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Un 2-2 que parece poco para un Chivas nuevo, Pulido y encerado

LOS ÁNGELES -- En la zoología, en la cadena alimenticia y en el futbol, los zorros ejercen sadismo sobre las chivas. Le pasó al Guadalajara en un 2-2 angustioso, injusto, ante los Gallos Blancos de Querétaro.

Volpi, en italiano, es el plural de zorro (volpe). Y el arquero Thiago Volpi ofrendó plural, masoquista y valientemente cada parte de su anatomía para detener las embestidas de Chivas. Y salvó en el segundo tiempo al gallinero.

Guadalajara recuperó la sustancia de aquel campeón. Sus jugadores se dignaron dignificar la profesión, el contrato, la camiseta, el privilegio y la obligación salarial de 90 minutos. Y lo hicieron correctamente. Era tiempo de esos pequeños burgueses.

Dos goles de Alan Pulido rescatan al Rebaño y la estabilidad emocional de su pastor Matías Almeyda. Goles al más puro estilo del escapista profesional y piloto suicida, primero con remate a bote pronto y después con peripecias de bailarín de sevillanas, selladas con un zurdazo.

Chivas mereció más. Mucho más. No sólo porque propuso el encuentro y lo hizo en el precipicio suicida, audaz, pero generoso y loable de jugar a matar y morir.

Más allá de que Volpi vestía de circenses lances la jornada, incluso con un peligroso balonazo en el rostro, el Guadalajara erró también por precipitación en su veintena de disparos, en ese afán desesperado por mejorar sus cifras, aunque el saldo sigue en rojo escarlata: 5 puntos de 21 posibles.

Podrá destacar Matías Almeyda un cambio drástico y dramático en la postura de algunos futbolistas, que tuvieron como colosos para sostener al equipo a Michael Pérez y a Orbelín Pineda, con el agregado contundente de que Pulido adornó el marcador.

Quedan, sin embargo, asignaturas para el técnico de Chivas. Goles de descuido. El primero, en una descolgada, al desperdiciar un tiro de esquina y en tres toques, la calamidad firmada por Edson Puch estremeció al Rebaño.

En el segundo gol, con los cambios hechos por Tena, errores de distribución de marca, permiten a Miguel Ángel Martínez rebasar la timorata marca de Pulido, quien seguramente no quiso maltratar su hitleriano copete, y ni siquiera reaccionó por el balón.

Pero, de visitante, administrativamente, y de local, por el colorido y el fervor de la tribuna, Chivas puede resaltar el rendimiento futbolístico, agradable y generoso, nuevamente, aunque, insisto, sin perder de vista los errores defensivos.

Podría, de manera estricta, hacerse referencia a que los Gallos Blancos dejaron los espolones y la casta en el vestuario al medio tiempo. Y podría culparse a Luis Fernando Tena de fortalecer la trinchera del miedo y aferrarse al 1-0. O, podría ser, que el conformismo de los jugadores, terminó restándoles la testosterona con que habían luchado el primer tiempo.

Pero, más allá de buscar explicación en ello, Chivas dio sus mejores minutos del torneo, con jugadores como La Chofis asumiendo más responsabilidad, y además con los relevos de Ronaldo Cisneros y de Rodolfo Pizarro, el equipo se vio más dinámico, especialmente porque Macías y Brizuela acusaban ya cansancio.

El problema para el Guadalajara es que el margen de Liguilla está definido de manera estricta y radical: de los 30 puntos por disputar debe ganar al menos 20, es decir, tener una productividad de 66.67 por ciento.

Ahora tendrá la oportunidad de convertir, finalmente, en fortaleza, su altar de autoflagelación, cuando reciba en su estadio al Pachuca.