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América puede, pero sólo si quiere más que Santos

Decíamos que el 4-1 es una cicatriz en fuego para el aparente epitafio del América. Vaticinio de Santos Óleos.

La ilusión beligerante del América es que este domingo tiene una diócesis para el exorcismo: la catedral de los milagros, el Estadio Azteca. Porque cada Caja de Pandora tiene su esperanza.

Futbolistas, tiene. Queda en entredicho, sin embargo, si esos mismos jugadores, castrados de espíritu ante el Santos en Torreón, pueden recuperar las gónadas, porque, al final, sus salarios millonarios también las incluyen en el contrato.

Pocos aventureros o aventurados se atreven a decir que el 4-1 es un veredicto que podrá ser modificado en sus números, pero no en su sentencia. América tiene eso: sus Pájaros Dodó de Torreón pueden reconvertirse en Águilas.

Tienen en el vestuario al hombre correcto para ello. Ciertamente, Miguel Herrera reprobó ante el sinodal táctico del jueves. Robert Dante Siboldi le disfrazó torres como alfiles, y le quitó la pelota.

Pero Miguel Herrera ha enderezado a muchos Lázaros en su carrera. El jueves le entregaron a su equipo en estado de coma. Y la terapia intensiva para resucitarlo no estaba sólo en la cancha, sino en el diván.

Antes de meterlos en el vestuario y en el Armagedón del juego, El Piojo debe meterse en la cabecita frágil y trémula de los sentenciados a muerte. Al fin y al cabo, ya son los Once del Patíbulo.

Ciertamente, Marchesín no volverá a equivocarse tanto y tantas veces. Ciertamente, Mateus Uribe se bajará del pedestal de soberbia de sentirse el MVP del Nido, ajustarse el overol y alejarse del tóxico incienso de los elogios.

Y tal vez Peralta recuerde que Oribe significa "el orfebre de oro", y salga de esa miseria de cobre en que ha caído. Es tiempo para El Hermoso, es su tiempo, y es ante la camiseta que lo hizo hombre en el futbol mexicano, la de Santos...

Y tal vez El Piojo entienda que el corazón cándido de "El Niño", cómo él llama a Láinez, no tiene actitudes piojosas, como algunos jugadores, porque él ha mamado de la leche de cuna de El Nido. Los otros, están bajo alquiler, al mejor postor.

Cuidado, sin embargo, porque Santos ya probó ese elíxir de gloria. Sus futbolistas dieron un juego casi perfecto, rebosando a veces, y rebasando otras, esa exigencia suprema de jugar al futbol, por amor al juego, a la victoria, y por desamor absoluto al rival, ese que se desgarra la camiseta y grita "Ódiame Más".

Ciertamente, Osmaldito (como le crucifica el americanismo) Martínez y Brian Lozano, quieren terminar de comerse el corazón caliente del Águila que los echó de El Nido.

Y el amo del Santoral, el Gallito Vázquez, aunque despreciado por la miopía del cuerpo técnico de la selección mexicana, ya sabe que su carta está en los planes de Miguel Herrera y Santiago Baños para el Draft de junio. El tiro de gracia al América, terminaría por convencerlos.

Como sea, seguramente quienes podamos vivir este partido desde la comodidad anhelante de que se maten a goles, podremos disfrutar de la versión tenocha y futbolera de una Infinity War.

Y no, ni lo piense: Jorge Pérez Durán es el árbitro, y aunque desde su misérrima capacidad no le alcanza para el papel de Thanos... pues, uno ya no sabe.