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La turba se equivoca: Osorio no es el Barrabás que busca

SANTA CLARA -- Se podrá estar en franco desacuerdo con las rotaciones...
...con las excentricidades
...con los métodos
...con la retórica
...con las contradicciones
...con el doble discurso
...con alineaciones absurdas
...y hasta con ciertos delirios tácticos.

Sí: usted y yo podemos estar en desacuerdo. Y con todo lo que se quiera, pero...

El derecho de disentir acompaña el compromiso de discernir. Aquello del vaso medio lleno es una falacia. El vaso debe verse siempre medio vacío y llenarlo es el reto.

Las imágenes de Juan Carlos Osorio repudiado públicamente por aficionados al salir del Rose Bowl de Pasadena o al arribar al aeropuerto de la Ciudad de México, tras el fracaso acumulado en tres torneos, dejan una estampa suprema.

Y no hablo de los corifeos agrios, entendibles --no justificables--, cuando le piden su renuncia o su salida del Tri, o cuando se le pide que emigre con sus rotaciones al futbol de Colombia. Eso es coreografía abominable... apenas.

El rostro de Osorio. Cabizbajo. Contraído. Colapsado. Esa es la estampa dramáticamente dolorosa de todo este acto de ajusticiamiento público. Un linchamiento físico inofensivo, inocuo, y si se quiere, baladí, para todos, menos para él... Viñeta de claroscuros.

No hay nada más triste, sobrecogedor, doloroso, que un castigo así, un sometimiento así, a una purga semejante, para un hombre leal a sus ideales, sus convicciones como profesional y como ser humano. Nada.

Nada justifica que un hombre, necio tal vez, obcecado sin duda, obstinado en creer que sus métodos pueden funcionar porque funcionaron en otros escenarios, sea sobajado públicamente.

Osorio se ha equivocado, se equivoca y se equivocará, como Usted, como yo, como cualquiera. Pero, y eso lo reconozco, y lo respeto, con la defensa de su propia doctrina de trabajo. Antepone sus ideales, sus convicciones, y, especialmente, no le ha hecho daño a nadie. La fe en su credo.

Osorio ha fracasado. Ha provocado incluso que al jugador mexicano se le menosprecie, se le empequeñezca, se le degrade. Hay un juicio generalizado de que esos seleccionados nacionales no pueden dar más. Y es un error.

Pompilio Páez, auxiliar de Osorio, avivó esa tendencia: "Esto es lo que se puede conseguir con estos jugadores, se necesita más trabajo", dijo sobre los desenlaces en Confederaciones y Copa Oro.

Pero, insisto, reitero, que cualquier persona que fracase una vez, dos, tres, no lo convierte en un fracasado absoluto.

Las pocas veces que he hablado con Osorio o que he hablado acerca de Osorio con algunas otras personas vinculadas al Tri y al futbol en general, hay una sensación irrefutable de caballerosidad, de buenas intenciones, de limpieza.

Por eso, esas postales dantescas de una turba en Pasadena y otra en la Ciudad de México, no las merece alguien que no haya atentado contra el bienestar de otro. Y el futbol en México, aún, con lamentables excepciones, tiene las manos sin sangre inocente.

Habrá quienes, hasta aquí, piensen que este es un tratado cínico de expiación de este reportero. Imposible. El entrenador puede haber sido crucificado, pero el hombre ha sido puesto bajo una jaula de cristal. La cancha y su hábitat humano viven en vecindarios opuestos.

Sí, el técnico debe responder por sus circunstancias, pero el ser humano no debe temer por sus circunstancias.

Abundan en redes sociales quienes se lavan las manos, por intereses o por cobardía, atribuyendo a los medios de comunicación ese clima de linchamiento. También son parte del drama. La hipocresía es un acto escapista acobardado del fanatismo. Las ratas mueren en silencio.

Aseverar que los medios incitaron los hechos en Pasadena y en el aeropuerto, equivale, entonces, a brutalizar a los actores y a los autores de las vergonzosas agresiones.

¿Acaso una crítica de oficio es una sentencia de oficio? No hay, definitivamente, un líder de opinión sobre deportes en México, que pueda soliviantar ese comportamiento.

Esa turba, esa caterva de exaltados, en Pasadena y en la Ciudad de México, no tienen nada personal contra Osorio. Reaccionan así porque no pueden accionar ni reaccionar contra quien quisieran, si pudieran, porque debieran hacerlo. Ni el 0-7, ni el 1-4, ni el 0-1 ante Jamaica les quitó el pan de la boca.

¿Recuerdan el pasaje bíblico de Barrabás? Ciertamente el Barrabás tricolor de este México actual, incandescente, rebelde, existe. Aunque, por supuesto, Osorio está muy lejos de ser Jesús, pero ese Barrabás, ese culpable de su realidad, ese responsable de la realidad que esos enardecidos del Rose Bowl y del aeropuerto sufren y buscan, ese, vive plácida y apaciblemente en la residencia oficial de su impopular voto popular...

Por último, insisto, ante la dolorosa estampa de la imagen de Osorio desfilando entre el cadalso brutalmente verbal en dos ocasiones, primero no retiro ni rectifico sus errores como entrenador, pero solidario con el hombre que protege y escuda sus ideales, le recuerdo el trozo del poema de Ernest Henley:

"Fuera de la noche que me cubre/Negra como el abismo de polo a polo/Agradezco a cualquier dios que pudiera existir/Por mi alma inconquistable...".