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Se cumplen 30 años del fichaje de Romerito por el Barcelona

BARCELONA -- “Hemos hecho un quiebro a la prensa porque nadie ha sabido el fichaje hasta ahora, cuando ya está en Barcelona. A Romerito le fichamos para los tres últimos meses de la temporada y ya se verá si después se queda”. Con su sonrisa socarrona, y un punto desafiante, Johan Cruyff confirmó aquella noche del 29 de marzo que el Barça había cerrado la incorporación de Julio César Romero, conocido como Romerito, que provocó una auténtica sorpresa en el club... Y que acabó de convencer a Lineker de que su tiempo de azulgrana se acababa.

Se había lesionado Bakero, indiscutible en el equipo, y Cruyff reclamó un fichaje de urgencia para encarar el final de temporada, la de su debut en el banquillo del Camp Nou. Y como el presidente Núñez, aún tocado por el Motín del Hesperia y enfrentado a unas elecciones a la vuelta de la esquina en la que podía perder el puesto ante Sixte Cambra, estaba entregado a los deseos del holandés, cedió a la reclamación.

Este viernes se cumplen 30 años del fichaje de un Romerito en el que nadie pensó. Se concretó en una operación supersónica después de no convencer al Matra Racing de París por el traspaso de Enzo Francescoli, objetivo principal azulgrana y a quien el vicepresidente del club francés, Jean-Louis Piette, cerró la puerta “a cualquier precio” argumentando que el equipo que dirigía Arthur Jorge se estaba jugando la salvación del descenso... Y de una quiebra a la que no podría driblar un año después.

También planteó el Barça adelantar la llegada de Ronald Koeman desde el PSV Eindhoven (a lo que se negó en redondo el club holandés que, eliminado de la Copa de Europa por el Real Madrid, luchaba por el doblete en Holanda) y según la información de la época sondeó a Brian Laudrup, joven hermano de Michael (el que sí ficharía en verano) y que empezaba a despuntar en el Brondby de Dinamarca. Nada resultó. Excepto la idea final de Johan Cruyff: Romerito.

POR SORPRESA
Nunca estuvo tan cerca del Barça Francescoli como aquel mes de marzo de 1989 y nunca pensó, ni por asomo, Romerito que una noche se iría a dormir tras jugar en Río de Janeiro con el Fluminense y a la mañana siguiente estaría preparando el equipaje para viajar a Barcelona.

“Me llamaron los dirigentes a las dos de la madrugada, cuando estaba durmiendo y me dijeron que querían reunirse conmigo de inmediato, que se debía resolver todo aquella noche”, explicó años después en una entrevista el futbolista paraguayo, quien acogió la propuesta con tanta incredulidad como dudas.

“Yo no quería ir al Barcelona, era un gran riesgo porque recién iniciaba la temporada en Brasil y allá en España estaban terminando el campeonato”, explicó Romerito... que sin embargo acabó accediendo. “Llegué un miércoles a Barcelona. Me llevaron directamente a hacer la revisión médica y después me presentaron al técnico y los jugadores. Ahí mismo, Cruyff me dijo que posiblemente jugaría contra el Real Madrid el sábado. Todo fue muy extraño”.

El Barça jugó un partido de Copa aquel miércoles 29 de marzo en el Camp Nou frente al Atlético de Madrid (3-3) y a la conclusión Cruyff anunció a los periodistas, en la sala de prensa, el fichaje del paraguayo, “el mejor jugador de Sudamérica en dos ocasiones y que le conozco de cuando yo jugaba en Estados Unidos”.

Efectivamente, Romerito, triunfador en el Mundial juvenil de 1979, jugó entre 1980 y 1983 en el New York Cosmos junto a veteranos consagrados como Beckenbauer, Chinaglia, Neeskens o Carlos Alberto, quien precisamente y tras la fallida de la NASL apadrinó su fichaje por el Fluminense. Allí, en Estados Unidos, le conoció Cruyff y por lo que le vio, y recordaba, pensó que sería una buena operación, tan curiosa y estrambótica como osada.

El Barça pagó por su cesión hasta el final de la temporada 360 mil dólares de la época a una multinacional suiza que tenía la propiedad de sus derechos y el jugador aceptó un único pago de 40 mil dólares. Entrenó jueves y viernes... Y el sábado 1 de abril debutó, como titular, contra el Real Madrid.

SIN GLORIA
La corta etapa de Romerito en el Barça se redujo a siete partidos, 470 minutos y un gol, el día de su despedida frente al Málaga en el Camp Nou el 24 de junio, doce semanas después de aquel estreno en un Clásico que apenas se recuerda porque desplazó al banquillo a Lineker (ídolo para la hinchada) y porque Núñez ganó las elecciones presidenciales más apretadas de su larga trayectoria al frente del club.

“Cruyff tenía mucha confianza en mí. Me dijo que mi despliegue era muy bueno, me pidió moverme cerca del área y que aguardase mi oportunidad porque debía anotar un gol. Hizo hincapié en que necesitábamos sorprender al Real Madrid para ganarle”, rememoró el paraguayo, quien tuvo dos ocasiones de gol que no convirtió y a diez minutos de la conclusión fue sustituido por Julio Alberto. Lineker (autor de cinco goles en ocho partidos al Real Madrid), se quedó todo el partido en el banquillo, para disgusto de la hinchada.

Repitió Romerito como titular la siguiente semana frente al Zaragoza, sin anotar, y a la siguiente se lesionó un tobillo frente al Valladolid, perdiéndose las posteriores cuatro jornadas. Inactivo durante un mes, cuando reapareció a finales de mayo ante el Athletic de Bilbao ya era consciente de que el Barça no haría valer ninguna cláusula para que se quedase más allá de final de temporada.

Dijo adiós marcando un gol al Málaga el 24 de junio y tuvo una emotiva despedida en el vestuario por parte de los que fueron sus colegas durante apenas tres meses. “Me gustó la actitud de mis compañeros. Es muy grato recordarlos porque fueron muy buena gente conmigo”, recordó el paraguayo.

Y así acabó la historia. La que muchos consideran primera ‘Cruyffada’, término que con los años se popularizó para explicar esas decisiones tan personales y peculiares del entrenador holandés, que tuvo en Julio César Romero a su protagonista. 30 años se cumplen de ello este 29 de marzo.