BARCELONA -- Héctor Bellerín quiere jugar en el Barcelona. Lo sabe todo el mundo tanto en el Barça como también en el Arsenal, mientras Arsene Wenger guarda un silencio sepulcral, dando a entender que no tiene ninguna intención de permitir la marcha del lateral y esperando a que el club azulgrana mueva ficha.
Y esa ficha podría llamarse Rafinha, que tomaría el camino hacia Londres, consciente como parece del embudo que se avecina en el centro del campo azulgrana y necesitado de minutos de calidad si quiere ser tenido en cuenta por Tite para formar parte de la selección brasileña que dispute el Mundial de 2018.
Más allá de las palabras de rigor de su padre, quien aseguró a finales de mayo que el objetivo de Rafinha es permanecer en Barcelona, la realidad es que la familia Alcántara sopesa repetir con el menor la misma decisión que tomó Thiago, que se marchó a Munich para convertir su figura de relleno en el Barça en una indiscutible en el Bayern.
Reforzado en su cargo como no podía imaginar hace dos meses, Wenger sabe que la venta de Bellerín provocará opiniones encontradas alrededor del Emirates y necesita blindarse, tanto personal como profesionalmente, para no dar la sensación de que el Arsenal sigue siendo un club menor comparado con los grandes de Europa.
Y antes de dar luz verde al traspaso de su lateral pretende visualizar con exactitud la situación general de la plantilla.
Dudando de la recuperación absoluta de Cazorla y temiendo que Oxlade-Chamberlain no renueve el contrato que acaba en 2018, el entrenador francés contempla con buenos ojos la incorporación de Rafinha y aunque no es ajeno a la opción de Arda Turan, de quien hace semanas se rumorea desde Turquía que tendría una propuesta del Arsenal, desde el Barcelona se sospecha que estaría abierto a negociar directamente la salida de Bellerín siempre que a una buena oferta económica se acompañase el pase de Rafinha.
El lateral, en plena disputa del Campeonato de Europa sub’21 con la selección española, guarda silencio a la espera de acontecimientos y no tiene la intención, por ahora, de dar a entender ningún enfrentamiento con Wenger, a quien mantiene en excelente consideración y considera su auténtico padre deportivo.
Y Wenger, con toda la calma del mundo y conocedor de las tácticas de desgaste en el mercado, espera a que el Barça deje el terreno de las intenciones y traslade una oferta en firme para, negándose de entrada, comenzar a negociar con el comodín de Rafinha en la mano. O, quizá, de Arda Turan. O, a saber, de ambos.