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Demasiado Arrieta para los Piratas

Cuando le preguntaron a Joe Maddon cómo había planificado el uso de los relevistas para el partido de comodines ante los Piratas de Pittsburgh, el manager de los Cachorros de Chicago fue categórico: empiezo con Jake Arrieta y termino con Jake Arrieta.

Y como lo anunció, sucedió. El derecho de raíces boricuas caminó toda la ruta en blanco, con 11 ponches propinados, para meter a los Cachorros en la serie divisional ante los Cardenales de San Luis.

En su primera apertura en postemporada, el favorito a ganar el premio Cy Young de la Liga Nacional extendió a 31 los innings consecutivos sin permitir carreras.

Fueron precisamente los Piratas los últimos que consiguieron anotarle, hace casi un mes, el 16 de septiembre.

Desde entonces, en sus tres salidas finales del calendario regular y la apertura del juego de comodines, se ha cansado de llenar de ceros las pizarras de cuanto estadio se presentó.

Junto a Arrieta, tuvieron los Cachorros dos héroes quizás inesperados en Dexter Fowler y el novato Kyle Schwarber, primero y segundo en la alineación que presentó Maddon ante Gerrit Cole, abridor de Pittsburgh.

Ellos solos se encargaron de fabricar las cuatro carreras de su equipo.

Fowler se fue de 4-3, con tres anotadas, una remolcada y un jonrón.

Schwarber bateó de 3-2, impulsó tres con sencillo y cuadrangular, además de pisar la goma en una ocasión.

El bambinazo que el debutante le pegó a Cole en el tercer episodio con Fowler en base literalmente salió de los límites del PNC Park, por encima de los graderíos del jardín derecho.

Los Piratas, en tanto, se fueron eliminados por segundo año consecutivo en el juego de muerte súbita y esta vez lo hicieron de la peor manera, al brindar un espectáculo penoso, bochornoso, ante la frustración de no poder descifrar los envíos de Arrieta.

En el séptimo, luego de dos outs, el relevista Tony Watson le pegó la pelota en la cadera a Arrieta cuando vino a batear, lo que provocó que se vaciaran las bancas.

El derecho de Chicago había anteriormente golpeado al venezolano Francisco Cervelli y a Josh Harrison, el primero con una recta pegada que le rozó una mano y al segundo con una curva que no desarrolló.

El envío de Watson, por su parte, pareció a todas luces intencional, hecho por un pitcher que se aprovechó del saber que nunca llegaría a enfrentar a Arrieta como bateador.

Y lamentable el show de Sean Rodriguez, frustrado por ser sustituido por el manager Clint Hurdle sin haber consumido siquiera un turno al bate y que luego quiso ser el más agresivo en la pelea y trató los bidones de agua como bolsa de golpeo de boxeo.

Los Piratas demostraron ser malos perdedores, pues hasta en la derrota hay que saber mostrar clase.

Por segundo año seguido, su postemporada duró nueve innings, mientras que los Cachorros siguen adelante en su empeño de romper la maldición del chivo que los ha mantenido siete décadas fuera de la Serie Mundial, la que no ganan desde hace 107 años.