de .309 y de embasamiento de .392, que está undécimo en slugging (.573) y decimoquinto en OPS (.965) en la historia y que nunca se ha ponchado más de 100 veces en una campaña debe estar por arriba del 90 por ciento en su primera votación. Agrégale a esa fórmula tres títulos de Jugador Más Valioso, dos campeonatos de Serie Mundial y sólo hay que contar cinco años después de la fecha de su retiro. En Los Angeles, las lesiones han minado su rendimiento, pero sus monstruosos años en San Luis (.328-.420-617), con 445 jonrones y 1,323 en 11 años, y su WAR de por vida de 101.1 le garantizan la entrada a Cooperstown a la primera oportunidad.

Miguel Cabrera (2031)

El pronóstico del año se tomó considerando el último año de opción de su actual contrato de 2025, pero Miguel Cabrera da la impresión de que puede batear hasta los 50 años. Si se retirara hoy mismo, ya tiene los números para ser selección de primera papeleta. Para comenzar por algún lado, su promedio de bateo de .321 es el mejor desde el 2000 y el cuarto mejor en la era de la expansión (desde 1961) detrás de Tony Gwynn (.338), Wade Boggs (.328) y Rod Carew (.328). Añádele un promedio de embasamiento de .399, slugging de .562, OPS de .961, 446 jonrones, 523 dobles, 1,321 anotadas, 1,553 remolcadas, cuatro títulos de bateo, la primera Triple Corona en 50 años, dos premios de Jugador Más Valioso y siete bates de plata. El mejor bateador puro de esta generación debe llegar cinco años después de cuando decida guardar su prodigioso bate.