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El softbol cervecero llega a las Grandes Ligas

Al mejor estilo del softbol cervecero, ahora en las Grandes Ligas bastará una señal desde el dugout para enviar a un bateador a primera con una base por bolas intencional.

La nueva regla tiene como objetivo agilizar los juegos de pelota, aunque no tiene un peso demasiado significativo en la duración de los encuentros, si se tiene en cuenta que ello ahorraría apenas un minuto y que como promedio, se concede un pasaporte gratis cada dos partidos.

De todos modos, es un primer paso ante la necesidad ineludible de acortar los juegos, aunque muchos puristas ya estén poniendo el grito en el cielo.

Quienes se oponen a la novedad apelan a aquella ocasión cuando Miguel Cabrera, hace casi 11 años atrás, aprovechó un pitcheo bastante cercano cuando era transferido intencionalmente y conectó un imparable al medio del terreno.

Sin dudas aquel momento quedó grabado en la memoria colectiva como un acto de inteligencia del mejor pelotero venezolano que haya pasado por las Grandes Ligas.

Pero seamos honestos: esa jugada es una entre un millón, como también es una rareza que un pitcher haga un envío descontrolado durante un pasaporte intencional, que permita el avance de los corredores en bases.

El 99 por ciento de los bateadores que reciben la base gratis se paran con el bate al hombro a esperar los cuatro pitcheos fuera de zona y luego van caminando sin apuro a la inicial, mientras el reloj sigue su curso, añadiendo tiempo al partido.

Hay otras maneras de acortar la duración de los encuentros y que sí tendrían un impacto significativo, como el establecimiento de los 20 segundos entre lanzamiento y lanzamiento, algo que muchos serpentineros dilatan hasta casi un minuto.

Que se limite también el número de conferencias en el montículo y cuente como tal las visitas que hace el cátcher a los lanzadores, para evitar, por ejemplo, lo que se vio en el último inning de la Serie del Caribe que ganaron los Criollos de Caguas en Culiacán.

Durante el último out que le dio a Puerto Rico la corona, el cátcher Jonathan Morales visitó a su lanzador en cada pitcheo, lo que hizo casi interminable ese turno al bate.

Eso es lo que hay que evitar, como también limitar el tiempo que tiene el manager de un equipo para decidir si apela o no una jugada apretada.

No puede ser que el dirigente primero le consulte a un asistente, que a su vez revisa el video, antes de reclamar la decisión arbitral.

También debe haber un tiempo tope para que sean revisadas las apelaciones en Nueva York, algo que en ocasiones demora hasta cinco minutos.

En suma, limiten el lapso entre pitcheo y pitcheo, las visitas a la lomita y el tiempo para reclamar jugadas cerradas y veremos cómo la duración de los partidos se coloca alrededor de las dos horas.

Pero tampoco hay que llegar al extremo de desvirtuar el juego con otras reglas de softbol cervecero, como colocar un jugador en segunda base para abrir los innings extras.

O cambiar la zona de strikes, subiéndo la altura, pues ello redundaría en una mayor ofensiva y por lo tanto, en mayor duración, en tanto nos privaría de la belleza de una joya monticular.

Y ni hablar de limitar el uso de lanzadores relevistas. Eso va en contra de la táctica del juego, sobre todo en sus innings finales, donde puede estar la decisión final.

Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado. Se trata de encontrar un balance que sin cambiar la esencia del juego, logre acelerar el espectáculo.