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Jugaron a matar, pero León y América salen ilesos

LOS ÁNGELES -- El silencio de la metralla, en este caso, enaltece el fragor de la batalla: 90 minutos muy agradables. Y León 0-0 América.

Otro arbitraje cargado de torpezas con pestilencia a sospechas por parte de Roberto García Orozco, pero que, al final, terminó amamantando de expectación, drama, ira, suspenso, a un juego al que sólo le hizo falta el gol como juez supremo de la gesta.

Perdonando tarjetas rojas a cromañones de ambas hordas, e indultando penaltis a ambos equipos, el árbitro de jornadas escandalosas, con demora inexplicable en su retiro, terminó por incidir en el marcador, aunque sólo calentó y recalentó la furia competitiva de los jugadores.

En la cancha, la zacapela fue agradable. León manteniendo el estandarte de hacer buen futbol que enarboló el torneo anterior, y que parece la apuesta enriquecida con nombres para este Apertura 2019.

De nuevo con Luis Montes como eje, pero encontrando la misma armonía del anterior torneo en el resto, León no sólo generó ese futbol generoso, embelesador, sino que puso en problemas a un Marchesín que seguramente pensaba que desde Portugal monitoreaban su rendimiento.

América sufrió. Guido Rodríguez asumió el protagonismo, pero sin sociedades, por lo impreciso y tibio de Mateus Uribe y el Pizzero Benedetti, a pesar del desgaste inútil de Martínez, Castillo e Ibarra. Jugaban con el mismo uniforme, contra el mismo adversario, pero en dos equipos diferentes.

Miguel Herrera era un concierto de mímica. Pujaba, gesticulaba, aleteaba, viendo que gritos y silbidos no servían. Seguramente se preguntaba dónde quedó el acucioso trabajo de la semana, y especialmente los diplomas de varios de sus jugadores.

Rodolfo Cota y Agustín Marchesín hicieron limpiamente el trabajo sucio de tapar el dique. Con un par de acciones por bando, le dieron lustre de justicia y dignificaron el marcador, ese marcador, que suele representar ignominia en el futbol: el 0-0.

Apadrinado por el VAR, o porque él mismo quiso ampararse en acto exculpatorio, Roberto García Orozco recula tras marcar un penalti por falta sobre Roger Martínez, y después matiza de amarilla a roja, la tarjeta a Fernando Navarro por una plancha sobre Jorge Sánchez.

El contraste es que en el primer tiempo, García Orozco perdona un penalti sobre Campbell. Y, al mismo Martínez, le perdona la roja, a pesar de que el colombiano, en ademán y locuacidad evidentes, le certificó que su señora madre, alguna vez debió ejercer el que, dicen, es el oficio más antiguo del mundo.

La buena noticia es que ya se retira García Orozco, la mala es que su gira del adiós aún amenaza con estercolar el Apertura 2019, bajo el auspicio generoso de la Comisión de Arbitraje, que le había recomendado desde hace meses entregar el silbato antes de seguir denigrándolo. ¿Habrá extorsionado su permanencia? Al tiempo.

Con la repartición, por el poderío de ambas escuadras, queda una doble sanción: no perdieron ante uno de sus iguales, pero el León como anfitrión y el América, cuando tuvo un hombre más, quedaron en deuda con sus responsabilidades.

Como detalle anecdótico, en uno de los palcos VIP del Estadio León, se apoltronó José Luis Higuera, más conocido como el #TsunamiQueArrasóChivas –según la afición del Rebaño–, o #ElPelagatos2.0 –según Ricardo Peláez–.

Seguramente Higuera debe sentirse aliviado: pudo disfrutar, nuevamente, de ese apasionamiento por el América que por años escondió bajo el salario y la confianza inmerecida de Jorge Vergara.