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Con sus tres goles ante Brasil, Claudio Echeverri confirmó que es el nuevo crack del fútbol argentino

AP

Bienvenidos, una vez más, a la historia grande del fútbol argentino. Descansa este viernes ahí, en el botín derecho de Claudio Echeverri, que desparrama brasileños uno tras otro para consolidar un sueño. Para que Argentina golee 3 a 0 a Brasil y se meta en semifinales del Mundial Sub 17. Para concretar una promesa.

Allí, en una cancha de Indonesia, sonríe Echeverri mientras recibe los abrazos de todos los compañeros. En ese cariño, en esa imagen albiceleste del compartir que cruza épocas, están todas las ilusiones amontonadas. Es lo que fue y lo que será. El corazón de un pueblo que respira fútbol y que esta tarde vuelve a pensar que vive una historia infinita. Porque es un capítulo que se encadena con otro, un unir puntos en un dibujo imaginario para conformar un libro sin principio ni final.

En Echeverri descansa la génesis del potrero. La gambeta que alguna vez fue de Diego Maradona en Japón en 1979. Que heredó Pablo Aimar en Malasia en 1997. Que transportó como una antorcha de fuego Lionel Messi en Países Bajos en 2005.

Eso es lo que trae hoy Echeverri con estos tres magníficos goles ante Brasil. No es el Sub 20, pero sí el Sub 17. Todavía falta un montón, pero nosotros, los que somos de acá, lo que hemos visto pasar muchas primaveras en esta tierra, sabemos muy bien que estas películas siempre empezaron así. Tirando la punta de un ovillo para que luego lo maravilloso suceda. Parecería ser, sin ánimo a equivocarnos, el inicio de un traspaso de mando. Son tres goles que conforman la obra completa: uno de arrebato, otro con dos gambetas y remate, otro eludiendo al arquero y definiendo en soledad.

Echeverri deja la cancha hoy con un hat-trick que cambia para siempre su carrera. El Sudamericano pasado fue la hipótesis y este Mundial -y más precisamente este partido- es la confirmación. El cambio de piel necesario para que sus compañeros sepan que todo lo que se dijo, lo que se dice y lo que se dirá es cierto. Para que los poderosos sepan que si este pibe de a pie, humilde, era un deseo, ahora es una necesidad.

Echeverri, el Diablito, es distinto. Es, una vez más, el fútbol argentino que pega un alarido de libertad en algún lugar del mundo. Nada por aquí, nada por allá. Ahora me ves, ahora no me ves.

Pasan los años, los torneos y los jugadores. Pero hay algo que no cambia: Echeverri, más chico que los demás, más fragil pero también más inteligente, es la descendencia del crack que despierta sonrisas. El mago que escapa de los cerrojos y cadenas. El espíritu de libertad que atraviesa generaciones.

Nunca es tarde para recibir una brisa fresca sobre el rostro.

Argentina, ahora, es semifinalista del Mundial Sub 17.

Y lo mejor queridos amigos, está siempre por venir.