Luis Suárez le arruina la fiesta al Atlético de Madrid

(Paola Núñez | Madrid) -- Luis Suárez mantiene invicto al Barcelona. A nueve minutos del final, el uruguayo batió a Jan Oblak de un cabezazo para sellar el empate, 1-1, frente al Atlético de Madrid en el partido disputado este sábado en el Wanda Metropolitano de Madrid.

Mientras más grande el partido, mejor se acomoda Saúl Ñíguez. El que solo anota goles de estampa en momentos decisivos; de esos que vistos en retrospectiva acaban por explicar esa fe de la que el Atlético de Madrid ha hecho su seña particular.

Pero la fe no fue suficiente para que los rojiblancos se llevaran el partido.

Al minuto 21 de juego, el mediocampista venció a Ter Stegen con uno de esos disparos, marca de la casa. Con una potencia descomunal, desde fuera del área y pegadito al poste. Imposible de parar para el arquero alemán a pesar de haberse estirado todo lo que pudo, o para Piqué, que no alcanzó a llegar al corte por mucho que metiera la pierna.

El protagonismo, hasta entonces, había recaído donde se esperaba. En Lionel Messi, que intentaba en vano meterse en una sobrepoblada área rojiblanca. En Antoine Griezmann, que había avisado ya dos veces antes de que su compañero hiciera efectivos los esfuerzos de su equipo. O en Gerard Piqué, blanco de pitadas de tales proporciones que parecía que estaba jugando con España y no con el Barça.

Las pitadas al central culé, así como el despliegue de banderas nacionales fueron únicas demostraciones del profundo sentido del patriotismo que ha invadido a la afición rojiblanca desde que se desató la crisis política en Cataluña tras la celebración del referéndum por la independencia.

El gol de Saúl sirvió para que toda esa tensión acumulada pasara a segundo plano.

El tanto de Saúl había llenado de esperanza a la afición rojiblanca, que hace más de siete años, desde febrero de 2010, que no ven a su equipo vencer al Barcelona en Liga. Y durante una maravillosa hora, creyeron que podían tocar el cielo y más.

Que esa distancia con respecto a la cima era recortable. Que podían empezar a escribir una historia triunfal en su nueva casa.

Atlético también se lo creyó. Barcelona tenía el balón, pero ellos las ideas y las oportunidades. Dejaban sin argumentos a los reyes de las posesiones largas y daban una demostración de eficacia con esos 18 toques que hicieron falta en la jugada del tanto de Saúl.

Barcelona parecía naufragar. Luis Suárez, perdido en la izquierda, no acertaba un pase. André Gomes estorbaba más de lo que ayudaba y Rakitic... el croata simplemente no se veía por ningún lado.

Pero era demasiado el derroche físico para el Atlético de Madrid, que poco a poco fue bajando la intensidad en la presión y en las coberturas, dejando espacios, que por muy pequeños que fueran, resultaban riesgosos. Delante, casi se habían olvidado, tenían a una de las mejores delanteras de la historia.

E inevitablemente apareció.

No fue una genialidad de Messi, pero ni falta hacía. Fue Luis Suárez, que con un cabezazo a un centro de Sergi Roberto puso el 1-1 a menos de diez minutos del final recordándole a los locales que la fe no siempre mueve montañas.