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La paradoja de la Fórmula 1

La pregunta surgió en las oficinas de ESPN, aunque no bajo los luminosos reflectores de los estudios; no había micrófonos en la solapa, ni cámaras indiscretas. Fue más bien en una de esas charlas informales que los periodistas sostienen con un entrevistado para quebrar el hielo. Yo no conocía personalmente a José Luis Martínez. Sabía que había ganado medalla de oro en los 500 metros de patinaje en los Centroamericanos de Barranquilla y que su objetivo próximo estaba en los Panamericanos de Lima. Nos preparábamos para una entrevista en SportsCenter.

El intercambio de preguntas y respuestas llevaba unos minutos, cuando un cuestionamiento sin mucho trasfondo descubrió un tema mayor: “¿Estás haciendo un campamento de altura en la Ciudad de México?”, pregunté. José Luis, que cotidianamente se entrena en Guadalajara, me dijo con una voz que oscilaba entre el desánimo y la denuncia: “No, aquí en la Ciudad de México no hay una pista de patinaje con medidas oficiales. No puedo entrenarme aquí”. Fue para levantar cejas saber que la autoproclamada Ciudad del Deporte no cuenta con una instalación oficial para un deporte que reparte medallas en competencias internacionales. Esa misma ciudad que se presume entre las más grandes del mundo y que sólo en 2018 organizó 445 eventos deportivos, 36 de ellos de talla internacional.

Una ciudad, pienso ahora, más enfocada en los espectadores deportivos que a la práctica de sus ciudadanos en las albercas, en las canchas y en las pistas (los pobres resultados de la Olimpiada Nacional son otra de las estadísticas en su contra). Una ciudad que se encuentra en el centro del debate internacional, porque no ha renovado su derecho de apartado para albergar su Gran Premio de Fórmula 1. La coyuntura no parece favorable. El cambio de gobierno se dio justo cuando tenía que renovarse el contrato con la Gran Carpa del automovilismo y que en los últimos cinco años le costó al país, en promedio, 40 millones de dólares anuales (algo así como 760 millones de pesos, según el tipo de cambio actual).

El flujo económico se dio de la siguiente manera: en cinco años, la Secretaría de Turismo depositó directamente a la empresa Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE) un total de 213 millones de dólares para pagar a Liberty Media los derechos de la carrera. Para justificar el enorme dispendio de recursos gubernamentales, los organizadores aseguran que el retorno es mucho mayor a lo invertido. Que el dinero del gobierno se multiplica, incluso, “con el ingreso aeroportuario que se les cobra a los extranjeros”, además del consumo en hoteles, restaurantes y otros rubros. Nadie duda que haya una gran derrama económica, pero tampoco se puede evadir, que gracias a la inversión del gobierno, CIE multiplica exponencialmente sus ganancias.

La empresa de entretenimiento recibía 40 millones de dólares anuales y la franquicia para México tenía un costo de 23 millones cada año. El resto, servía para seguir abaratando los costos de los organizadores.

Hoy el panorama cambió: el Gobierno Federal y el de la Ciudad piden más recursos a la iniciativa privada para que la carrera se lleve a cabo. Y cada quien jala la cuerda hacia su lado. Hoy, cuando los motores de la temporada 2019 ya sonaron en Australia, en México se ha rebajado la cifra gubernamental, de los casi 800 millones de pesos acostumbrados a 400.

La cifra es todavía muy alta, si se considera que el Instituto del Deporte de la Ciudad tendrá un presupuesto de 308 millones para ¡Todo el año!

Nadie sabe si el jet-set internacional volverá en 2020 a México. Si los reflectores seguirán prendidos para los espectadores deportivos o si el ejercicio del presupuesto estará enfocado hacia el deporte social: a llenar las albercas, las pistas, los gimnasios y tal vez, hasta alcance para construir una pista de patinaje con medidas oficiales para que atletas como José Luis Martínez y muchos más puedan entrenar en la autonombrada Capital del Deporte.