MONTEVIDEO (Enviado especial) -- "Ya está, ya está". El grito de un efusivo Bilardo, que salió corriendo a abrazar a Maradona al final del clásico, indica que se cumplió el objetivo. Que pese a los miedos, la presión y las deficiencias tanto futbolísticas como de convivencia, Argentina estará en el Mundial.
De hecho eso dirán las crónicas del día después: el equipo albiceleste clasificó al vencer por 1-0 a Uruguay, que definirá su suerte en el repechaje. Un verdadero triunfo del resultadismo en la noche del Centenario.
Se encontró lo que se vino a buscar. Pero la imagen de la celebración, con esa reconciliación al menos momentánea, carece de credibilidad. Aunque se intente maquillar una realidad diferente, el llanto emocionado por el final de la angustia, y sobre todo el fraternal abrazo entre mánager y técnico, no puede esconder la verdad debajo de la alfombra.
Una especie de realismo mágico, el género artístico y literario, que tenía a Gabriel García Márquez como emblema, y en el cual predomina el interés por mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común.
Hubo un partido, sí, en el que Uruguay salió a apretar desde el primer minuto. Sabía que con un triunfo clasificaba sin necesidad de escuchar lo que pasaba entre Chile y Ecuador. Argentina hizo pie y empezó a manejar la pelota recién a los 25 del primer tiempo. Hasta ahí, todo se pintaba de Celeste.
La clave de la remontada fue la prestancia de Verón, encargado de clarificar el juego de su equipo. Además, Mascherano se acercó al nivel de otros tiempos. También Di María volvió a ser importante en ataque con sus desbordes por izquierda. Eso sí, llegadas claras, claras, no tuvo en ese primer tiempo. ¿Y Messi? Bien, gracias.
Las noticias que llegaban de Santiago (gol de Suazo para Chile), trajeron un poco de tranquilidad. En ese instante, ninguno de los dos podía quedar afuera de carrera. Tabárez captó el mensaje y movió el banco. Había que jugársela. Adentro Cavani, Cristian Rodríguez y más tarde Abreu. Como piezas de ajedrez, así como uno avanzaba, el otro retrocedía. Los cambios de Monzón por Di María y Bolatti por Higuaín marcan la pauta del "tutti atriqui" argentino.
Fue precisamente Bolatti, el que se puso el traje de héroe en Montevideo. Jonás Gutiérrez presionó por derecha y forzó la expulsión de Cáceres. En ese tiro libre, Messi tocó al medio con Verón, la Brujita probó al arco y, tras una serie de rebotes, el mediocampista de Huracán definió a un palo. Cosa juzgada.
El bajo nivel futbolístico no significa que Argentina está condenado al fracaso en Sudáfrica. Con ocho meses por delante, el técnico tiene suficiente tiempo de trabajo para que las grandes individualidades sean finalmente un equipo. Decimos el técnico porque el mismo Diego se puso en duda: "Tengo que hablar con Grondona".
En su casi año de gestión, Maradona protagonizó más problemas extrafutbolísticos que éxitos deportivos. Ojo, muchos de los que lo rodean hicieron lo posible por exacerbar su ya fuerte personalidad para que le salte la térmica. Con el pasaje en el bolsillo y si confirma su continuidad, ahora debería ser el tiempo en el que Maradona saque lo que tiene guardado en su disco rígido (leáse cabeza) para aclarar los tantos, puertas adentro. Así, se generaría un mejor clima rumbo a Sudáfrica y se conformaría un grupo de trabajo armónico que no dependa de los designios de la suerte ni de nuevos milagros de "San Palermo".
Quizás, las críticas de muchos periodistas sirvieron para fortalecerse en las últimas dos fechas de Eliminatorias. Pero hay que decir que el enorme desahogo por el triunfo le dio espacio a dedicatorias subidas de tono, desubicadas. Ojo, este análisis no forma parte de ningún corparativismo periodístico. De hecho, más de un colega aludido no es santo de devoción. Tampoco implica que uno sea "contra" de la selección de un país. Es simplemente sentido del buen gusto y la lectura de un ciclo que, en lo personal, generó muchas esperanzas en la previa y que finalmente se desarrolló en permanente estado de ebullición.
Humildemente, se puede dejar un mensaje: ¡Atención! Hay que mirar alrededor. En una de esas, todavía no se dieron cuenta que el enemigo puede estar en casa.