BELO HORIZONTE (Enviado especial) -- Argentina estuvo muy cerca y muy lejos de llegar a la final. No es un error de tipeo, ni una contradicción. En su mejor partido en la Copa América, la Selección mereció mejor suerte ante un Brasil que lo supera claramente en trabajo de equipo y en jerarquía individual. Y eso marcó la diferencia.
A la Selección le hicieron beber de su propia medicina y la condicionaron. Así como los goles tempraneros de Lautaro Martínez frente a Qatar y Venezuela ayudaron a quitarse la presión, el tanto de Gabriel Jesús a los 18 minutos fue un cachetazo. El dueño de casa reflejaba su favoritismo en el marcador, no tanto en el juego, y la obligación cruzaba de vereda.
Párrafo aparte para Dani Alves, responsable de, al menos, el 90 por ciento del gol por su maravillosa jugada: sombrero a Acuña y enganche ante Paredes para romper a la defensa, apertura a la derecha y centro de Firmino para que la empuje un solitario Gabriel Jesús.
Es cierto, el equipo de Lionel Scaloni no se achicó. Jugó con personalidad en un escenario históricamente adverso. A los 29, Lionel Messi pateó el tiro libre y el cabezazo de Sergio Agüero impactó en el travesaño. Fue otro golpe a la ilusión. Siete minutos después, jugadón de Leo en la contra para el tiro del Kun que rebotó en Marquinhos. Argentina sentía que podía.
Ya en el segundo tiempo, el palo también le dijo que no a Messi a los 12. Y a los 21, Alisson le descolgó un tiro libre al ángulo con una tranquilidad que asusta. Parecía que no era la noche, los planetas no estabas alineados. Se intentó cambiar el rumbo con Di María y Lo Celso.
Rápidamente llegó la primera polémica: el reclamo de penal de Dani Alves a Agüero al que el ecuatoriano Zambrano no le dio lugar y la corrida fantástica de Gabriel Jesús para devolverle la gentileza a Firmino. La defensa volvió a quedar expuesta ante la gran capacidad del rival. Foyth se desentendió increíblemente de la acción creyendo que se cobraba la pena máxima, Pezzella y Otamendi no pudieron hacer nada para detener al delantero del City y el de Liverpool llegó sin oposición hasta abajo del arco.
El 2-0 fue un mazazo. Hubo pierna fuerte y tumultos. Llegó otra amarilla para Scaloni por excederse en los reclamos. Y a cinco del final, el topetazo de Arthur a Otamendi en el área que ni siquiera fue revisado por el VAR. Eso terminó por crispar los nervios.
Por el desarrollo del juego, el resultado resulta exagerado. Pero se sabe, también se gana por los detalles y por la diferencia que marcan las individualidades. Alisson cierra el arco, pasan los años y Dani Alves juega mejor, Casemiro es puro oficio y no por nada los de adelante están en los clubes más poderosos del mundo. Además, Tite lleva tres años al frente de la Verdeamarela y Argentina cambia nombres y estilos de conducción permanentemente.
Los números no mienten: en 11 partidos oficiales, la Albiceleste no ganó nunca en Brasil (9 derrotas y 2 empates). Sin embargo, en pleno proceso de renovación se plantó en el Mineirao y pudo haber dado el golpe. Una buena señal pensando en un futuro en el que se puedan achicar las distancias.