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Neymar, de Rey Midas a Meme de Oro

LOS ÁNGELES -- Al final, sólo mereció el Meme de Oro. Él, Neymar, el que al irse Messi sin que se le calentara el pechito, y al irse Cristiano, sin atreverse a subir a su cruz, él, se quedaba con el Mundial a sus pies.

Ya antes del primer soplo arbitral de vida en el Mundial de Rusia 2018, Neymar parecía el inevitable Rey Midas a expensas de que las puertas de Kremlin abrieran sus puertas y le extendieran su larga y afelpada lengua roja de bienvenida.

Balón de Oro, Botín de Oro, Jugador de Oro, Goleador de Oro, Míster Simpatías de Oro, el Catrín de Oro. El Rey Midas, pues. Pero, entre maroma y maroma, como panda en cautiverio, Neymar dejó escapar la galería áurea de la consagración y la inmortalidad.

Arropado por un gran plantel que lo idolatraba, por un metódico y versátil trabajo del técnico Tite, Neymar terminó opacando todas sus virtudes, todo ese frenetismo caracolero y goleador, al revolcarse innecesariamente por las canchas de Rusia, como babosa de jardín capeada con sal.

Y fue una lástima. Porque estaba inevitablemente destinado a los altares célebres y divinos de las Copas del Mundo, esos mismos en los que nunca pudieron aparecer ni Messi ni Cristiano. Y se quedó ahí, en el sobrepoblado galerón de las promesas chamuscadas.

A cuentagotas, Neymar dio un recital de todo lo que puede, cuando quiere, aunque a veces quiera tan poco. A México le descoyuntó el espinazo hasta emparejárselo con el esternón, en tres jugadas diabólicas, dos de ellas grabadas en el heraldo del marcador.

Tan sabido era que este debía ser el Mundial de su consagración, de poder arrimarse a los nichos de sus paisanos Pelé y Garrincha, que se decidió a juguetear en lugar de jugar al futbol.

Cuando ya seguramente reposa en una playa, con una dosis generosa de caipiriña, y espera el desenlace de sus escarceos románticos con el Real Madrid, siguen pululando los memes sobre sus trompos lastimeros, simulando que le lesionaron hasta las caries en las muelas del juicio.

Sí, un futbolista tan rico, pero misérrimo como actor. Sus dolencias fingidas son, han sido y serán tan lamentables, que de usar bombín, bastón, un bigotillo hitleriano y caminar como pingüino, podría competir con las escenas de cine mudo de Charles Chaplin.

Porque Neymar simula que llora, y el universo llora de la risa ante las muecas pantagruélicas de sus ridículos.

En ese apasionado desdén, dedicándose a juguetear en lugar de jugar, Neymar aprendió, demasiado tarde, que había desperdiciado la gran oportunidad de instalarse en el museo de los mundiales, con la sexta copa del mundo para Brasil.

Y no sólo fue un acto de desprecio a su carrera, a su futbol, a sus compañeros, sino a ese país que pendula emocionalmente cada cuatro años en torno al balompié, especialmente porque aún supuran las siete llagas que le abrió Alemania, en su propio circo, en el 2014.

Y así como Messi y su pechito criogenizado, y Cristiano, más ateo que nunca, fueron en su momento parte de la hemeroteca creativa de los memes, a Neymar tenía que llegarle su capillita de la burla y el sarcasmo.

Necesario aclararlo: en la profusa flagelación de Neymar, al ser expulsado del Mundial por Bélgica, la diversión vino especialmente de la afición mexicana, pretendiendo explicar su propio deceso mundialista con las pobres artes escénicas de la versión futbolera del Coyote.

El mexicano, que hace cuatro años lamió sus heridas con una colección impresionante de memes en torno a Robben y el #NoEraPenal, ahora pretendió clavar banderillas al toro español que había sucumbido ante el estoque belga.

Y con ese sentimiento de que lo roben, con Robben y Neymar, la afición mexicana sabe que las penas con pan y con memes son buenas, y así encontró en el brasileño la cura a la cruda, así como lo hizo con el holandés hace cuatro años.

Como sea, Neymar desperdició su mejor oportunidad de consagrarse como el mimado de Rusia y del Kremlin, especialmente cuando Messi y Cristiano seguían vigentes.

Dentro de cuatro años, en Catar, seguramente Neymar habrá aprendido la lección, y muchos de sus escoltas actuales en Brasil, llegarán fortalecidos, y sobre todo, más presionados por su afición, luego de dos mundiales lamentables.

Y con este despecho por el fracaso competitivo, Neymar no podrá utilizar ninguna de sus redes sociales, sin encontrarse con la pasmosa y penosa realidad: al Rey Midas, esta vez, sólo le alcanzó para ser el Meme de Oro.