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Almirón: las razones futbolísticas del fracaso en Boca

Era un secreto a voces. Si Boca ganaba la CONMEBOL Libertadores la continuidad estaba asegurada. Si Boca perdía la final, el destino estaba sellado. La derrota por 2 a 1 ante Fluminense le puso fin al ciclo de Jorge Almirón como entrenador del Xeneize. La gestión comenzó el 10 de abril pasado, y terminó con la renuncia del DT tras la final del sábado en Río de Janeiro. ¿Por qué el entrenador que llevó a Boca a jugar otra final de Libertadores, con todo lo que eso significa, tenía los días contados?

Por el fracaso futbolístico del equipo. No hubo, en este caso, peleas internas en el plantel, un vestuario con mal clima, jugadores peleados con el cuerpo técnico o la dirigencia… Si pasó algo de todo lo mencionado, fue minúsculo, producto de internas lógicas que pueden darse dentro de un grupo de trabajo, de las tensiones de los partidos o de algún malestar por un cambio. No, el destino del entrenador estaba atado con alambres por méritos propios. Y dependía de un resultado (ganar la Copa) para mantenerse en el cargo.

Habrá que repasar su andar por estos siete meses para entender las razones de su adiós. Se podría empezar por el final: de los últimos 20 partidos que Boca jugó, sólo ganó en los 90 minutos tres: 3 a 1 a Platense en La Bombonera, 3 a 0 a Central Córdoba en Santiago del Estero y 2 a 1 a Unión, también en La Bombonera. Demasiado para un club tan grande. El equipo está último en la Zona B de la Copa de la Liga, puesto que comparte con San Lorenzo y Lanús: el Granate ya jugó, y al Ciclón lo enfrentará este miércoles en el Nuevo Gasómetro. El Xeneize durante su mandato jugó 43 encuentros, de los cuales ganó 17, empató 13 y perdió 13. Los números son contundentes.

Pero además, el técnico perdió los dos clásicos con River, en el Monumental y en La Boca, dejando una mala imagen. Estos datos sobran para entender por qué no pudo sostenerse tras la derrota en Brasil. Hay más: llegó a la final de la Libertadores sin ganar un partido en los mata mata, ya que a partir de octavos de final pasó todas las fases por penales y gracias a las atajadas de Chiquito Romero. Es cierto, en algunos partidos mereció más, y fue levemente superior a sus rivales de turno. Pero no le alanzó.

Desde lo futbolístico nunca pudo mostrar una idea clara de juego. Su Boca fue un equipo con muchos altibajos. Endeble en defensa, sin contundencia en ataque. Sin personalidad. Y con un problema claro para gestar juego. Tal vez por eso, a partir de la creación, se entienda por qué no pudo aprovechar el poder de fuego con el que contaba: Cavani, Benedetto y Merentiel. Goleadores a los que muchas veces se los cuestionó, sobre todo al uruguayo y al Pipa, pero que casi nunca contaron con un mediocampo que los pudiera ayudar a mostrar su potencial en la red.

Pol Fernández, Medina, Equi Fernández y Barco terminó siendo la apuesta en la mitad de la cancha. Con ellos, tal vez en pocas ocasiones, pareció haber encontrado el equilibrio que buscaba para ensamblar las líneas y darle al equipo una idea de juego, pero nunca pudo lograrlo. Barco, el gran acierto que tuvo en su ciclo, arrancó mostrando su talento y personalidad como lateral. Es recordado el partido que jugó, y donde brilló, de local ante el Deportivo Pereira.

Pero luego, el Colo se terminó diluyendo gracias a los cambios del DT, que lo probó de extremo por izquierda, de volante, de enganche… Los cambios constantes en la formación no ayudaron a encontrar el equipo. Línea de cinco, con Advíncula adelantado como extremo, Figal, Bruno Valdez, Nicolás Valentini en la línea de tres, y Fabra en la izquierda, por ejemplo; línea de cuatro (Advíncula de lateral, Figal o Roncaglia o Valdez, y Rojo o Valentini de centrales, y Fabra, o algunas veces Barco o Saracchi, en el lateral izquierdo; dos delanteros (Cavani-Merentiel o Benedetto), un sólo nueve de área… Sobraban las combinaciones posibles, faltaba juego.

Los partidos pasaban y la idea no se consolidaba. Pero Boca avanzaba por penales en la Copa, y todo parecía estar enfocado en llegar a la Séptima. Mientras tanto los cambios en el 11 inicial seguían y seguían y el equipo se hundía cada vez más en el desconcierto. Y en la tabla de la Copa de la Liga, y en la tabla anual para el próximo año.

Como dato positivo al momento de su despedida queda que el Xeneize está en semifinales de la Copa Argentina, cuyo título en caso de lograrlo le permitirá llegar a la Libertadores del 2024, a la que no está clasificado. Lo cierto es que la renuncia de Almirón fue la crónica de una muerte anunciada. Era lógico: sin ideas ni contenido y con un equipo que nunca encontró, terminó dependiendo del resultado que en Río de Janeiro se le negó.