Bien dicen que nadie valora lo que tiene hasta que lo ve perdido. Durante años, los Gigantes de Nueva York era una franquicia que era modelo de estabilidad, disciplina y eficiencia. Esos tiempos terminaron, por lo menos temporalmente, con el despido de Tom Coughlin poco después del final de la temporada 2015.
Públicamente, la salida de Coughlin se anunció como una “renuncia”. Coughlin, quien exuda clase y lealtad, no desmintió el comunicado. En privado comentó que fue forzado a renunciar para evitar un despido difícil para él y para el equipo. Tres temporadas con marcas perdedoras, las dos últimas en 2014 y 2015, con marca de 6-10, precipitaron su salida. En esas dos temporadas, la defensiva de los Gigantes fue de las peores de la NFL, terminando como la #22 y #30 en puntos respectivamente. No recibió mucha ayuda tampoco de su directiva. Con la excepción de 2014, cuando seleccionaron a Odell Beckham, Jr., las primeras y segundas selecciones en los tres años previos a la salida de Coughlin incluyeron a Justin Pugh, y Jonathan Hankins, en 2013, Beckham y Weston Richburg, en 2014, y al inolvidable Ereck Flowers y Landon Collins en 2015. Pugh, Hankins y Richburg fueron jugadores sólidos, pero todos dejaron al equipo en la agencia libre.
En 2016, promovieron a Ben McAdoo de coordinador ofensivo a entrenador en jefe, y Jerry Reese, su entonces gerente general, “invirtió” más de 200 millones de dólares para reforzar la pésima defensiva del equipo. Ese año calificaron a playoffs, pero fue un espejismo. A McAdoo le quedó grande el puesto de “head coach” en el área metropolitana de Nueva York en la que sólo los que aguantan vara, sobreviven. Los medios de comunicación no perdonan y los aficionados son los más leales y apasionados en las buenas, pero despiadados e intransigentes en las malas. Bien lo cantó Frank Sinatra: “If you can make it there, you’ll make it anywhere”. Los que no hablen Inglés, usen por favor Google Translate.
McAdoo reventó después de dos años. Su salida la precipitó la decisión de romper la racha de 210 titularidades consecutivas de Eli Manning, por el baquetón de Geno Smith, un jugador al que un compañero le fracturó la mandíbula con un “uppercut” por faltar a su palabra.
Viendo la versión 2018 de los Gigantes, apostaría que Pat Shurmur no regresa en 2019. No es su culpa completamente, pero es evidente que le queda muy grande el saco. No he conocido personalmente a Shurmur. Lo que escucho es que es una gran persona y un buen entrenador de la NFL. No lo dudo. Para sobrevivir como entrenador de los Gigantes de NY, se necesita más que eso. Hay que tener temple, disciplina, tacto y una gran dosis de sarcasmo para manejar a los lobos feroces que lo asedian en cada rueda de prensa. Shurmur, en más de una ocasión, ha perdido la calma y se ha sulfurado cuando le han hecho preguntas difíciles.
Pero eso es son sólo los medios de comunicación. Coughlin explotó contra ellos en muchas ocasiones. Lo importante es el control del vestidor, y este de los Gigantes es una telenovela de horario estelar. “Simplemente María” o “Los Ricos También Lloran” se quedan cortas. Pensándolo bien, esta se podría titular “Los Ricos También Lloran en Nueva York”. El protagonista de la serie es, por supuesto, OBJ. Otros en papeles estelares son Eli Apple, Landon Collins, y Sterling Sheppard. La víctima, sin lugar a dudas, es Eli Manning.
Eli es el chivo expiatorio del equipo. Normalmente, el QB de un equipo perdedor lo es. Eli no ha jugado bien. Ha tomado malas decisiones, se le ha atorado el cartucho en la escopeta cuando ha tenido receptores abiertos, y no ha conectado pases con receptores desmarcados. En su defensa, está jugando, detrás de la peor línea ofensiva de la NFL. Cuando un equipo no tiene línea ofensiva, se produce una reacción en cadena. El libro de jugadas se reduce drásticamente. El QB, sin tiempo para revisar sus progresiones, tiene que lanzar el balón inmediatamente sin poder revisar segundas o terceras opciones que pudieran estar disponibles. En el caso de los Gigantes, tampoco pueden abrir huecos en el juego por tierra. Saquon Barkley, un talento trascendental y generacional, ha improvisado cuando no hay espacios disponibles y nos ha dejado boquiabiertos en más de una ocasión.
La directiva de los Gigantes ha hecho un gran esfuerzo para solucionar este problema que lleva ya muchos años. Han intentado, ¡de verdad!, tanto en agencia libre como en el draft. Seleccionaron a los mencionados Pugh y Flowers con primeras selecciones, a Richburg y Will Hernandez con segundas. Se gastaron un dineral, despilfarraron sería una palabra mejor, en Nate Solder y Patrick Omameh en la agencia libre de 2018. Ambos han sido rotundos fracasos. Omameh fue desactivado contra Atlanta, y Solder continúa siendo una coladera cubriendo la espalda de Eli. Dave Gettleman es un gerente general de mucho prestigio que ha armado equipos de Super Bowl. Fue diagnosticado con cáncer hace unos meses, por lo que le doy el beneficio de la duda este período de agencia libre, pero ¿dónde está su equipo de trabajo? ¿Qué hace el departamento de personal de los Gigantes cuya responsabilidad es evaluar prospectos?
Pasando ahora al MNF contra Atlanta, y regresando con Shurmur, sus decisiones en las postrimerías del último cuarto me convencieron que no durará mucho como Head Coach. Cuando los Gigantes, por fin anotaron cerca del final, tomó la decisión de ir por dos puntos, en lugar de patear el punto extra y reducir la ventaja de Atlanta a siete puntos. Parece ser lo que está de moda en la NFL. Me cuentan los actuarios que me siguen en Twitter que fue buena decisión porque la probabilidad de convertir dos puntos es casi el 50%, y que si fallaba, en la próxima oportunidad seguramente, de acuerdo a las probabilidades, los conseguiría. Me quedé pasmado al leer tal insensatez. La probabilidad de convertir un gol de campo es del 94%. No sé ustedes, pero me sentiría un poquito más seguro con estos momios. Me acercaría a siete, y si mi defensiva me regresaba el balón y lograra anotar otra vez, consideraría ganar el partido con dos puntos como lo hizo Mike Vrabel en el partido Tennessee vs Los Angeles. Pero esta no fue la única decisión cuestionable de Shurmur. De la yarda uno, mandó DOS VECES acarreos de QB por el centro, sin tiempos fuera y detrás de una línea ofensiva pútrida. Al final anotaron, faltando cinco segundos en el partido.
John Mara es un dueño parco, sobrio y que no se precipita, pero está sintiendo la presión de presidir por un equipo que era estable, pero que tristemente se ha convertido en los nuevos Cafés de Cleveland. Para llegar a este nivel es necesario tener pésimas decisiones de la directiva en la agencia libre, palomita (check), malas decisiones escogiendo al head coach, palomita, y poca fiscalización de la operación día a día, palomita.
Respecto a Atlanta, Matt Ryan jugó bien, pero el héroe del partido fue Giorgio Tavecchio quien conectó tres goles de campo, incluyendo dos de 50+ yardas. El último, de 56, amarró la victoria para los Halcones. Ha sido un año duro para Atlanta, mi favorito para ganar el Super Bowl. Por fin empezó a carburar su ofensiva, la cual debería haber complementado a una defensiva que limitó a los Carneros a 13 puntos y a Filadelfia a 15, en los playoffs del año pasado. Este partido fue clave para mantener sus esperanzas de calificar, pero sus posibilidades son mínimas. Es posible que regrese Deion Jones en unas semanas, pero Keanu Neal y Ricardo Allen no lo harán.
Mi frustración por el desempeño y la situación de los Gigantes ocupó casi todo el espacio de esta nota, y por lo mismo, no podré tocar varios temas que tuvimos en la jornada siete.
Uno obligado es el canje de Amari Cooper a Dallas por una primera selección en 2019. La historia no está a favor de los Vaqueros. ¿Alguien recuerda las dos primeras selecciones que cedieron por Joey Galloway? O ¿La primera y tercera por Roy Williams? Ambos fueron rotundos fracasos en Dallas. Aún en su mejor año, Cooper no ha jugado a la altura de un receptor que justificaría ceder una primera selección. Me refiero al nivel de Antonio Brown, DeAndre Hopkins, AJ Green, Julio Jones, o aún hasta Mike Evans. Por un lado, equipos tendrán que respetar a Cooper como opción profunda y ajustar sus defensivas. Eso es lo positivo. Lo negativo es la presión con la que tendrán que jugar Dak Prescott y el mismo Cooper porque ahora las expectativas son MUUUUY ALTAS para ambos. Dak ya no tiene excusas. Tiene que rendir. Juega detrás de una línea, que sin Travis Frederick ya no es la mejor, pero que es de buen nivel, y tiene a Ezekiel Elliot en el backfield. Nada menos que un título de división sería un fracaso para Dallas.
Los Cafés de Cleveland son mejor equipo y tienen buen futuro, pero al igual que varios equipos que nos entusiasmaron, regresaron a su lugar de costumbre en el sótano de la división Norte. Hue Jackson es similar a Pat Shurmur, buenos entrenadores que no están cortados con la tijera de entrenadores en jefe. Chicago es mucho mejor equipo, pero ha sufrido dos derrotas seguidas contra equipos de la AFC Oeste. Creo que todavía van a dar mucha guerra y en un descuido se podrían colar a postemporada. Tennessee también va para arriba, pero les va a tomar tiempo.
Finalmente, tengo mucho interés en ver el juego entre Jacksonville y Filadelfia en Londres. Estos equipos debieron haberse enfrentado en el Super Bowl LII, pero un error arbitral negó un TD en un regreso de balón suelto de los Jaguares. Ambos eran amplios favoritos para ganar sus respectivas divisiones y llegar lejos en playoffs, pero ambos han decepcionado con marcas de 3-4. Empezamos a llegar a esa época del año en la que el margen de error se reduce semana tras semana. No es un partido de eliminación, ni mucho menos, pero una derrota podría pesar mucho.
Sin más, ¡rumbo a Atlanta!