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Esperando a Tevez

BUENOS AIRES -- La racha negativa de Boca parece prolongarse más allá del verano. A la sucesión de derrotas de la pretemporada, le siguió un debut muy pobre frente a Temperley por el campeonato oficial.

Entre dos planteles incomparables en cuanto a poder de fuego y presupuesto, el partido salió parejo y deslucido. El más chico supo equilibrar hacia abajo y rescatar un punto. Carlos Tevez, genio y figura del plantel de Arruabarrena desde el mismo momento en que emprendió su regreso, es la demostración más acabada –que no la causa, seguramente– del desconcierto en que está sumido Boca y por ende su público.

Todos esperaban que, luego de un año agotador que abarcó dos hemisferios e incluyó compromisos de clubes y de Selección, el descanso resetearía al Apache y le permitiría colocarse como la gran estrella del fútbol argentino. Pero, lejos de esa suposición, Tevez sólo se fue alejando de su nivel de futbolista de elite.

Él mismo asumió que está jugando mal y que no se encuentra cómodo. Aunque no atinó a dar las causas. Sus movimientos llevan a pensar que hay algo de la posición –o de la compañía eventual– que no lo convence. Más que jugar como un delantero de área, su puesto natural, Tevez suele retroceder a la línea de volantes. Quizá la pretensión sea ampliar los espacios y encontrar más compañeros, pero ese no ha sido el resultado.

Ante Temperley, no sintonizó con mediocampistas ni con delanteros. La marcación -siempre lo encimaba más de uno, hay que decirlo- lo neutralizó sin mayores sobresaltos. Y cuando no lo fagocitaba un defensor, perdía la pelota por errores conceptuales difíciles de aceptar en su profesional de su talento. Malas decisiones o deficiencias técnicas como ese tiro libre que envió a las nubes y en el cual se aunaron la falta de potencia, de dirección y de propósito.

Acaso la incomodidad de Tevez tiene algo de fastidio indirecto hacia el entrenador, quien no logra montar un equipo que le permita desplegar su potencial. En principio, perdió un socio muy eficiente con la partida de Calleri (negocios son negocios, no es responsabilidad de Arruabarrena). A su lado, el Apache tuvo las mejores actuaciones desde su vuelta. Parecían entenderse, eran aliados que estimulaban la esperanza del público.

El otro regreso, el de Osvaldo, presagia una ofensiva de lujo. Pero aún no tuvieron rodaje en yunta. Además, según demuestra sobradamente la historia, la congestión de cracks no garantiza el funcionamiento del equipo.

Riquelme decía que jugar en la liga argentina es más complicado que hacerlo en Europa. Que hay más fricción y mañas que enturbian el juego pulcro de los habilidosos. Quizá Tevez necesite un tiempo más para aclimatarse y recuperar la memoria de un torneo en que el contacto físico permanente, no exento de brusquedades, es un recurso habitual. Claro que eso no explica el bajón, que hasta acá es un enigma y que pronto puede transformarse en fastidio.

Está a gusto con el regreso, rodeado del amor de los idólatras, bien entrenado y en un plantel de probada excelencia donde no deberían faltarle socios para lucirse. ¿Por qué entonces no despega? Tal vez el choque ante San Lorenzo, por la Supercopa, sea el comienzo de su revancha. Dada la magnitud del partido, es una buena oportunidad.