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El Espanyol arruinó dos veces la fiesta del Barcelona que se sentía campeón

BARCELONA -- El Barcelona prepara el derbi del sábado con Lionel Messi acelerando y la historia avisando. Alrededor del Camp Nou se respiran aires de campeón en vísperas de recibir a un Espanyol tan insulso como dispuesto a arruinar la fiesta. Y no sería la primera vez...

Un día fue Tamudo y otro, mucho antes, Murúa. El Barça descontando los días para cantar el alirón y el Espanyol, a menudo derrotado y no pocas veces humillado en el Camp Nou, asaltando el templo azulgrana de manera tan inesperada como fatal para unos y eufórica para los otros. Ocurrió en la penúltima jornada de la temporada 2006-07 y a cuatro fechas de acabar el curso 1981-82. Se veía campeón el Barça, y le hundió en la miseria el Espanyol.

En la retina está presente el Tamudazo de hace doce años... Pero en la historia de ambos equipos no se borra lo que ocurrió en 1982, en un derbi que el entonces entrenador azulgrana Udo Lattek saludó con euforia, asegurando que en su equipo “ni tenemos miedo ni seremos precavidos”, y del que se despidió, tras el 1-3, en silencio y de cabeza al desastre final. Con cinco jornadas por jugarse hasta el fin del torneo el Barça aventajaba al Real Madrid en cuatro puntos (la victoria valía dos en la época). Contra todo lo imaginable, la Liga la ganó la Real Sociedad.

La vez más reciente que ocurrió, el 9 de junio de 2007, la noche recordada como ‘El Tamudazo’, dirigía al Espanyol, precisamente, Ernesto Valverde, responsable tan directo como involuntario de que el Barça de Rijkaard se quedase sin conquistar tres títulos de Liga al hilo. Llegaban igualados en la tabla los azulgrana con el Real Madrid pero era el equipo merengue quien se llevaba la gloria por el goal average particular cuando en la penúltima jornada explotó todo.

Ganaba por 2-1 el Barça al Espanyol en el Camp Nou y perdía 2-1 el Real Madrid en Zaragoza. El estadio azulgrana coreaba el grito de campeones después de que un doblete de Messi hubiera remontado el inicial gol de Tamudo cuando, en el último minuto, sin tiempo apenas para reaccionar, el máximo goleador histórico del equipo periquito empató y provocó un auténtico drama, que alcanzó el paroxismo apenas 20 segundos después, al conocerse que en Zaragoza Van Nistelrooy había empatado el partido para el Real Madrid.

Y el Madrid de Fabio Capello se acabó por proclamar campeón de Liga en la última jornada, venciendo en el Bernabéu al Mallorca y haciendo inútil la goleada azulgrana en Tarragona.

En un abrir y cerrar de ojos al Barça se le borró la euforia para convertir la Liga en una tragedia impensable. Tan impensable como olvidada en esos términos, aunque no era la primera vez que le ocurría.

EL DESPLOME
28 de marzo de 1982. Un Camp Nou acabando las obras para el Mundial que comienza tres meses después lleno hasta la bandera para acoger el derbi que debe sentenciar la Liga. El Barça de Lattek llega al partido sin atender que el 3-0 encajado una semana antes en Valencia es una señal y con 4 y 5 puntos de ventaja sobre Real Madrid y Real Sociedad a cinco jornadas de acabar el torneo se siente, casi, campeón.

Aquel domingo, sin embargo, el Espanyol dirigido por Maguregui hizo saltar por los aires toda la magia que podía quedar en el equipo azulgrana. Los goles de Urbano, Lauridsen y Murúa hicieron inútil el de Alexanko y el 1-3 final pesó como una losa en el ánimo de un líder de barro. Que de ahí al final de la Liga perdería en Pamplona (3-2), empataría frente al Athletic (2-2), caería en el Bernabéu (3-1) para ya perder la primera posición a favor de la Real Sociedad y cerraría con un triste 2-2 contra el Betis que confirmó el desastre.

Del 1-3 periquito se pasó a dos empates y dos derrotas en el desemboque de una Liga perdida de mala manera que tuvo en el Espanyol al gran protagonista y que ni apenas se mitigó con el título de la Recopa conquistado dos semanas después frente al Standard de Lieja belga.

VUELTA A EMPEZAR
Ahora el Barça, con 10 jornadas por disputarse y 10 puntos de ventaja sobre el Atlético de Madrid, recibe a un Espanyol sin apenas nada que decir en la Liga, lejos de Europa (7 puntos y 5 equipos por delante) y más aún del descenso (9 puntos y 5 equipos por detrás), que llega al Camp Nou tras empatar sus tres últimos partidos como visitante, que suma 9 sin ganar a domicilio y que ha perdido sus últimas 9 visitas ligueras en el estadio azulgrana.

Los números no pueden ser más favorables para el equipo de Valverde, que acumula 16 jornadas sin conocer la derrota y que tras el frenazo de los dos empates consecutivos ante Valencia y Athletic suma cinco victorias al hilo que le han disparado en la clasificación para convertirle en el único candidato, lógico, para conquistar la Liga.

Pero en la retina no se olvida que ese Espanyol silencioso disfruta de jornadas históricas muy de vez en cuando en el Camp Nou. Se cumplen diez años de su última victoria en el templo azulgrana (que no evitó el alirón del equipo de Guardiola) y doce del inolvidable Tamudazo.

Así, no es extraño que Ernesto Valverde, que vivió en blanquiazul aquel hito, sea el más cauto ante un derbi que muchos esperan como una fiesta y otros tantos como un aquelarre. El derbi puede sentenciar la Liga… o encenderla.