Las giras en Estados Unidos del Real Madrid le suelen funcionar a los entrenadores para descubrir caras nuevas que no estaban en planes de cara al inicio de temporada
La gira del Real Madrid por Estados Unidos siempre ha dejado una herencia deportiva importante a la hora de completar plantilla. Además, ha habido historias curiosas, sobre todo en los últimos años, donde los merengues han demostrado que estos viajes no sólo sirven para facturar.
Y es que, tanto en el caso de Ancelotti como de Zidane, o incluso en el de otros anteriores como José Mourinho, los entrenadores del Madrid han puesto la gira como si fuera un examen para varios jugadores que no tenían clara su continuidad en el equipo.
Uno de los casos es el de José Callejón. El canterano madridista se hizo un hueco en el plantel de Mourinho gracias a su rendimiento en la gira de 2011 y a su compromiso colectivo. Entonces, el atacante no tenía segura su presencia en aquella plantilla llena de estrellas pero el portugués ni se pensó su continuidad al ver su rendimiento. Sabía que podía ser alguien importante como jugador de rotación. Sus actuaciones aquella temporada dieron la razón a Mourinho.
Más tarde, en la gira de 2017, dos casos sobresalieron sobre el resto. El primero, el de Vallejo (del que luego hablaremos). El central llegó desde el Zaragoza, donde estuvo cedido, pero ya como miembro de pleno derecho de la plantilla merengue. Su actuación en Estados Unidos le dio derecho a quedarse en la plantilla a las órdenes entonces de Zinedine Zidane.
En aquel verano, Borja Mayoral también se ganó el puesto en la plantilla. Como jugador de rotación, el actual delantero del Getafe consiguió jugar más de la mitad de la temporada gracias a su buen juego en Norteamérica donde incluso marcó un gol en la victoria del Madrid frente a las estrellas de la MLS en Chicago.
Incluso, aquella temporada sirvió para que Marcos Alonso, actual jugador del Atlético de Madrid, también se quedara en el equipo, aunque su importancia fue disminuyendo paulatinamente a lo largo de la temporada.
Las pruebas a las que los técnicos someten a los jugadores son importantísimas en estas giras. Desde los conceptos tácticos hasta los niveles físicos, pasando por cómo se comportan con el grupo. Todo importa, y más en el actual plantel donde Ancelotti cuida todos los detalles al extremo. Quiere que su equipo sea versátil y por eso hace todo tipo de pruebas.
Como la del año pasado, por ejemplo. En 2023, sin un delantero que pudiera sustituir a Benzema, la gira por la Costa Oeste le sirvió al italiano para dos cosas: primero, para confirmar que Joselu podría hacer, de forma eventual, como el 9 que el técnico buscaba. Y segundo, para que el propio equipo trabajara de otra forma táctica con la intención de sacar el máximo rendimiento a Bellingham.
Se cambió a un 4-4-2 en rombo para que el inglés pudiera tener más protagonismo y vaya que si se consiguió: 19 goles en 28 partidos en LaLiga. Además, el equipo rindió perfectamente durante todo el año llegando a ganar la Champions League en Wembley contra el Borussia Dortmund.
En definitiva, quedarse con que las giras sólo valen para conseguir beneficios económicos es una forma simplista de restarle importancia al aspecto deportivo. En otro continente, en otro país y en otra ciudad. Cierto. Pero el Madrid ha demostrado que los stage de verano son imprescindibles para que el equipo funcione tácticamente y para que sus jugadores pasen ciertas pruebas que sirvan para ganarse el puesto.
Como hizo, sin ir más lejos, Arda Güler nada más llegar el año pasado a UCLA: en su primer entrenamiento deslumbró por su desparpajo y calidad. Luego llegaron las lesiones y se tuvo que volver a Madrid, pero Ancelotti se quedó encandilado de lo que podría hacer con el turco y se prometió a sí mismo que, en cuanto estuviera recuperado, le daría los minutos que le prometió.