Aviso para el lector: las siguientes líneas contienen conceptos políticamente incorrectos.
En la clase 1 de Periodismo Deportivo te dicen que tenés que dejar la pasión de lado, guiarte siempre por la noticia y acercarte lo máximo posible a la objetividad, concepto que básicamente no existe.
Si bien los periodistas somos personas y no robots sin emociones, la lección se puede aprobar sin mayores dificultades. Sobre todo en un país en el que el hincha prefiere a su club por sobre la Selección, la tarea de mantener “distancia” del equipo nacional no requiere un gran sacrificio. Claro que en el periodismo, como en la vida o en el fútbol, siempre hay excepciones.
En el 95 por ciento de las veces, ante cada gol de Argentina la respuesta de este humilde servidor fue similar: respiración honda, boca cerrada, ojos bien abiertos y dedos rápidos para tratar de captar la mayor cantidad de detalles en la libreta de papel. El tema es lo que pasó en el 5 por ciento restante...
Por ejemplo, en el agónico gol de Marcos Rojo a Nigeria que evitó un papelón histórico en Rusia 2018 y que nos dejó disfónicos a todos. También cuando Chiquito Romero se convirtió en héroe contra Holanda y nos llevó a la final del mundo en el Maracaná. O en aquella noche memorable del Monumental, donde Martín Palermo le anotó a Perú bajo un diluvio universal o un mar de lagrímas del cielo, como usted prefiera. Con la platea de prensa colapsada, terminamos parados en la Belgrano Baja, empapados, tratando de preservar la libreta, con la tranquilidad de que ese gol nos acercaba a Sudáfrica. La primera cobertura de un Mundial. El sueño del pibe.
Y por supuesto, cómo olvidar lo que pasó aquel 22 de junio de 2010. Otra vez él, otra vez el chico de la película. El último gran héroe, como titulamos la nota de su primer gol en una Copa del Mundo. Martín Palermo, un predestinado.
Los ayudantes Mancuso y Enrique querían a Higuaín, pero Maradona dijo "Traeme a Martín". Entró a los 35 del complemento, después del gol de Demichelis que abrió el triunfo de Argentina sobre Grecia. Escuchó el "Andá y definímelo" de su técnico. El Peter Mokaba de Polokwane se transformó. Empezó a sentirse el olor a gol.
Pisó la cancha entre la satisfacción del sueño cumplido y la certeza de la desconfianza de parte del ambiente. A los 36 años y 277 días, Martín Palermo, por si hace falta aclararlo, debutaba en un Mundial. A los 38 minutos giró en el área y remató de zurda, sin la efectividad de la noche de su regreso goleador ante River, en la Libertadores 2000. Y a los 42, se impuso por arriba, su marca registrada, pero el cabezazo fue a manos del arquero. Eran avisos.
Justo a 9 minutos de haber ingresado, el número que lo marcó en el fútbol, mostró a qué vino a Sudáfrica. Aprovechó el rebote que dio Tzorvas, luego de la jugada de Messi, y quedó solo para definir cruzado de derecha, sí, su pierna menos hábil. Otra perlita.
Corrió hacia el banderín del corner, brazos abiertos. Miró para todos lados, como pidiendo que lo pellizquen. No era una locura. O en realidad sí. Fueron todos sus compañeros a abrazarlo. El capitán Messi se le subió encima. Soñaron con bajar los de la tribuna. Deseaban llegar los que lo veían por TV. Sus padres, su hermano, su novia y su hijo Ryduan, quienes viajaron especialmente para este partido, quisieron saltar los carteles de publicidad.
El Loco se separó del resto y apuntó al banco. Se estrechó en un abrazo del alma con Maradona, que abandonó el corralito en su búsqueda. El cuarto hombre, que poco debe saber de la vida de Palermo, lo retó al técnico. "¿Qué querés que haga?", pareció responderle el Diez con los brazos abiertos y cara de nene.
Esa es la misma pregunta que también me hago yo: ¿Qué querés que haga? ¿Cómo hacés para no emocionarte? Tenés que ser de piedra. Dejame ser equilibrado en el resto de los aspectos de la vida. Bastante esfuerzo hago por serlo. Permitime desahogarme. Compartir su alegría, que es la de todos. Mirá si habrá sido una emoción fuerte, que me provoca redactar una nota en primera persona, cosa que me cuesta bastante.
¿Cómo hacés para mantener “distancia”? Era un partido de cierre de primera ronda, pero el personaje superaba todo. Por todo lo que sufrió, por cómo la peleó…no podés no quererlo al Loco. Incluso vos que no sos de Boca. Por eso nos abrazamos con Nico, tocayo y compañero de cobertura de ESPN.com en la muy fría noche de Polokwane.
¿Cómo no vas a gritar un gol de Palermo en un Mundial?