<
>

Chivas rescató la zalea de Tigres y el plumaje de América

LOS ÁNGELES -- Chivas vengó a Tigres y a América, cuyas zaleas y plumajes ondean como trofeos aún humeantes en el zócalo de Toronto.

La víctima propiciatoria sometió al verdugo. Chivas no fue a pedir clemencia, sino a infligir un castigo. Misión cumplida.

Al menos en la Final de Ida, Chivas hizo su tarea: 1-2. Un marcador escrito con un pésimo centro de Alan Pulido que terminó como un esplendoroso gol aún con el espasmo muscular y el pasmo mental del arquero Bono. El gol desinfecta cualquier pero...

Chivas tenía todo en contra. Desde el clima, pasando por el glamoroso pedigrí de Toronto desollando a Tigres y a las Águilas, hasta una columna vertebral de aseados mundialistas en el cuadro canadiense.

Pero, nuevamente los nombres tienen que tener a verdaderos hombres para que los pronósticos no se iluminan de sorpresas. Y Chivas tuvo guerreros cuando lo tuvieron panza arriba, y futbolistas cuando lo necesitó.

El 2-1 es una mentira. Porque Chivas tuvo en la agonía del juego precipitaciones de Rodolfo Pizarro y de Alan Pulido, que pudieron convertir el veredicto en una acta de defunción para las aspiraciones de un equipo que abandera las obsesiones antimexicanas, futbolísticamente hablando, de dos países: EEUU y Canadá.

Chivas jugó bajo cero. No sólo por la temperatura gélida, sino en compromiso: cero tolerancia, cero transigencia, y el único error sensible, un atolondramiento de su cuadro bajo, le significó el gol de Jonathan Osorio, para el 1-1.

Antes de ese descuido rojiblanco, apenas al minuto uno, Brizuela sirve por derecha, Godínez amaga y deja pasar el balón, para que Pizarro sentencie con disparo cruzado desde las amígdalas del área.

Matías Almeyda trabajó correctamente el partido. Bajo riesgos evidentes, pero consiguió que sus jugadores tuvieran una seriedad absoluta en cada brizna de una cancha humedecida y que se fue deteriorando paulatinamente.

Cada quien hizo lo suyo en el Rebaño. Y lo hizo, aún con buches de angustia y desesperación, defendiendo en el agobio de su trinchera, pero con jugadores determinantes. Nadie traicionó el mensaje de vestuario de a matar y morir.

El trabajo de Michael Pérez sobre Giovinco rozó la perfección, mientras que Alan Pulido, esta noche de martes resarció su imagen. Marcó, persiguió, encimó, recuperó y le puso esa dosis de experiencia entre la exasperación del rival.

Y claro, Rodolfo Pizarro, más allá del gol, de la generación y el orden en la salida de Chivas, se convirtió en una preocupación constante para el adversario, obligando a la persecución escalonada de hasta tres jugadores.

Los titubeos de Mayorga, errores por inexperiencia en coberturas y perfiles de Cisneros, pero en general todos cumplieron su tarea a la perfección: la médula espinal canadiense fue diseccionada y anulada, al grado que ni Bradley, ni Giovinco ni Altidore protagonizaron peligro que tuviera con el soponcio en el cogote al Guadalajara.

¿Es definitivo el 2-1? Con una ventaja de marcador y de reglamento, Chivas sólo debe redondear la tarea. Recuperará a Cota y tendrá el acumulado de calma y credibilidad para entregarle el virus de la desesperación a Toronto.

Y Matías Almeyda lo sabe: el Mundial de Clubes está muy cerca. Y otro título más, para convertirse en el técnico más exitoso en el Guadalajara, desde la época del legendario ingeniero Javier de la Torre.

Al final, queda algo claro: el Chivas de esta noche de martes en Toronto, habría podido ser un gratísimo animador de la Liguilla, pero...

Y lo más importante, sigue siendo el Guadalajara el último bastión de reivindicación genuina para el futbolista mexicano...