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Alonso: La F1 pierde un personaje único

Fernando Alonso finalmente decidió dejar de luchar por meterse en los puntos de cada Gran Premio de Fórmula 1, una situación poco digna para un bicampeón del mundo, y se va de la máxima categoría, tal vez para nunca más volver.

Luego de cinco años y tres meses sin ganar una carrera en la F1, la última en España el 12 de mayo de 2013 con Ferrari y a cuatro años de su más reciente podio (Hungría, 2014), el piloto asturiano toma una más de sus polémicas decisiones ahora para apuntar, seguramente, a la Triple Corona del Automovilismo que es ganar el GP de Mónaco (algo que ya hizo en 2006 y 2007), vencer en las 24 Horas de Le Mans (algo que ya fue tachado de su ‘bucket list’ en 2018). Le falta beber la leche de la gloria en las 500 Millas de Indianapolis.

Han sido, hasta ahora, 95 GP’s sin escuchar el himno de España desde lo más alto del podio y seguramente se irá de la F1 con racha de 104 en blanco, muchos para un volante de la raza de Alonso. Pero esa sequía tiene que ver con los autos manejó en los últimos años y con esa palabrita tan de moda llamada “resiliencia” al momento de encaminar sus pasos, entre los contratos de la F1.

Y digo resiliencia porque creer que McLaren iba a dejar de ser un fiasco por la llegada de Honda y cansarse de esperar un Ferrari competitivo, ahora con el diario del lunes en la mano, parece una decisión guiada por la frustración y que llevó a más en lugar de remediarla.

Pero eso no es lo que deja Fernando Alonso luego de 17 temporadas en la Fórmula Uno, no, no veamos su legado a partir de su final poco brillante en términos de resultados.

Alonso acuñó el ‘alonsismo’ y por él otros el "antialonsismo" en el Gran Circo desde que llegó a Minardi en 2001 e hizo caminar una carreta entre los bólidos de la época. Eso le valió llegar a Renault en 2003 y esa primera victoria en un GP en Hungaroring, ese 24 de agosto de ese año revolucionó el automovilismo y agitó a toda España.

Había nacido un ídolo y era de verdad: manos de santo, temple de francotirador y personalidad para ser querido u odiado de principio a fin. El destino lo puso en el lugar y monoplaza indicado para ser el hombre que acabara con la dictadura de Michael Schumacher en 2005 y repetir la hazaña en 2006.

La pasión y la sangre asturiana fueron una transfusión afortunada para la F1 que encontró a un personaje de los que no abundan hoy en día en la parrilla, un hombre que decía lo que pensaba, aunque no siempre pensará tan bien lo que iba a decir. Decía lo que salía honestamente de su cabeza o de su estómago y eso es la F1, eso es lo que dices luego de bajarte de un auto y haber peleado en un circuito durante hora y media.

Sus duelos épicos con Schumacher, Raikkonen, Hamilton, etcétera, quedarán como rivalidades que dieron kilómetros de papel y millones de caracteres en los medios.

No es exagerado decir que Alonso es uno de los talentos más grandes de las últimas dos décadas en el Gran Circo, un arrancador feroz, un rebasador implacable como exquisito. Rápido cual más; las 22 poles positions así lo avalan y los 32 Grandes Premios ganados son huella de su competitividad.

El hueco que deja es imposible de llenar desde el punto de vista del automovilismo español, no habrá otro Alonso, no se ve otro en el horizonte, pero también en lo general se pierde una personalidad y un talento de esos que llenan tribunas y atraen espectadores.

EL FUTURO

Su apuesta a futuro no deja de ser atractiva. No será el primer ni último exiliado de la F1 que renace en Estados Unidos, porque casi podemos apostar a que lo veremos en un buen auto en Indy en posición de engarzar las 500 Millas más famosas y viejas y con ello anotarse en el club más exclusivo del mundo racing.

Y hablamos de esa Triple Corona que sólo la ha conseguido el legendario Graham Hill, quien en 1972 vistió la corona de laurel en Le Mans y con ello completó las joyas del deporte motor, con el agregado de haber sido bicampeón de la Fórmula Uno.

Otro que apunta a emular a Hill es el colombiano Juan Pablo Montoya, quien tiene en el palmarés Mónaco e Indy 500 y le falta Le Mans, algo en lo que ya “metió los pies” en 2018 y no se descarta que lo vuelva a intentar, ahora con un equipo con más posibilidades.

Veo perfectamente a Alonso con ese logro para lucirlo en el museo que lleva su nombre en Asturias, quiero ver quién lo va a impedir, mientras la F1 pierde una leyenda y un activo que nadie podrá sustituir.