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Carlos Hurtado, entre La Llorona y El Chupacabras

LOS ÁNGELES -- "Carlos Hurtado es una leyenda urbana". Así pretendió amputar Billy Álvarez Cuevas el cordón umbilical del promotor con Cruz Azul. Nadie le creyó. Es más fácil tragarse crudo que no habrá otro gasolinazo en México.

Leyenda urbana, refiere Billy. Como La Llorona. O como El Chupacabras. O como El Ánima de Sayula. Mitos, pues. Pero la realidad es brutal: Cruz Azul en ruta a 20 años de abstinencia. Decrepitud absoluta.

Y mientras Billy alucina o pretende alucinar, súbitamente se unen dos voces, a las ya muchas que han lapidado con sus verdades las fantasías del mandamás de La Máquina, desvielada sin llegar a Liguilla seis torneos. Mientras otros equipos se van a la Fiesta Grande, Cruz Azul pretende exorcizar a su "leyenda urbana".

En revelaciones hechas al Grupo Reforma, Carlos Hermosillo denuncia que Hurtado es tan poderoso que lo echó del club. Y José Antonio García, desde el limbo penoso con un Atlante en extinción, fundamenta la labor perniciosa del representante con más entrenadores y jugadores bajo su yugo.

Hace unas semanas, el columnista Ignacio Suárez hizo pública una charla en la que la "leyenda urbana", él, ese tipo que no existe, adoctrina al entonces director deportivo de Cruz Azul, Agustín Manzo.

Este personaje, versión futbolera, según Billy, de otras leyenda urbanas como La Llorona, el Chupacabras y El Ánima de Sayula juntos, da órdenes a Manzo, e incluso establece en ese casi monólogo de imprecaciones, su potestad absoluta sobre algunos jugadores.

Ahí, el espectral y fantasmagórico Hurtado se empacha, se empalaga de soberbia, al proclamar el ejercicio deplorable de la esclavitud: los futbolistas le pertenecen a él, no al club. FIFA lo prohíbe, pero con qué estatura moral la antigua o la nueva FIFA pueden actuar.

Y así, mientras decenas de testimonios, públicos o confidenciales, constatan que la tal "leyenda urbana" es un tipo multimillonario y con un poder absoluto sobre el gremio en México, Billy Álvarez invoca a Alberto Cortez: "...el astado regatea la medida de su drama y todo tiene colores de castidad simulada...".

Cruz Azul ha ratificado a Paco Jémez. Y a Paco Jémez le han ratificado en España que no hay quien le pague lo que le paga Cruz Azul. Continuando con Cortez y el mismo tema: "...y acaban el vino los dos en la misma cama".

Sigue Jémez, pues. Y sigue también Yayo de la Torre. Las versiones aseguran que Jémez condicionó su continuidad. Ha pedido que ninguna "leyenda urbana" usurpe en el vestuario, en las negociaciones, en las contrataciones y en el manejo del equipo.

Le citan textualmente con una frase: "No puede haber dos autoridades en un mismo vestidor".

Ojo: si Jémez consuma la marginación de la "leyenda urbana" en Cruz Azul, más allá de cualquier otro éxito deportivo, habrá consumado el mayor beneficio en la historia veinteañera del Cruz Azul achacoso y caduco.

No será fácil. Y menos aún si Jémez no sabe dónde pretende irrumpir ni a quién pretende embestir. Desafía a uno de los espectros, según Billy, más poderosos del futbol mexicano.

Lo lanzábamos como interrogante en la época de Tomás Boy: ¿cuántos jugadores seguían las indicaciones del técnico y cuántos las de Hurtado?

Para cerrar, vale la pena relatar un encuentro con Carlos Hurtado. Ocurrió hace casi 12 años. En los pasillos de palcos del Memorial Coliseum, donde aparece esta chaparrona "leyenda urbana".

- Hola Rafa, soy Carlos Hurtado... estate atento, en unos minutos liberan a Rubén Omar Romano (secuestrado el 19 de julio de 2005, dirigiendo a Cruz Azul).

- Y tú ¿cómo sabes?

- Ja, ja, ja. Estate atento. Adiós.

Y desapareció rumbo a los elevadores. Acto seguido llamé a la redacción de La Opinión. Nadie sabía nada. Estaba seguro de que Hurtado había tirado un farol ese 21 de septiembre. Media hora después recibo la confirmación: en México había reventado la noticia de que Rubén Omar Romano había sido liberado.

Busqué a Hurtado en todos los recovecos del Memorial Coliseum. Todo mundo lo había visto, pero nadie podía ubicarlo. Se había esfumado... ¿como toda una "leyenda urbana"?