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Cien historias rumbo a Qatar 2022: Cavallini, el orgullo de llevar la bandera de la hoja maple al Mundial

@CanadaSoccerEN

No olvida la cara de su madre y su preocupación. La decisión no era sencilla. Atrás quedaba una parte de su vida. Pero estaba convencido. “Me voy”, le dijo a sus padres. Se tomó un avión y desembarcó en Uruguay. Pasó de las comodidades de un país de primer mundo a la pelea por el peso. De la tranquilidad del hogar a tener que aprender a cocinar. Lo alojaron en una casa donde había un paisano de cada pueblo. Y se sorprendió cuando le dieron un jabón para lavarse la ropa. Hoy, con el paso del tiempo, dice que no se imagina como padre dejando ir a sus hijos a una aventura como la que emprendió.

Lucas Cavallini peleó por su sueño. Quería ser futbolista. Y lejos de quedarse en su Canadá natal, donde tenía absolutamente todo, optó por viajar a Uruguay. Jamás imaginó lo que el destino le tenía deparado: volver a su país y clasificar para jugar un Mundial. El sueño se hizo realidad… Lucas nació en Toronto, Canadá, el 28 de diciembre de 1992. Hijo de padre argentino y madre canadiense, aprendió a caminar con una pelota en los pies. Su papá le transmitió la pasión por el fútbol lo que le permitió crecer en una ambiente latino y futbolero. “Recuerdo los asados donde siempre se armaba un picado y me encantaba jugar con los adultos”, reveló Cavallini a ESPN.

A pesar de que sus amigos más cercanos jugaban al hockey, o tocaban la guitarra, Lucas corría todo el día detrás de una pelota. Fue así que lo anotaron para jugar en un equipo local. Allí se encontró con dos entrenadores que lo marcaron como el uruguayo Jorge Armua y el argentino Juan Cruz Real. Pero fundamentalmente con el respaldo de sus padres. “Pah, mi viejo laburaba todo el día pero siempre estaba para llevarme a jugar. De pronto había que viajar a lugares que quedaban a tres horas de casa. Y después empezó a jugar mi hermano más chico”, expresó a ESPN.

En Canadá, a diferencia de lo que pasa en Uruguay, en los meses de invierno se jugaba en gimnasios cerrados debido a la intensidad del frío. Y los partidos eran con cinco o siete jugadores.

Así fue que Cavallini, que empezó a convivir con su sueño de convertirse en futbolista, sabía que chocaba con la realidad de un país que no es muy futbolero, por eso empezó a hacerse a la idea de emigrar.

“Yo tenía la pasión de jugar, de ser profesional y cambiar un poco el fútbol en Canadá. Por eso me quería ir a Sudamérica donde el fútbol se vive con otra pasión. Soy muy cabeza dura y si quiero algo, lo quiero cumplir sí o sí. Y me acuerdo que apenas entré al liceo dije, yo no voy a terminar todos los años acá, me voy a ir para empezar mi carrera en el fútbol. Claro que mi pensamiento chocaba con el de mis padres que querían que terminara el liceo”, comentó el delantero que hoy milita en el Vancouver de la MLS.

Pero mire cómo son las cosas. El equipo donde jugaba Lucas fue invitado para realizar una gira con una serie de amistosos en Argentina y Uruguay. “Era para conocer y ver cómo se vivía el fútbol por esas tierras. Recuerdo que jugamos contra Independiente, Arsenal, River Plate y luego cruzamos el charco para jugar en Uruguay contra la Cuarta y la Quinta división de Nacional”, dijo Cavallini.

De regreso a Canadá, cierto día Armua llamó a cinco chicos entre los que estaba Lucas. En la charla les dijo que existía la posibilidad de probarse en Nacional. Se abría la puerta del sueño.

COCINAR Y LAVARSE LA ROPA
Lucas tenía 16 años cuando viajó a probarse en la Quinta División de Nacional. De los cinco que vinieron a Uruguay quedaron dos: Cavallini y Jonathan Osorio. Curiosamente, ambos volvieron a jugar juntos en Toronto y en la Selección que terminó clasificando al Mundial de Qatar. “Desde los 9 años estamos juntos, es como un hermano”, acotó Lucas.

La vida cambió. Pasó a vivir en la residencia que tiene Nacional pegada a la sede. Asume que lo más costó “fue hacer las tareas diarias. Yo no cocinaba, pero me tenía que lavar la ropa. Pero no me importaba porque tenía el foco en mi sueño”, rememoró.

Cavallini admite que extrañó un poco su Canadá natal. “Sobre todo si tenía un mal partido porque me amargo. Pero la que más sufrió fue mi madre. Y la verdad que ahora como padre no me imagino dejando a mis hijos irse solos del país con 16 años. Mi madre era la más preocupada, mi padre por dentro capaz que estaba triste pero no lo demostraba. De todos modos, tenían claro que era mi sueño y en definitiva es lo que quiere todo padre para sus hijos, que sean felices”.

Y Lucas se fue haciendo camino al andar con una generación que tenía, entre otros, a Carlos De Pena, Gonzalo Bueno y Renato César, dirigidos técnicamente por Gustavo Bueno y el profesor Julio Moreno.

DESLUMBRÓ A CARRASCO
Un año después, jugando en Cuarta división, el técnico Rudy Rodríguez organizó un amistoso contra Boston River. Aquel día Cavallini marcó tres goles. Lo que no sabía es que en la tribuna estaba el técnico del primero, Juan Ramón Carrasco, mirando el partido.

“Cuando terminó el partido vinieron y me dijeron que JR quería que fuera a la práctica de la tarde. ¡Llamé a todo el mundo! Se podrán imaginar. Intenté dormir la siesta pero fue imposible. Tenía mucha ansiedad. Jugamos un amistoso contra la Mutual y la verdad, la rompí. Estaba el hijo de Carrasco, que era el DT de la Tercera, y me dijo que me quedara. Ese día marcó todo para mí”, rememoró en la charla con ESPN.

Al año siguiente llegó Marcelo Gallardo a Nacional. “Yo jugaba en la Tercera y a la tarde Gallardo citaba solo a un grupo de gurises para entrenar técnica y eso me ayudó mucho. Sin embargo, no pude debutar en el primero porque tuve altos y bajos”, reconoció.

Luego de ganar el Campeonato Uruguayo, Gallardo se alejó del club. Llegó Gustavo Díaz. Era junio de 2012 y Lucas se quería ir de vacaciones a Canadá.

“No aguantaba más. Llamé a Jorge Armua y le dije me quiero ir a Canadá, quiero vacaciones y me dijo que no, que me tenía que quedar y entrenar. Me consiguió un profe. Yo no podía creer, llevaba seis meses sin ir a Canadá, quería ver a mis amigos. Me quedé solo entrenando y esas vacaciones me marcaron muchísimo porque fuimos a la pretemporada y llegué mejor que cualquiera. Pero en el plantel había muchos delanteros y el Chavo me dijo que lo más conveniente era que saliera a préstamo”.

Y fue así que Cavallini se enroló en Juventud de Las Piedras, club donde debutó en Primera División. Al año siguiente volvió a Nacional con el argentino Rodolfo Arruabarrena como entrenador. Pero se encontró con el mismo problema: demasiados jugadores en su puesto. A saber: Iván Alonso, Richard Porta y el Morro García, entre otros.

“Luego de tanto sacrificio, yo tenía la ilusión de debutar en el Parque Central. Me quedé seis meses. Pude jugar, pero nunca de titular. Perdí mucho ritmo y me mató psicológicamente”, admitió el delantero.

En el horizonte surgió Fénix. Otro pase a préstamo. En principio por seis meses, pero a fuerza de goles se quedó más de lo previsto.

DE UN GRANDE AL OTRO
Asomaba el año 2017 cuando a Lucas le llegó una propuesta para fichar por Peñarol. Dudó. “Es que, después de haber pasado por Nacional, me daba cosa… Pero como era un chico con mucho hambre de jugar al fútbol dije: la tengo que romper”, expresó.

El técnico de los aurinegros era Leonardo Ramos que lo incluyó en la oncena titular. Cuando llegó la hora de debutar en la Copa Libertadores, Cavallini no pudo jugar por arrastrar una sanción con Fénix. Y perdió el lugar en el equipo.

“Me voy con la selección de Canadá a la Copa de Oro y allí aparece la oportunidad de irme al Puebla de México. Entendí que era un buen momento para cambiar de aire. Llegué y enseguida me adapté, empecé a hacer goles, y me compraron el pase”.

Después de tres años en México, Lucas regresó a su país. “Siempre me contactaron para volver y, si bien mi idea no era ir a la MLS, sino jugar en Europa, terminé sellando un buen contrato con Vancouver”.

El volver a su país le permitió estar más cerca de la Selección con la que terminó escribiendo un capítulo importante de la historia al clasificar por segunda vez a un Mundial.

“No hay palabras para explicar lo que logramos. Fue un proceso largo con mucho sacrificio, muchos viajes, mucho tiempo lejos de la familia en islas y canchas muy feas, calor, humedad, pasamos de todo, pero se logró el merecido objetivo de clasificar al Mundial”, expresó Cavallini a ESPN.

Lucas reconoció que, cuando el fútbol no tenía espacio en Canadá, quería representar a otra Selección. Pero a medida que fue creciendo y madurando, entendió que no podía traicionar a su corazón.

“Yo tengo que representar al país que me vio nacer. No me arrepiento de nada. La bandera de la hoja maple la llevo con mucho orgullo”, sentenció.