RÍO DE JANEIRO -- La sensación de sentirnos en casa cuando arribamos el sábado por la mañana a Rïo de Janeiro se disipó rápidamente por la noche. Al menos en las inmediaciones de nuestro alojamiento en Copacabana.
Si bien el grueso de los hinchas argentinos seguía cantando a pocas cuadras de distancia, el panorama a metros nuestro era opuesto: ya no se escuchaba el tono argento, sino el portugués.
"México 70" , el bar ubicado en la esquina de ua Aires Saldanha y Djalma Urich, tiene el logo del torneo que ganaron Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé, Rivellino y compañía. Es su única referencia a México. El resto de su decoración es totalmente brasileña, con fotos, camisetas y pantallas para ver los partidos del Mundial.
Las cervezas empezaron a venderse en cantidades industriales a partir de las 17, mientras se jugaba Uruguay-Costa Rica y antes de Inglaterra-Italia. Pero el clima, no la agradable temperatura sino el ambiente de la gente, comenzó a ponerse más espeso desde las 21.
La intensidad de los gritos aumentaba minuto a minuto. Parecía perforar las paredes de mi habitación del 2º piso. Hasta se usaba un megáfono. Por entonces pensaba que me iba a costar dormir. Más allá de mis limitaciones con el idioma, el mensaje se entendía perfecto. Y el destinatario también: Argentina.
La ventana del departamento no me permitía ver lo que ocurría ahí. De haber tenido la chance, tampoco lo hubiera hecho. Algunos osados con camiseta celeste y blanca, no los vi pero los imagino, pasaron por la esquina y se cruzaron con los locales. Hasta explotó una bomba de estruendo. Fue entonces cuando creí que no iba a poder siquiera salir.
Tenía ganas de acercarme y explicarles que yo no era Messi, Di María o Agüero. Que no había necesidad de desconcentrarme en la noche previa al partido, como suele hacerse con los visitantes en la Copa Libertadores.
Me animé y salí a cenar. Sin camiseta argentina, está claro. Al volver, cerca de la medianoche, seguían ahí. Tomando, charlando en voz alta, ya sin tanta agresividad. Cerca de la 1:30, finalizó el expendio indiscriminado de cerveza y el bar cerró sus puertas. Pudimos cerrar los ojos y dormir un rato.
Estas líneas están lejos de ser una victimización. Durante el banderazo que llevaron a cabo los argentinos en Río, el 80 por ciento del cancionero tenía como protagonistas a Brasil y a Pelé.
Mientras quede en ese folklore futbolero, tudo bem.