El Clásico Nacional tuvo a un Guadalajara irreconocible y a un América desconocido, con victoria para el primero y dura e inesperada sacudida del segundo.
LOS ÁNGELES -- Cómo no recurrir de nuevo al epistolario de San Mateo (11:2-11), si, súbitamente, “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres (rojiblancos) la Buena Nueva”, y ocurre precisamente en el averno azulcrema, en el coliseo de las Águilas que tenían al maligno dentro, ocurre ahí, donde Chivas vence al América (1-2).
Un partido eterno de casi 120 minutos que, con el desfibrilador del marcador y la sorpresa, le restituye los latidos del corazón a un Clásico Nacional que parecía haber muerto a manos precisamente con la eutanasia del Guadalajara.
Pero no, el Clásico Nacional se infestó saludablemente de todos los dioses y de todos los demonios de estos clásicos: bronca, golazos, decepciones, revelaciones, y hasta desgracias, como ocurrió con el tobillo derecho del Piojo Alvarado que pareció flexibilizarse como elástico trozo de ranilla en un vaporoso plato de menudo de La Pancita d’Mundo, por ahí, por la Calzada de los Misterios, rumbo al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, ahí, donde los #Chivahermanos amanecieron este domingo para agradecerle a la Virgen del Tepeyac la transfiguración de sus once pusilánimes en auténticos guerreros. Cómo no, si, inesperadamente, “los ciegos vieron y los cojos anduvieron, los muertos resucitaron…” y todos los etcéteras.
Sí la Tonantzin Guadalupe, la de los rezos, las mandas y los milagros, fue más que el resoplo comercializado de la Rosa de Guadalupe.
Sí, el Clásico Nacional con un Guadalajara irreconocible y un América desconocido.
El 2-1 es el epitafio a la soberbia de uno, y es el altar al ¿despertar? del otro. ¿Cuál de los dos volverá primero a su realidad, Chivas o Águilas?
Peligroso desenlace para ambos. Especialmente para Chivas. Porque ya se relame los bigotes Tigres (miércoles), y los Diablos Rojos (sábado), aceitan las puntas de sus lascivos mostachos. Sí, el Guadalajara no puede ser menos de lo que fue ante el América. Porque, de ocurrir así, de volver a ser el equipo vulgar y anodino, quedaría claro que el amarillo del #ÓdiameMás es el fetichismo supremo de su innoble vida.
Para su bendición, el Guadalajara abotagará su estadio en ambos partidos, porque su afición se habrá pertrechado en ese limbo catártico y anestésico, entre la ilusión y el ilusionismo.
América será puesto a prueba por el equipo que ha usurpado su lugar en el descaro del despilfarro, como lo es Monterrey, con la nómina más elevada de México y posiblemente del Continente, tras el agregado de Anthony Martial, con más vendajes y esparadrapos que goles en sus últimos años de nomadismo por Europa.
Dos dramas en este Clásico Nacional, aparte de la batalla campal, más de arañazos y empujones, que de reyerta genuina, y que genera ¿Richy? Ledezma al burlarse del América tras el 0-2.
1.- Uno de esos dramas, es precisamente el golazo de la Hormiga González, quien tiene todo el mérito de aprovechar la artritis reumatoide de los quelonios defensores de América, y además abusar de la primitiva reacción de Luis Malagón, quien ha dejado de ser el Ángel del América.
2.- El otro, sufre la pública, masiva y dolorosa humillación: Javier Hernández. Se quedó enclaustrado y sombrío en la banca el tipo que presume que rezuma sangre rojiblanca desde todos sus ancestros. Y un hombre que, ayeres ha, lloró viendo triunfar triunfar a Chicharito en el Manchester United, ayer debió enjugar una lágrima, ante el funeral deportivo de su nieto. ¡Aguante Don Tomás Balcázar!
Quede pues el momento de gloria para Chivas. Y está más en su corazón que en sus pies prolongarlo. Y quede pues el momento de oprobio y de indignidad para el América, en la noche en la que vio, precisamente, a Saint-Maximin convertido en el palurdo del que ya había advertido José Mourinho.
