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Sólo Rafa Márquez puede desenterrar el hacha

MOSCÚ -- México ya se refugió en su búnker. Tufo a azufre lo acompaña. El escándalo lo escolta tenazmente, y debajo de esa costra aparecen malos resultados, y la jaqueca que dejó Dinamarca.

La hégira de Héctor Herrera, el mea culpa de Juan Carlos Osorio, y el "sí y qué" de Andrés Guardado, contrastan con el "no lo hicimos, pero ya no lo volveremos a hacer" de Javier Hernández, entre los desencuentros de contradicciones y disparates de esta selección mexicana.

El cambio de aires es una bendición para el Tri. Lejos queda la casona del pecado en Las Lomas y también la tristona experiencia ante Copenhague, en una desesperada maniobra de terapia intensiva para desazolvar esas cabecitas llenas de contrición, fotos, videos, memes y redes sociales.

Concentrarse en Alemania, en esa especie de cuarentena emocional y mediática, ahora la selección mexicana tiene el paraíso del Dynamo de Moscú como retiro espiritual para poner en paz las conciencias y en guerra sus urgencias de trabajo para ser competitivo.

Aunque se ha convertido en la retahíla habitual de Juan Carlos Osorio, "detectar deficiencias y ponerle soluciones con el trabajo diario", es el momento de que las crudas reflexiones de los últimos encuentros, encuentren repercusión genuina en los entrenamientos, y especialmente, ante Alemania.

Queda claro que a partir de este martes, empiezan a trabajarse horas extras al interior del Tri. La cita fatal conocida el primero de diciembre, está ya a sólo unos días: Alemania, de cuerpo entero.

Es momento de que en cancha, los curanderos con la libreta en apuntes bicolor reajusten todos esos movimientos que Osorio lamenta que no se realizan y que por otro lado, según Guillermo Ochoa, son deficiencias intencionadas para "no mostrarle las armas al enemigo".

Afuera de ella, la asignación no es menos descomunal. Hay que hurgar en las cabecitas lastimadas y reparar el daño hecho por lo que parece Sodoma y Gomorra para unos, y una kermesse de santo patrono para otros.

Será determinante el liderazgo, ese mismo que ya reconoció no tiene en su poder Osorio, y que en lo personal aumento las dudas respecto a la eficiencia y efectividad de Imanol Ibarrondo, y que estaría delegada estrictamente a que Rafa Márquez compruebe el ejercicio de poder en el vestuario, un privilegio ganado con el esfuerzo de una carrera con una pentacapitanía en copas del mundo.

Determinante es sin duda el solucionar los problemas de creación de futbol. Sus mejores momentos son creaciones personales, explosiones individuales, especialmente de Chucky Lozano y Tecatito Corona, a los cuales además, es evidente, Osorio parece reacio a reclutarlos simultáneamente para diversificar el poderío ofensivo.

Sin embargo, insistimos, en una generación de futbolistas marcada por profundas cicatrices, por fracasos recurrentes, por decepciones cíclicas, necesariamente deberá haber encontrado el milagroso maná que los cure con la resignación entre tantas afrentas acumuladas.

Si han aprendido la penitencia sublime de los pecados y los tropezones, hoy la selección mexicana asume perfectamente el escenario desafiante que se le presenta.

Ojo: si en el vestidor hay las palabras adecuados, la sacudida correcta, es muy probable que veamos la mejor versión de estos jugadores mexicanos y no necesariamente la mejor versión de Juan Carlos Osorio, caso concreto, lo que ocurrió en Columbus ante Estados Unidos.

Los futbolistas necesitan el mapa de Osorio, porque es mejor una ruta de futbol que salir a ciegas.

Pero necesitan que una voz, que el mismo técnico sabe que no tiene, desentierre el hacha de guerra en nombre de un equipo que ya sólo busca paz mediática.