Yo soy de los que cree que el destino es una parte importante de la NFL, también en la vida, pero este espacio no es para filosofar más allá del fútbol americano.
La primera definición de “Destino” que da la Real Academia de la Lengua Española es “Hado”, que explican como una “fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos”. No sé cómo el destino pueda obrar irresistiblemente sobre los dioses, pero sí he visto como lo ha hecho sobre hombres y sucesos, que por consiguiente aplica a la NFL.
Me tocó vivir el impacto del destino de lado positivo en 1986 cuando, a pesar de problemas, lesiones y rivales muy complicados, todos nos salía bien. Fue una temporada mágica que culminó con una victoria en el Super Bowl. Pero así como el destino te da, el destino te quita. Un año después, abrimos la temporada 1987 con dos derrotas y la huelga de jugadores que trajo a un equipo esquirol que perdió otros tres. De ahí fue todo cuesta arriba y a diferencia de un año antes, nada salía bien.
Las Panteras de Carolina me recuerdan esos años. Tuvieron un año mágico en 2015, en donde todo salía bien, en el que se sobrepusieron a lesiones, en donde ganaron partidos que deberían haber perdido, y que los vio llegar al Super Bowl. No fueron campeones, pero fue una temporada inolvidable.
Pero como suele suceder en la NFL, un equipo no comienza en donde termina la temporada anterior. Empezaron este año con un partido difícil como visitante contra Denver el cual pudieron ganar con un gol de campo de 50 yardas al final. En 2015, ese balón entra, porque en ese año Graham Gano convertía sus intentos. En 2016, sale, porque ahora trae el santo de espaldas. Este domingo, los Raiders bloquearon su segundo punto extra y Ron Rivera optó por ir por 2 puntos en los dos siguientes TDs. ¿La diferencia en el marcador final? Los tres puntos que no convirtieron las Panteras.
Los equipos del destino esta temporada parecen ser Raiders y Dallas. Raiders ha ganado partidos que pudo haber perdido fácilmente: Baltimore, San Diego, Tampa Bay y Houston son ejemplos. A Dallas le sucedió algo similar contra Philadelphia y Pittsburgh. Para ambos cosas sucedieron cosas poco usuales, como un balón que se le cae al “holder” goles de campo fallados, malas decisiones de entrenadores, tacleadas falladas de jugadores normalmente seguros, errores arbitrales y más. Todo eso es parte del juego, pero no todos los años los “breaks”, como les dicen aquí, caen del mismo lado de la raya.
Esto no es crítica ni es demeritar lo que han hecho Raiders y Dallas. Ambos merecen el récord que tienen. Ganar es un hábito. Es una costumbre, como perder también lo es. Esperar salir con la victoria a pesar de que no se juegue bien, o se sufra adversidad, es quizás lo más difícil de crear en un equipo y en una organización.
Cuando un equipo piensa y cree que va a ganar, por lo general gana. El cuerpo hace lo que la mente le ordena. ¿Cómo se logra esta condición? Si lo supiera no estaría escribiendo esta nota después de haber viajado 2,500 kilómetros y con sólo tres horas de sueño. Es una combinación de factores y de sucesos, pero sobre todo, de personas y situaciones especiales. En el caso de los Raiders, empezó la primera semana con la decisión de Jack del Río de ir por 2 puntos en lugar de patear el punto extra del empate. ¿Cuál sería la situación de Raiders de no haberla conseguido? Es difícil decir con certeza, pero esa derrota hubiera pesado más que otras en las que el rival es superior. Ese triunfo marcó la pauta de lo que sería la personalidad de este equipo. Para Dallas, la decisión, cabe decir obligada, fue poner la temporada del equipo en dos novatos sin experiencia en la NFL.
Ambos equipos tienen en común a dos QBs carismáticos. Derek Carr es un talento y una personalidad especial y los Raiders tienen un futuro brillante con él. Sin Carr, Raiders tendrían problemas para terminar 6-10. La defensiva, a pesar de jugadores brillantes, sigue siendo vulnerable. La línea ofensiva, que muchos compararon con la de Dallas, no ha podido promediar más de 1.8 yardas por acarreo en semanas consecutivas.
Dak Prescott, por su parte, crece con cada partido. No está al nivel de Carr, pero cuando parece que equipos encontraron la manera de neutralizarlo supera sus dificultades en el segundo tiempo y encuentra la manera de ganar. Ninguno de los dos se pueden considerar como equipos completos, pero mientras brote el manantial, hay que disfrutar del agua fresca.
Espero que para los fans de estos equipos, que fueron emblema de tradiciones ganadoras durante décadas, el destino les muestre una cara sonriente el resto de la temporada.
Hablando de decisiones que se convierten en parteaguas, Gary Kubiak tomó una decisión crucial en el partido entre Kansas City y Denver. Faltando 1:08 en tiempo extra, Denver tenía cuarta y 10 desde la yarda 44 de Kansas City sin tiempos fuera. Kubiak tenía tres opciones: 1) despejar, 2) jugársela en cuarta oportunidad, y 3) intentar un gol de campo de 62 yardas.
De acuerdo al departamento de estadística e información de ESPN, la probabilidades de ganar el partido eran, respectivamente, 52 por ciento, 47 por ciento y 41 por ciento. Kubiak no quería el empate, aunque un empate en este momento les habría dado el segundo puesto de comodín. Respeto la decisión de Kubiak de tratar de ganar, pero no estoy de acuerdo en haber pateado un gol de campo de 62 yardas con un pateador cuyo mejor esfuerzo había sido de 57 yardas.
Para mí la decisión más prudente habría sido buscar conseguir el primero y 10. Trevor Siemian, quien ha sorprendido a propios y extraños incluyendo al que esto escribe, había completado varios pases en tercera y largo. Brandon McManus falló y le dio excelente posición de terreno a los Jefes que lograron el gol de campo de la victoria.
Líneas arriba mencioné el impacto de la decisión de Del Río ante New Orleans en la mentalidad de los Raiders, pero ese era un partido como visitante contra un rival de otra conferencia. Kubiak se la jugó en casa frente a un rival invicto dentro de la división. Habrá que seguir de cerca cómo afecta esta derrota a Denver, pero la marca de 1-3 dentro de la división limita drásticamente sus posibilidades.
A principios de temporada mis favoritos para el Super Bowl fueron Kansas City y Seattle. Sigo firme con ese pronóstico a pesar de que fueron las últimas víctimas de los sorprendentes Bucaneros de Tampa Bay.
En esa misma nota mencioné que Tampa Bay era candidato para ser comodín. Demostrando que no lo estoy poniendo crema a mis tacos, vale recordar que mi favorito para ganar la División Sur de la Nacional era Carolina que en este momento es dueño absoluto del sótano. Tampa Bay tiene tres victorias consecutivas que coinciden con el regreso de Doug Martin de lesión, y la manera como la defensiva de Mike Smith está empezando a tomar forma. Martin no ha dominado en sus partidos. No ha superado las 100 yardas y ha anotado sólo un TD contra Chicago, pero su presencia en la alineación abres espacios a los receptores. Por su parte, esta defensiva sólo ha permitido un total de 32 puntos en tres partidos. Van un juego atrás de Atlanta, con quien ya dividieron victorias, pero se empiezan a perfilar como el equipo más peligroso de la división.
Respecto a Kansas City y Seattle, sigo firme con mi predicción. Kansas City tiene ocho victorias consecutivas contra sus rivales de división y pronto tendrán el regreso de Jeremy Maclin, Dee Ford y posiblemente Jamaal Charles. Seattle jugó sin Earl Thomas y Michael Bennett, dos jugadores clave de su defensiva que deberán volver pronto, y Justin Britt, el joven centro que es el ancla de la línea ofensiva. Volverán a ser factor en enero.
Finalmente, que frustración debe ser para los fans de Houston ver como un equipo sólido, que tiene las piezas necesarias, quizás no para llegar al Super Bowl, pero sí para llegar a playoffs y ganar uno o dos partidos, se esté quedando atrás por el desempeño de Brock Osweiler por quien invirtieron 72 millones de dólares.
Tuve la oportunidad de estar en una junta con Osweiler, ahora que visitaron la CDMX, y era evidente la frustración que siente por su pobre desempeño. En realidad no me sorprende que no esté rindiendo como el QB franquicia que esperaban. Llegó de un sistema completamente diferente al esquema de Bill O’Brien, que es casi igual al que tiene Tom Brady. Decía Brock que la ofensiva tenía “muchas áreas grises” refiriéndose a la manera como deben de leer defensivas el QB, corredores, receptores y alas cerradas. Muchos receptores de renombre han fracasado con los Pats porque no pueden con el sistema. Brock admitió que todavía no está compaginado con sus receptores, en particular DeAndre Hopkins.
Le tomó al gran Ben Roethlisberger tres años antes de empezar a dominar el sistema de Todd Haley. A pesar de las grandes expectativas, este no será el año de los Texans y veo a Tenneesee más fuerte en la división. No descarto que Brock Osweiler dé los resultados esperados en otra temporada.