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Cruz Azul: Cuando despertó, la maldición todavía estaba allí...

COLUMNA ‘EL PULSO’


CIUDAD DE MÉXICO -- Esta vez no perdió un título en el último suspiro, ni falló goles de forma inverosímil. Esta vez sencillamente no se presentó a la final.

Más allá de los pobres discursos sobre la “falta de huevos” o que “la volvieron a cruzazulear”, Cruz Azul buscó romper con 21 años de sequía invadido por el miedo... Tenía pavor a perder y las consecuencias son de sobra conocidas.

El gran torneo, la Copa MX y la efectiva Liguilla ahí quedan, pero cuando tienes enfrente una oportunidad histórica, ante un rival con el que había (ahora son más) cuentas pendientes, lo menos que se espera es que, ganes o pierdas, busques por todas las vías aprovechar el momento.

Después, el deporte, las circunstancias, incluso hasta la fortuna hacen su parte, pero no hay nada peor que ‘morir’ sin dar pelea... Y Cruz Azul no la dio.

En el juego de Ida, que pasará a la historia como uno de los más pobres, La Máquina tuvo dos llegadas: un cabezazo del ‘Cata’ Domínguez en una jugada a balón parado, y un mano a mano de Édgar Méndez con Agustín Marchesín en los últimos segundos, el cual erró de forma imperdonable el español.

La estadística del partido de Vuelta arroja un dato contundente: Cruz Azul no realizó un solo disparo a gol... Así, por más ganas, apoyo de su lastimada y noble afición, y una supuesta mentalidad renovada, sencillamente es imposible.

Sin ser espectacular ni mucho menos, ni tampoco ejercer un dominio total, el América buscó más la victoria, y cuando al partido no le pasaba nada, Jesús Corona se apuró en una salida, le dio un balón a Iván Marcone en medio de dos rivales, y el argentino lo perdió, con las consecuencias fatales para la causa celeste... Ahí tomó rumbo la Final.

Encontrar culpables es tarea sencilla, pero basta con decir que, paradójicamente porque se equivocó en el gol, pero salvo Marcone, ningún futbolista cementero estuvo a la altura de las circunstancias en la serie.

Tampoco Pedro Caixinha, quien en la vuelta prescindió de inicio de Roberto Alvarado, uno de los pocos que aportó desequilibrio. El portugués también reaccionó hasta que su equipo perdía, no antes, cuando la apuesta y el riesgo consecuente estaban en ofender para buscar el anhelado título.

El sentimiento celeste no puede ser otro que frustración; sí, por agrandar la colección de finales perdidas, pero sobre todo porque en esta ocasión no hubo maldición en el último segundo ni fallas en la línea de gol; esta vez Cruz Azul no se presentó a la Final y esa sí es una verdadera ‘maldición’.