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Salida de Almeyda agrava la bancarrota total de Chivas

MOSCÚ -- Matías Almeyda se despidió de su Rebaño con un sadismo extremo e innecesario: "Espero algún día tener el dinero para comprar a Chivas", y seguramente la abnegada y sufrida afición rojiblanca dejó escapar una lágrima.

Rudeza innecesaria del argentino. La arquitecta del caos de Chivas, Angélica Fuentes, alguna vez dijo que el equipo del que se quiso apropiar y casi lo logra, "vale 900 millones de dólares".

Ido Almeyda, Chivas queda en el desamparo. Jorge Vergara está siendo acosado y acusado. Una enfermedad despiadada lo exprime, y los fiscales del fisco quieren terminar de chuparle la poca sangre financiera que le dejó la nada angelical Angélica.

Paco Gabriel de Anda se mudó de aparador, y Amaury Vergara, cuyo único cometido era hacer funcionar a ChivasTV, tiene menos alcance que la señal de transmisiones de su proyecto televisivo.

Demasiadas hienas ante la presa en desgracia. Encima, la familia de Angélica, con un poder siniestramente peligroso para Vergara, prepara la enésima embestida en otros frentes, además de promover la guerra fiscal contra el propietario del Guadalajara.

Ciertamente, vale aclararlo, Vergara estará de vuelta en julio. Obviamente no ha estado contemplando la debacle de su emporio. No piensa vender a Chivas, sino en un año resucitarlo. ¿Y la afición?

Un contraste es evidente: Matías Almeyda debe ser el entrenador que mayor veneración ha provocado en la afición de Chivas, y curiosamente, se va, para convertir la crisis del equipo en la peor de toda su historia.

Porque hoy Chivas vive su peor bancarrota absoluta: deportiva, moral, espiritual, financiera y futbolística.

Hoy, todavía, médicos, asesores de finanzas, y hasta guías espirituales rodean a Jorge Vergara quien pretende regresar a rescatar el imperio, obvio, primero el de OmniLife y después el de Chivas.

La abolición del descenso, entrampada, amañada y chapucera que contempla la Liga MX da un tiempo de gracia a Chivas. Y Vergara sabe que para vender al Guadalajara en más de lo que alguna vez lo cotizó su ex esposa, necesita fortalecerlo.

Hoy, lo único y estrictamente valioso de Chivas es su nombre, que es la cicatriz indeleble y pasional para 30 millones de mexicanos. Ningún jugador despierta codicia en el futbol mexicano, acaso Orbelín Pineda.

¿Pudo hacer más Almeyda? La lealtad no debe confundirse con solidaridad suicida. El argentino sabe que la selección le pertenece, y que se vienen seis meses de terapia penosa para el Guadalajara.

Más allá de confesar haber prestado dinero a la institución para que hiciera pagos a jugadores, queda claro que Almeyda no puede convertirse en alma de la caridad ni puede esclavizarse por agradecimiento.

La tragedia comienza en la elección del entrenador. Tres técnicos ya sondeados, rehuyeron. No sólo a la incertidumbre que rodea al Guadalajara, sino porque más allá del páramo futbolístico

del equipo, especialmente al irse Rodolfo Pizarro, no quieren verse bajo el veleidoso mando del que Ricardo Peláez bautizó como el Pelagatos 2.0 (AKA José Luis Higuera).

Sin director deportivo, con su hijo de poco impacto como negociador ante posibles entrenadores, los jugadores deben sentir todos los efectos del abandono. Dedicados al trabajo físico exclusivamente, pasaron de los lujos innecesarios en Cancún, a la austeridad de Mazamitla.

Por eso la incertidumbre debe ser agobiante. Un preparador físico que está expuesto a que el nuevo entrenador llegue con su propio equipo, y un grupo de jugadores mañosos que también cuestionan la autoridad vigente y efímera de su comandante de emergencia.

Bajo ese escenario, queda claro que mientras más se demore el regreso del patriarca rojiblanco, mayores serán los males y más frágil el entorno para, insisto, demasiadas hienas voraces al acecho.