Atlético Madrid igualó con Qarabag y no logra ganar en la Champions

MADRID (Paola Núñez | ESPN Digital) -- Atlético de Madrid está a punto de decir adiós a Europa por 'alta traición' a eso que lleva años vendiendo como su principio más elemental. La cantaleta del "esfuerzo innegociable" repetida hasta la saciedad por técnico y jugadores. Tan desgastada que dejaron de creérsela.

A los rojiblancos apenas les alcanzó para rescatar un empate 1-1 frente al Qarabag en el partido disputado este martes en el Wanda Metropolitano, que combinado con la victoria de la Roma sobre el Chelsea deja a los madrileños hundido a cinco puntos del cuadro italiano, líder del grupo, y obligado a ganar los dos partidos que le restan. Algo imposible de lograr sin ese 'gol' que se le ha perdido al cuadro rojiblanco.

El Atlético que salió a la cancha mimetizado con su nuevo escenario; sin una pizca de personalidad. Sin alma, temple. Sin pólvora. Por no respetar sus sellos de identidad, ni siquiera han podido hacerse fuertes en defensa a balón parado - la casi legendaria fortaleza rojiblanca de antaño se ha convertido esta temporada en su más grande debilidad.

El Atlético necesitaba una victoria que le permitiera mayor margen de maniobra en Europa, pero la urgencia le sentó fatal a su sistema nervioso. No coordinaba sus movimientos y le costaba organizarse. Bombardeaban por momentos la puerta rival, pero sin un plan de ataque y con la mirilla aún descompuesta.

Antoine Griezmann, que no marca desde hace cinco partidos, no lograba ni realizar el control más sencillo a un pase en corto sin perder el balón. Kevin Gameiro, en estado de ansiedad perpetua, voló las pocas que tuvo, cuando no estrelló el balón en el cuerpo del portero rival o acabó fallando en un contrarremate a puerta vacía.

La 'normalidad' para ambos franceses de un mes a esta parte, para infortunio rojiblanco, y que acabó por contagiar hasta al (de otra manera) siempre fiable Diego Godín, superado más de una vez por la discreta delantera del Qarabag.

El Atlético ni siquiera presionaba con esa intensidad de la que gusta presumir, lo que sólo facilitaba la labor al rival.

Y eso que el equipo entero estaba advertido, desde el momento mismo en que volvieron de Bakú con un pírrico punto tras el empate 0-0, que esta noche se jugaban "la primer final de la temporada".

Lo recordó en las horas previas el presidente de la institución, que antes de la comida de directivas señaló imperiosamente que había que "ganar sí o sí"; y ya en el estadio José Luis Pérez Caminero, que recordó en la televisión el carácter decisivo del partido.

Pero por primera vez en años, la presión acabó por fundir a los jugadores, que para mayor complicación, se jugaban en realidad dos finales. La del Wanda y la que se jugaba entre Roma y Chelsea en la capital italiana.

La fatalidad parecía llegar por partida doble. Poco después de que cayera el segundo gol de la Roma, Qarabag tomó la delantera en el Wanda. De un cabezazo en un tiro de esquina, Míchel puso el 0-1 para que el equipo de Azerbaján festejara su segundo tanto en la competición y un punto que gracias a la diferencia de goles lo ponía en el tercer puesto de la clasificación.

El Atlético se hacía ya en el abismo cuando el jugador menos contaminado por tanta narrativa y cábala Thomas Partey puso el 1-1 al 56'. Fue un auténtico golazo de larga distancia producto de la única acción brillante del '7' rojiblanco, Antoine Griezmann, que le puso un pase pintado. Pocos minutos después, el Atlético recibía otra ayuda del destino cuando Pedro Henrique, el jugador más talentoso del Qarabag, fue expulsado por una imprudente entrada.

La grada, que ya empezaba a manifestar su molestia con alguna rechifla - particularmente contra Gameiro - se llenó de esperanza. Pero no alcanzó para iluminar a los hombres del Cholo, a quien, por cierto, han dejado de ovacionar.